Oslo II

18JUL2016

¡Que me cumpla feliz! ¡Que me cumpla feliz! Y sí, apenas 51… pero qué linda manera de pasarlo, de viaje, con mi amado compañero, en una ciudad tan distinta y serena como Oslo. Como me escribió una amiga, «cumpleañera fugitiva» 😉

Como se anunciaba buen tiempo y algunos museos estaban cerrados por «lunes», decidimos sacar una tarjeta de transporte (bus/subte/tranvía/ferry) de 24 horas (90NOK, casi u$s 11) y hacer todo lo que estuviera lejos en este día.

Lo primero, hacia el oeste de la ciudad, en subte

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hacia el Vigelansparken, un parque de esculturas a cielo abierto, del escultor Gustav Vigeland (1869/1943), quien fue sostenido por la ciudad de Oslo para que diseñara y construyera este parque a cambio de la donación de toda su obra.

El parque en sí mismo es un lugar precioso para caminar y gozar como lugar de esparcimiento.

Además de un museo dedicado a Vigeland, hay más de 200 esculturas apreciables en el parque, gratuito. Las hay de bronce:

las hay de piedra:

Y la más famosa de todas, en bronce, El niño enfadado:

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Nuestro día seguía en el extremo sudoeste de la ciudad, una península llamada Bygdøy, en la que se concentra un número importante de museos y, en su extremo sur, una playa (incluida una sección de playa nudista).

El plan era tomar el tranvía 12 hasta Aker Brygge (donde habíamos estado cenando la noche anterior), desde donde salían ferries hacia ese extremo de la península, pero cambiamos de planes al llegar y enterarnos que ese ferry no estaba incluido en nuestra tarjeta de transporte. De ahí que tomamos el bus # 30 que, de paso, llegaba hasta la playa:

Estábamos allí cuando se largó una llovizna bastante leve; muchos de quienes disfrutaban de la playa -incluidos los nudistas que veíamos de lejos- ni se movieron… ¡es gente verdaderamente especial con la sensación térmica!

Volvimos a la parada del # 30 a tomar el bus hasta el Vikingskipshuset, uno de los museos más populares de Oslo. De hecho, estaban todos los buses de turismo; el lugar, atestado de gente. Se trata de tres barcos vikingos del 900d.C. aprox. que, luego de haber navegado por el fiordo de Oslo, fueron enterrados como embarcaciones funerarias. Eran, efectivamente, tumbas, con los cadáveres de sendos personajes importantes de la época, así como alimentos, bebidas, perros, otros animales domésticos, artefactos y objetos de arte, considerados valiosos para acompañar al muerto en ese «viaje» a otra vida. MUY interesante de ver cada uno de los restos, en excelente estado de conservación:

Después de esta visita, estábamos agotados… eran más de las 2pm y decidimos hacer una escala en el hotel antes de seguir hacia los barrios del nordeste. Como justo venían a limpiar la habitación, aprovechamos para ir a conocer el piso 34, donde hay un bar, y más arriba, pileta, sauna, gimnasio.

Luego de reponernos un poco con unos tés y galletitas y, por mi parte, whatsappear agradeciendo saludos de cumple, salimos otra vez. Un tramo en tranvía, hasta la Olaf Ryøs Plass, para no «gastar tanta pierna» hasta allá. En la zona hay nuevos desarrollos urbanísticos innovadores en áreas antes desfavorecidas, como VulkanMathallen Oslo (un mercado en un depósito industrial reconstruido) y, siempre al lado de un riacho pequeño que baja hasta el fiordo (Akerselva) y que le da lindo ambiente al barrio, un centro de diseño y arquitectura.

Aquí es donde se concentra lo que a cada rato resumo como «multiculturalismo», con inmigrantes de todo el mundo, pero particularmente bangladeses (uy… ¿se dice así? ¡no tengo ganas de buscar en el diccionario! ¡no a esta hora!), paquistaníes, vietnamitas, chinos, somalíes

¡y latinoamericanos! Justamente nos encontramos con hermanos chilenos, de inequívoco nombre ídem: «el Patricio y la Macarena», recién casados, y «ayudando con el colectivo latinoamericano»

El resto de la tarde lo pasamos caminando las calles más movidas de Grünerlokka, hasta que -vencidos por el cansancio y algo de hambre- le apuntamos al restaurante elegido por mí: excelente reputación de comida, no tan caro, pescados y mariscos (siempre mis favoritos, sobre todo en estos países en que tienen una calidad sobresaliente). Se llama Fiskeriet Youngstorget (ubicado en Youngstorget 2) y, como la ocasión era especial, nos jugamos con una botella de sauvignon blanc francés delicioso…

Feliz, un año más 😉

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Oslo I

17JUL2016

Nos despertamos verdaderamente temprano en medio de la niebla… lluvia, niebla y vapor de agua de la catarata que, de mi parte, nunca vi. Mario salió anoche, cuando había despejado un poco, y aquí su registro:

El desayuno (recién a partir de las 8am) fue excelente, a diferencia de todo el resto del hotel… y el personal de esta mañana, también muy servicial.

Poco antes de las 9am ya estábamos en la ruta en dirección urgente a Oslo… queríamos cambiar de aire y de clima.

El viaje comenzó por montañas muy altas, con manchones de nieve, y despejándose. Luego vinieron los pinos de un verde intenso… todo el tiempo lagos, fiordos, agua… mucha agua siempre, y también lluvia, intermitente.

Con una velocidad máxima de 80km, varios tramos a 70km y menos (controles de cámaras por todas partes), en unas cuatro horas estuvimos en Oslo. Las carreteras son asombrosas: excelente estado de conservación, túneles y más túneles, inversión constante. Habíamos «actualizado» nuestro GPS y, sin embargo, cada tanto había una obra nueva que no reconocía, «recalculando» todo el tiempo.

A medida que nos acercábamos a Oslo, la carretera se ensanchaba, tenía cada vez más tramos con doble carril y aparecían los arcos desde los que se nos cargaba el peaje.

La llegada al hotel fue complicadísima. La zona por la que entramos está «patas para arriba» por obras, con lo que veíamos muy cerca el hotel (un Radisson Blue gigante, de 34 pisos) pero no acertábamos a dar con la manera de llegar. Finalmente lo logramos, hicimos el check-in y no dudamos en ir a devolver urgentemente el auto.

La oficina de Herz estaba en la estación central de tren (¡a solo unos 300m del hotel!), pero teníamos solo ese dato y no había manera de ingresarlo al GPS. Por lo demás, la oficina estaba en el hall central de la estación pero… ¿y el auto? La señalización era horrible y un trámite tonto se nos convirtió en pesadilla. Lo mejor era que yo bajara caminando y averiguara. La verdad, una atención horrible. Tuvimos que dar un giro gigante para entregarlo en un parking, a la vuelta de la estación. Una vez más, la señalización era pésima y, finalmente, apenas había un chico con una especie de posnet en la mano y tomando datos. No nos entregaron un solo papel de «recibí conforme»; los peajes, supuestamente, nos llegarán por e-mail y se debitarán de la tarjeta que habíamos presentado al momento del alquiler… Pura cuestión de fe.

Volvimos al hotel previo paso por el centro de turismo (en realidad, ya teníamos el material recogido en el aeropuerto a la llegada a Oslo y habíamos estado leyendo en el auto).

Oslo, 650.000 habitantes, la capital europea de mayor crecimiento demográfico.

Julio es un mes especial: la ciudad está vacía de sus vecinos por la fellesferie (vacaciones). Un noruego promedio goza de 4/5 semanas de vacaciones al año y toma buena parte de ellas en el mes de julio. De cualquier modo, hay muchos turistas y hoy, en particular, se percibía clima «de domingo».

El día se había compuesto y era una tarde preciosa. Acomodamos un par de cosas en el hotel, nos tomamos un té en la habitación y salimos a cumplir con la sugerencia de una de las guías actualizadas: recorrer la Havnepromenaden («Paseo del puerto»), inaugurada en 2015, 10km de longitud (finalmente hicimos 2/3 del recorrido, el otro quedará para otro día).

Para hacerse una idea, hay que pensar a Oslo en el sudeste de Noruega, orientada hacia el sur (desde ese sur penetra el Oslofjorden) y este paseo extendiéndose de Este (Sørenga) a Oeste (Flognerklen).

Bajamos desde el hotel hasta el extremo Este, pasando primero por el novísimo barrio Bjørvika, formado por edificios altos (una rareza por estas latitudes) de gran audacia. En el último tiempo Oslo ha vivido una transformación urbanística radical, un nuevo perfil de ciudad en constante crecimiento.

Desde ese puente que cruzamos se ve nuestro hotel (abajo se ven las vías del ferrocarril y eso explica la cercanía y excelente ubicación que tenemos):

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La zona es también la de la ópera («el» emblema de la ciudad moderna), que a su turno forma parte de un complejo urbanístico mucho mayor (barrios, museos, bibliotecas, todo al lado del mar) previsto para finalizarse en 2020.

Son infinitas las plumas, así como el despliegue de obradores:

Caminamos hacia el extremo Este, hasta la nueva zona de Sørenga, atravesando un puente flotante

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para encontrarnos con esos edificios de mediana altura y moderna arquitectura, con sus plazas, canales, bares:

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y en el extremo, «el mejor lugar de baño de Oslo»:

Hay que ver la sencillez de líneas y materiales y, al propio tiempo, la comodidad y versatilidad de estos espacios:

Desde ahí, volvimos sobre nuestros pasos en dirección Oeste y llegamos a Den Norske Opera & Ballet, el proyecto que lanzó a Oslo a la constelación de ciudades culturales de talla mundial. El conjunto evoca un glaciar flotando en la costa de Oslo

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y desde las «alfombras» exteriores se trepa hasta el techo…

Ya en el techo, las vistas son fascinantes:

Y el interior no le va a la zaga:

Una pena que la temporada de ópera sea a partir de septiembre/octubre… ¡estamos anonadados con este lugar!

Y así seguiríamos, ahora desde más adelante de la promenade:

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Más vistas al tiempo que avanzábamos en el recorrido y el edificio del ayuntamiento, donde se entrega el Premio Nobel de la Paz cada 10 de diciembre:

El «clima» era bien dominguero:

Y, ahí mismo, otro distrito modernoso en el Aker Brygge (embarcadero de un pequeño río que se forma a esa altura), con el Museo Astrup Fearnley de arte contemporáneo, en sí mismo toda una obra increíble:

Más gente loca bañándose… casi las 7pm y apenas 18º (si no menos):

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esculturas raras…

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fuentes raras…

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Y a más de las 7pm, nos venció el cansancio y el hambre. Moría por unos spaghetti, tagliatelle, penne o cualquier cosa de mi madre patria, así que terminamos ahí mismo, en ese paseo, en un restaurante llamado «Olivia». Salute!  Skål!  Cheers!  Prost! … ¡Salud!

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Último día en los fiordos…

16JUL2016

Amanecimos luego de nuestra segunda noche en Bergen y estaba llovizando… el cielo bien cubierto, cumpliendo el pronóstico. Emprendíamos nuestro último día en la zona de los fiordos y, en verdad, debemos sentirnos afortunados… Es una zona con maravillas naturales pero muy lluviosa. A veces pasan semanas y semanas bajo agua.

Partimos hacia el sudeste a eso de las 9am y, en un principio, parecía que limpiaba. Una ruta empinada y cerrada de pinos, con las infaltables iglesias:

Las inmediaciones de Bergen son muy industriales, suponemos que en función del puerto muy activo que tienen y los servicios que deben de prestar.

Cruzamos con un primer ferry Hatvik-Fusa un nuevo y bello fiordo: Bjørnafjorden… ¡son tantos! ¡tan magníficos!

Seguimos por la ruta # 552 bordeando el fiordo, cada tanto se veían las fish farms (criaderos de pescado), del estilo de los que habíamos visto en los fiordos chilenos:

Continuamos por paisajes de un verde intenso, como en casi todo este viaje, escuchando buena música y discurriendo sobre nuestros temas favoritos: si un curso de agua es o no fiordo; si es o no lago… a veces no queda muy claro cuán a nivel del mar estamos… y entonces empezamos a especular si los fiordos tienen marea alta o baja y ese tipo -¡quizá!- de burradas…

También nos pusimos a pensar cuánto nos había cambiado un viaje con la tecnología… estábamos en un auto de lo más bajo de cualquier serie y escuchábamos música sin conexión a internet de mis «listas» de Spotify, en una pantalla aparecían todos los datos de la canción y la foto del álbum al que pertenece. Anoche, en la habitación del hotel, teníamos un smart TV y Mario se puso a ver un capítulo de una de sus series en su cuenta de Netflix… ¡sorprendente!

Divagando sobre estas y otras cuestiones, llegamos al segundo cruce de ferry, Gjermundshamn-Årsnes, más largo que el anterior.

El tiempo empezó a empeorar, con lloviznas intermitentes. Tocamos Odda, desde donde sale el trekking maravilloso que no haremos; el frío se hacía sentir (al igual que en Bergen ayer y anteayer)

Empezamos unos buenos mates y seguimos. Fue una pena que el tiempo desmejorara tanto… a medida que el fiordo se angosta, los paisajes se hacen más bellos… aquí nos los perdimos…

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Hay un punto de confluencia de rutas… ¡bajo tierra! Y si no, basta ver esta rotonda en un túnel:

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Nunca visto… al igual que nos túneles en espiral, como subiendo la montaña, ¡pero adentro! Cosa de loco…

Ya llegando a Eidfjord comenzamos a sospechar que el hotel que habíamos reservado por booking.com no estaba precisamente en ese pueblo, como en cambio se anunciaba. Estaba a 18km de distancia, en el medio esos túneles en espiral, «con vista a la mayor catarata de la zona», 182m, etc. etc.

Llegamos en medio de una niebla feroz:

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Hace 3 horas que estamos y la catarata no aparece; el Fossli es un viejo hotel de montaña, muy venido a menos… en otras palabras, un error, que suma al día feo. Pero aquí estamos, poniéndole el pecho, escribiendo, mirando Netflix, leyendo y preparando la partida de mañana a Oslo.

¡Que no decaigaaaaaaaaaaa!

 

 

 

 

 

 

Bergen II

15JUL2016

¡FELIZ CUMPLE, LOLITA! Esperamos que el whatsapp que mandamos a tus 4am no te haya despertado… ¡o sí 😉 ! Va nuestro regalo de cumpleaños, directo de la Festplassen:

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Este mes viene de mucho cumple, así que a seguir festejando…

Otro muy buen desayuno… por mi parte, irreconocible: salmón rosado todas las mañanas y, en esta zona, una ensalada de camarones, apio y alguna cosa más que no identifico que es una delicia… ¡en el desayuno! En fin… cosas que uno hace de vacaciones, relajado y en «extraña jurisdicción».

Con este tema de la luz y mis trasnochadas escribiendo, dormimos bien poco y nos tomamos nuestro tiempo por las mañanas… Salimos en el bus de las 9.52am al centro, con nuestra tarjeta 24h que habíamos comprado la noche anterior. El día estaba bastante nublado y, en algunos puntos, amenazante; al final, abriría y terminaría siendo un día precioso…

Ciertamente Bergen no iba a hacerme sentir una rain monster… LP textual: «… es una ciudad preciosa y con mucho encanto… Lo malo es que llueve 275 días al año como mínimo». ¡Pues no nos tocó! ¡Hasta vimos algo de sol!

Bergen es la segunda ciudad de Noruega, la más bonita y con más «ambiente», otrora capital del reino (s. XII y XIII).

Como ya adelantábamos ayer, la zona céntrica es muy señorial, con grandes edificios que albergan museos de todo tipo (de arte, decoración, navegación, históricos, folkóricos, etcétera).

Asombra en este tipo de ciudad una peatonal tan ancha, con bellos monumentos:

y, a cada rato, el recuerdo de un «hijo» talentosísimo de la ciudad: Edvard Grieg (Peer Gynt y tantas otras bellas piezas… recuerdo un viejo CD con canciones lentas y tristes cantadas por Anne Sophie von Otter):

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La zona del puerto de Vågen sigue sin solución de continuidad y empieza a mostrar gran movimiento, con el mercado de pescado, frutas y recuerdos:

 

Apostamos a que más tarde escamparía un poco, así que nos perdimos por la zona que rodea la estación del funicular y postergamos esa subida. Son calles adoquinadas que serpentean y trepan, un barrio que a medida que sube abandona los comercios o la iglesia y aparecen casas antiguas en perfecto mantenimiento

y con los más lindos detalles para apreciar:

Largo y detenido recorrido por estas callecitas… una belleza. De ahí, es bajar y ya estar en medio del barrio de Bryggen («embarcadero»), donde volvemos a empalmar con el relato histórico. Parece que Bergen/Bryggen no sólo fue la capital durante un tiempo sino la ciudad más importante del país. En el s. XIII se escribe una historia de fuertes vínculos con una alianza comercial de ciudades alemanas («Hansa» y, de ahí, «Liga Hanseática») de la que Bryggen -un resguardado puerto marítimo- formó parte como principalísima sede extranjera. La prosperidad de esta unión y la importancia de Bryggen perduró hasta fines del s. XIX. Para entonces, todo el barrio era conocido como el «barrio alemán», así como sus costumbres, tradiciones e iglesia.

Poco comprenderían esos pobladores el odio nazi… en el propio Bryggen se visita la sede clandestina del grupo Theta, refugio de la resistencia, acribillados por los nazis cuando los descubrieron.

Entonces, la palabra «alemán» quedó proscripta y todo fue rebautizado tal y como se conoce hoy.

Se trata, entonces, de un barrio medieval, conservado en perfectas condiciones; tanto, que fue declarado Patrimonio Histórico Universal por la UNESCO en 1979, bajo el «Criterio III, ser y aportar un testimonio único o por lo menos excepcional de una civilización o tradición cultural desaparecida». Concretamente, se valoró que (i) es la única parte conservada de una factoría hanseática de ultramar; (ii) fue núcleo de desarrollo urbano de una región marginal de Europa; (iii) conserva vestigios del antiguo de tipo de edificios urbanos de madera, característicos del Norte de Europa.

Pruebas…

Entre las casas, unos estrechos pasillos que respiran aires de otra época y hoy albergan mayoritariamente ateliers de artistas, diseñadores de joyas, tiendas de chucherías turísticas

y patios interiores divertidos, con un bacalao

DSC01210y una cabeza embalsamada que recuerda una leyenda: la casa sería de un prestamista, cuando el deudor no pagaba se colgaba esta cabeza en señal de que «el señor feudal se estaba haciendo cargo de la mujer del deudor» 😉

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El olor a canela era irresistible, así que a eso de la 1pm hicimos un pequeño tentempié

Ya era hora de trepar a la montaña de Fløyen… en funicular de Fløibanen:

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Las vistas, sencillamente imperdibles, muy apreciables además gracias a que el día mejoró muchísimo

La bajada, por bellos senderos en medio del bosque que desembocan en la ciudad, en el barrio que habíamos recorrido primero a la mañana… total: 40 minutos bajando… buen ejercicio para rodillas y glúteos 😉  (en este preciso momento duele levantarse de la silla…)

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¡Qué vistas estas casas…!

La bajada nos dejó exhaustos, así que emprendimos el retorno al hotel… Hoy nos toca picnic pero, antes, sección «una imagen, más que mil palabras»:

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🙂

 

Ya en Bergen

14JUL2016

Amanecimos con esta vista increíble desde el balcón de nuestra «cabaña/habitación»:

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Nos cruzamos al edificio principal del hotel y tuvimos un desayuno verdaderamente señorial, en un entorno de otra época y muy muy surtido…

Arrancamos el tramo que suspendimos ayer a la tarde por la amenaza de tormenta, en dirección a Ulvik, por la ruta (¿sendero?) 572. El camino era bellísimo, sinuoso y en subida, sinuoso y en bajada… para tener vistas como éstas desde arriba:

y éstas, ya en el pueblo y sobre el fiordo:

Y aquí, la infaltable iglesia de Ulvik, muuuuuuy bonita:

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y, en su interior, algo muy típico que cuelga de todas las naves centrales y suponemos que se corresponde con un pueblo de navegantes:

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Fue aquí en la oficina de turismo de Ulvik que, con la amabilidad acostumbrada, nos asesoraron sobre un par de datos que necesitábamos para la toma de decisión. Definitivamente no iremos a Odda a sacarnos la hiperfamosa foto de vértigo, sobre una piedra que parece una lengua avanzando sobre el fiordo… se trata de un trekking de 11km y en altura (más otro tanto de vuelta, pero en bajada 😉 ), que se calcula en unas 12 horas… otra cosa más que queda para la próxima 😉 😉 😉

Conclusión: haríamos el más apasible y tradicional recorrido por el segundo fiordo más grande de Noruega: Hardangerfjord, que llega en uno de sus extremos orientales hasta Ulvik. Nosotros nos dirigiríamos hacia el oeste, en dirección a nuestro destino, Bergen.

Verdaderamente, se trata de un fiordo enorme. Sobre todo, luce muy «ancho», maravilla constatar el mar «metido» en la tierra… La parada de que da cuenta esta foto fue memorable:

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Allí también estacionó justo una motorhome con la que nos cruzamos varias veces y que tenía atrás la leyenda: «McRental», «www.mcrent.eu». Ni lerdo ni perezoso, Mario se puso a conversar y nos terminaron mostrando toda la caravana, sus comodidades, cómo funciona a gas, dónde se carga el agua, cómo se evacua el baño, los lugares para equipaje… ¡cara de juguetería de el-que-les-je-di! Eran dos matrimonios israelíes, de Jerusalén, que han recorrido toda Europa en casa rodante alquilada, «y sin pagar camping»;), siempre parando en la calle, en la ruta, en parques, en estacionamiento… Era poco más del mediodía y las mujeres habían empezado a cocinar… ¡había cebollas y pimientos sobre la tabla de picar! Pararon en ese lugar para almorzar y seguir. Ratificaron que, efectivamente, Noruega (y Escandinavia, en general) es particularmente amigable para los viajes en caravana. Cargan agua gratis en las marinas, descargan gratis también ahí o en estaciones de servicio; pueden parar en cualquier parte, nadie les dice nada… También nombraron como países amigables Alemania, Francia, Escocia, Irlanda, Austria, etcétera. Será cuestión de animarse… un dato alentador es que vemos parejas de 65-70+ en este tipo de turismo… ¡estamos a tiempo! Ja ja…

Un poco más adelante, nos desviamos desde el puente Fikse-Øystese, trepando para ver esta olla de agua en la que naturalmente viven unos «gullt fiskes» (peces de oro) parece que desde el 1900 y tantos:

La bajada a Øystese desde el punto de arriba en que estábamos fue también bellísima; todos son pueblos pintorescos, prolijos, austeros y al propio tiempo encantadores…

En Norheimsund la atracción es una cascada por debajo de la cual se puede caminar sin mojarse… y allá fuimos todos los fieles cultores de la religión turística:

Desde ahí, el camino de hora y media hasta Bergen, mates de por medio, nos mostró por primera vez algo «no tan lindo»… centros de esquí sin nieve y con el césped «quemado», la imagen de cabañas e instalaciones sin ocupar, cerradas y que, quizá por eso, no luzca tan «de ensueño» como el resto que veníamos viendo. De cualquier modo, duró poco, porque las afueras de Bergen son muy verdes y con barrios residenciales preciosos.

La historia de nuestro alojamiento en Bergen empezó hace varios días y la «cerramos» hace dos. No podíamos creer que no encontráramos «nada»… Saltábamos del 5* de U$s 250 para arriba, a habitaciones de u$s 100 sin baño privado, o departamentos alejados de u$s 140, en todos los casos sin parking. Hace dos días tomamos la decisión de parar en un hotel muy lindo y acomodado en el precio pero… en las afueras: el Thon Hotel Bergen Airport, de una cadena del estilo de los Holiday Inn o algo así. Confort sin lujo…

La Gallega del GPS no terminaba de anunciar «llegando al destino por la derecha»… ¿dónde diablos quedaba el aeropuerto?

Finalmente, aquí estamos y así es nuestra habitación:

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Y el traslado al centro de Bergen queda resuelto con un bus que tomamos en la puerta del hotel (# 51) y que nos devuelve a la puerta del hotel, hacia y desde el mismísimo sentrum, como se escribe aquí. De paso, largamos un rato el auto 😉

Eran las 5.25pm y ya estábamos de recorrida por Bergen. El primer impacto es fuerte: ¡qué ciudad más hermosa! Muy diferente de todo lo que veníamos viendo en Noruega… obviamente, todavía no estuvimos en Oslo; Bergen misma fue capital del reino hace un tiempo. Tiene edificios imponentes, magníficos, algunas calles anchas y parques preciosos. Además del famoso Brygge, del que ya daremos cuenta.

Lo primero fue hacer algunas averiguaciones en la oficina de turismo; después, caminata ligera y sin pretensiones (mañana volveríamos a hacer la recorrida ordenada y con las atracciones «abiertas»).

[Esta gente es muuuuuuuuy socialista: el horario de apertura de algunos negocios es de 10 a 16; otros, de 9 a 18; unos pocos (supermercados, en general), de 8 a 20 ó 22. Por eso, todos los pueblos y ciudades parecen «muertos» ya a eso de las 5pm… Eso sí, constatamos que los súper están abiertos los domingos 😉  Lejos estamos de la «vida» o «vitalidad» de otras ciudades o regiones europeas en verano…]

Como tampoco había ya tanta luz para las fotos, van unas pocas de adelanto: la parte estrictamente céntrica:

el mercado de pescados:

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mucho «ambiente» en cafés, restós, bares, negocios (¡cerrados! ¡con turismo rebosante!)

Y el famoso Brygge:

Para terminar la noche, 7.45pm, cena «contundente». Elegimos «cocina noruega de provincias… platos que solían cocinar la madre o la abuela…», tal la descripción de LP acerca del restobar Pingvinen… Lleno total; tuvimos que comer en la barra… Hacía mucho frío, quizá el más frío de todos los que pasamos hasta ahora, y esto vino muy bien (un plato era a base de cordero; el otro de pescado; siempre mucha papa… deliciosos).

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Como curiosidad del día, nos encontramos con varios argento-parlantes. Caminando cerca de la torre Rosenkrantz (mañana volvemos sobre esto), una familia entera con suegra y todo; viven en Pilar y él «trabaja en Rosario» (es dueño de las franquicias de «El Noble» de España y Mendoza, de «Curves»(¡Cristi, tu gym!) y de algo más que no retuve. En el restaurante, tres amigas sentadas en una mesa; salimos juntos y las escuchamos con esa tonada indisimulable… ¡compatriotas!

Chau, más de medianoche ya… tengo sueño 😉

 

Camino hacia Bergen

13JUL2016

Otro día estupendo de sol, con nubes dramáticas dándonos vueltas por todas partes y (casi) nada de lluvia.

La mañana empezó más que tranquila, con desayuno (no tan bueno como hacía presumir el bufet de la cena, pero muy por encima de otros). Mario cumplió su promesa y, short de baño mediante, se animó:

Al menos, no murió en el intento; dice que «no es taaan fría…». No me verán a mí en esa…

Antes de partir, hicimos algunas consultas con la responsable de la conserjería del hotel. Nos dio un par de buenos consejos (sobre todo, porque nuestra idea originaria tenía un error: donde creíamos que había un ferry, en realidad había barco express de pasajeros). Tomamos la decisión, acorde con el espíritu de la zona, de «menos es más». Acotamos nuestras expectativas y abandonamos la ruta turística Gaularfjellet… en otra oportunidad 🙂

En dirección oeste, nos subimos al ferry Hella-Dragsvkik con destino al pueblito de Balestrand… Gran decisión. Es una divinura, con su hermosa iglesia de 1897, St Olaf, anglicana, pero copiando las stave churches. No sólo era muy bella…

… sino que además fue una experiencia espiritual muy linda, al encontrarnos con una oración muy para la ocasión:

El pueblo invitaba a quedarse recorriendo algunas calles y, sobre todo, su costa, con un gran hotel de más de un siglo

galerías de arte, cafés, una joya:

… ¡y gente bañándose!

Abandonábamos Balestrand y a Mario se le vino a la cabeza la palabra «serena» para la vida que lleva esta gente, probablemente en la sociedad más rica (global y distribuidamente) del planeta… y yo que le pongo una canción a todo, recordé que en el celu tenía «Cuando ya me empiece a quedar solo» (CGarcía), cantada por la Negra Sosa: «… una vejez sin temores, y una vida reposaaaaaaada…», así que musicalizamos una vez más el momento y aquí estamos, apuntándola para esa vejez que esperamos sin temores, serena…

De vuelta en Dragsvik, ahora el ferry era hacia Vangsnes:

y, ahí no más, Vik, otro pueblito para el recuerdo, esta vez por dos iglesias: una de madera (stave church, ¡de 1130!)

y otra de piedra, no menos bella (¡1170!)

En Vik compramos insumos para el picnic, que intentó ser en este lugar:

pero que terminó en el auto, porque esos pequeños animales amenazaban con comernos las manos 😉

Previamente en la subida, unas vistas increíbles del fiordo:

y, allá arriba, arriba arriba… otra vez esas nieves hermosas:

Luego de la nieve, portentosas cascadas de agua

y, al cabo, la llegada a Voss, lugar de base para múltiples atracciones turísticas, particularmente vinculadas con deportes y vida al aire libre. En función de eso, mucha familia… muchos jóvenes… lleno casi total…

Una tormenta amenazante hacia la dirección de nuestros planes nos hizo desistir y cambiar el destino: llegaríamos un día antes a Bergen, nos presentaríamos en el hotel para el que tenemos reserva mañana y ver qué pasa; eran unos 1ookm, hora y media estimada en el GPS.

Antes, un último intento. En Voss hay un súper hotel llamado Fleischer’s por el que ni se nos hubiera ocurrido preguntar por habitación, pero en el folleto que nos dieron en la oficina de turismo aparecían unas habitaciones de «motel» (parecen unas cabinas), que pertenecen a ese hotel. No perdíamos nada con preguntar…

Y aquí estamos, parando en Voss, en el «motel» de Fleischer’s sobre el lago, que luce así:

y del que tenemos acceso a la piscina

y mañana el desayuno incluido. Antes del reconfortante chapuzón, habíamos comprado nuestras vituallas para la cena

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y recorrido algo de la ciudad:

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Y… ¡buenas noches! Otro regalito…

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Bajando a Sognefjord otra vez…

12JUL2016

Esta mañana nos preparamos nuestro propio desayuno en el departamento. Habíamos comprado un pan muy fuera de lo común, lleno de semillas, frutas, especias y, al propio tiempo, liviano y elástico. Una delicia.

Pasamos la experiencia de entender cómo era el pago de la fracción de hora que debíamos de parking con la tarjeta de crédito y dejamos las llaves en la recepción. Allí, un encargado muy atento nos dio consejos sobre el mejor recorrido para «bajar» hasta la zona de Sognefjord, pero esta vez, al norte y al oeste. Nuestro destino final, Leikanger, único lugar donde conseguimos habitación de hotel… lindo y caro («Leikanger Fjord Hotel», muy bueno). El resto de la zona, todo tomado. Lo único que quedaba eran hostales y cabinas de camping con baño compartido… y a esto último dijimos que todavía no… a menos que sea de última necesidad.

Salimos desde Ålesund alrededor de las 9am, dirección Solavägen. Allí tomamos, fácilmente como siempre, el ferry hasta Festøya:

El cielo estaba bien nublado, con lloviznas intermitentes y bien cambiantes. Seguimos hasta Ørsta y desembocamos en un pueblito de ensueño, Sæbo, cuyo importante hotel tenía los típicos techos con césped… me encanta que sean tan descuidadamente cuidados, con yuyos distintos:

[Aquí la foto para Chapo, para que lo haga en Pueblo]

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En ese pueblito encantador tomamos un segundo ferry

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y empezamos una seguidilla de paisajes de «espejo», como estos:

también, con barquitos como éste, con helicoptero y todo:

Y lo que he dado en llamar «la serie de las nubes dramáticas»… ;), algunas de las cuales se advierten en fotos anteriores:

Mientras tanto, se sucedían las iglesias… y así como «todo baño se …», en este viaje «toda iglesia se fotografía», ¡tan bellas! También va mi preferida de hoy: la color ladrillo oscuro.

Retomando el trayecto, el segundo ferry nos dejó en Leknes, desde donde bajamos hasta Øye para ser testigos de un valle increíble, Norangsdalen, con el Hjørundfjorden a la derecha al comienzo. No resulta fácil describir paisajes tan distintos, tan cautivantes, tan verdes… con el marco de esas nubes amenazantes o de la nieve a manchones o de las cascadas revueltas de deshielo.

En Hornindal paramos a hacer un pequeño picnic

y ya dejando atrás Stryn entramos en la zona alta de montaña y glaciares, un parque nacional llamado Jostedalsbreen. En dirección sur por la ruta 5, salimos de un túnel y, ahí no más, el Bøyabreen Glacier, cerca de Fjærland, único momento en que podemos decir que tuvimos mala suerte con el tiempo: bajamos y empezamos a caminar los apenas 300m desde la ruta y se largó a llover con todo… Esto es lo poco que pudimos registrar de un glaciar, por lo demás, pequeño (¡aguante el Perito!):

El resto del camino hasta Leikanger fue nuevamente muy bello, con clima variado y animado por unos muy oportunos mates (ya era cerca de las 5pm…).

El pueblito donde está nuestro hotel es muy pintoresco, sobre  Sognefjorden, con casas idénticas a las que venimos viendo: madera pintada, techos a dos aguas, dos o tres plantas, en general «grandes», lo que en Argentina caracterizaríamos como «clase media acomodada», pero esa es la regla, y la ostentación, directamente, no existe. No hay la mansión que «se corte» del resto… no hay lujos, no hay brillo ni desborde… Tampoco hay el rancho. Como coincidían hoy dos amigas en sus comentarios, «austeridad». Esa es la palabra que los caracteriza. Al propio tiempo, un estilo minimalista de gran gusto, sumado a todas las comodidades y el confort propio de este tiempo. En «lo macro», todos los dineros públicos en obras (las obras viales, impresionantes; seguimos con túneles de más de 6km… cantidad de ellos).

Volviendo a Leikanger, nuestro hotel es precioso, con una vista de sueño desde la habitación (la foto «soleada» es casi a las 9pm, ¡después de cenar!):

Decidimos cenar en el hotel; tienen cena bufet para los grupos y los precios eran más o menos asequibles (reincidimos gratamente con el bacalao fresco de noruega, ahhhhhhh).

Antes de cenar, salimos de recorrida por Leikanger

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Y para terminar, un bouquet de rosas de las miles y miles que florecen en este pueblo bello, ¡buenas noches!

 

 

Ålesund

11JUL2016

Hoy nos permitimos dormir hasta las 7.30am… la verdad es que este tema de la claridad nos tiene un poco mal… entre las cinco horas de diferencia de arrastre y la imposibilidad de oscurecer 100% las habitaciones, se hace un poco complicado.

La mañana no era muy linda… lloviznaba y teníamos las nubes tan tan cerca… Así se veía desde el hotel:

El desayuno, seguramente el mejor de todo el viaje, completísimo (imposible describir la calidad del salmón rosado…).  A la salida, la estación del ferry lucía igual:

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Salimos tranquilos alrededor de las 10am con la decisión tomada de no hacer toda la ruta turística de Trollstigen. Con esa llovizna, con esas nubes y con esta descripción de la guía, se entiende nuestra decisión:

«… serpentea hacia el sur desde Åndalsnes, es una carretera con 11 curvas de horquilla y una pendiente de 1:12 y, para más complicación, es casi toda de un carril…»

Completamos, entonces, el primer tramo hasta Linge, más o menos así:

Una vez más, cruzamos sencillamente en ferry, desde Eidsdal a Linge:

En el camino hacia nuestro destino final, Ålesund (que no estaba en los planes, pero como arrancamos un día antes en los fiordos pudimos llegar hasta esta ciudad más al norte), más iglesias…

La recepción del apartamento que teníamos reservado abría recién a las 4pm, pòr lo que decidimos ir un poco hacia el este antes de tomar en dirección final a Ålesund. Terminamos en un camino alternativo, de ripio, muy pintoresco aunque todavía bajo la llovizna.

Para entonces también descubrimos que esos pintorescos techos con césped arriba…

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tienen entremedio una gruesa carpeta de caucho… justo vimos a un granjero subido a un montacarga y arreglando uno… ¡con razón no se les pudre el techo de madera y tienen que andar cambiándolo a cada rato! Perdón por mi ignorancia, en todo caso 😉

Cuando salimos otra vez a la ruta, nos encontramos frente a un arco de peaje (no hay estaciones; todos los autos tienen un lector y, en el caso de autos alquilados, se cobra todo junto en el momento de la devolución)… Decidimos que era muy caro simplemente para «ganar tiempo», así que encaramos directamente al destino.

Ålesund es be-llí-si-ma. Llegamos finalmente a «la costa», en el oeste de Noruega. Hay fiordos pero la ciudad en sí misma es una península estrecha, rodeada de agua, islotes, colinas y, más allá, mar abierto por primera vez. Va esta certera descripción: «para muchos… es tan bonita como Bergen, aunque a pequeña escala y, desde luego, con mucho menos turismo. Por suerte para el viajero, un incendio la arrasó en 1904. La reconstrucción dio un resultado sorprendente: una ciudad totalmente distinta de las del resto de Noruega, formada por un conjunto armonioso de edificios color pastel casi todos de estilo modernista».

Es así, tal cual… y tuvimos la ocasión de corroborarlo al subir al mirador Aksla, para hacer tiempo hasta las 4pm:

¡Espléndido! La felicidad de nuestras caras obedecía, además, al sol… nos quedamos ahí arriba tomando unos mates y picando algo para bajar a la hora señalada.

El departamento está súper bien ubicado (Parkgata 14, a escasas tres cuadras de todo lo importante). Tiene todas las comodidades: internet «voladora», cocina, microonda, pava eléctrica, heladera con freezer, ¡lavadora y secarropa!… «What else?», como diría Clooney 🙂

Salimos a comprar los elementos de nuestra cena en casita (congelados, una lasagna bolognesa y un pastel de pescado exquisito); dejamos nuestros bártulos, estuvimos whatsasppeando con amigos y familia y salimos a disfrutar de la ciudad modernista y del sol…

Ay… qué linda ciudad…

Mañana, de vuelta al sur, a la zona de los Songnefjörden, a completar la tarea.

Sognefjellet… y noche en Geiranger

10JUL2016

Qué rico el desayuno de hoy… volví a comer una fruta, por fin, desde Argentina… unas rodajas de naranja… con un poco de yogurt y cereal… Además había arenques, salmón, pepinos, salchichas, fiambres y quesos varios, pero la fruta era lo que verdaderamente extrañaba.

Esta mañana salimos tempranísimo, con un sol débil pero suficiente. El plan era hacer una de las rutas turísticas nacionales, la Sognefjellet, siempre en la zona de los Sognefjörden, desde Aurland hasta Lom.

Fue apenas salir de Aurland y entrar en un túnel, esta vez de 24.2km… es increíble la cantidad que hay.

Primera parada a cargar nafta: todas las guías recomiendan ir con tanque lleno. Por supuesto, todo automático y, como toda primera vez, traumático (¿dónde está el tanque de nafta? ¿cómo se abre? ¿y cómo se hace con la tarjeta? ¿primero la tarjeta o la elección del tipo de nafta? y un largo etcétera que, como en todos los otros casos, superamos más que satisfactoriamente).

Pobre autito… si hubiera sabido lo que le esperaba… creemos que somos los únicos con la versión más pequeña de las líneas… todos andan en casas rodantes, 4×4 o sedanes grandes… También hay de esas motos increíbles, para viajeros motoqueros… siempre los hay.

Primera dirección Lærdal, a cruzar con el ferry (¡nuestro primer ferry!) para dar comienzo a la ruta:

[Es todo muy fácil con los ferries, casi automático… uno se pone con el coche en la línea marcada, en hilera, y un empleado se acerca con posnet en mano a cobrar… por supuesto, casi no hemos usado el efectivo… la plata sueca -menos del equivalente a u$s 50- la cambiamos a noruega… que todavía no usamos]

Y dar comienzo a una seguidilla de «stave churches». En noruego iglesia es «kirke» y traté de lograr una traducción de «stave church» amigable al español, pero hasta encontré un foro de traductores hablando sobre este tema:

«Stave churches are indeed early medieval wooden churches; however that would be a broad genus. A more accurate translation into Spanish would be ‘iglesia nórdica de columnas de madera’. Not ‘de pilares’, as pillars have a quadrangular section while columns are rounded»

Nos desviamos hacia Kaupanger, precisamente a visitar la Kaupangerkirke que data del 1180… no puedo describir la emoción que sentí al verla y, ni qué hablar, al entrar… Me dije a mí misma, casi blasfema, «si hay un Dios está aquí…». Son iglesias del s. XI y siguientes, todas bien medievales, construidas de madera… ¿Por qué mejor no verlas? ¡Son tan fotogénicas! Tengo una colección ya… son la marca registrada de este viaje:

 

Y eso para no hablar de la experiencia de esa primera iglesia (la gran mayoría de las otras estaba cerrada). Seguramente había una celebración; entró el pastor/cura/reverendo, se puso él mismo a ensayar cantando con el organista,

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afuera esperaba una familia vestida para la ocasión:

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I-NOL-VI-DA-BLE.

Los cementerios alrededor de las iglesias hacen parte del embrujo:

Amo esas lápidas… me enternecen sin vueltas:

En Solvorn desistimos de cruzar con otro ferry hasta la iglesia más vieja de todas, Urneskirke; se nos hacía muy largo y como recorrido era mejor seguir por esa margen del fiordo.

El paisaje general era soñado: montañas, bosques verdes, casas de madera y graneros en perfecto estado, prolijidad absoluta, y el mar azul azul azul o verde-oleoso, verde, verde… el mar metiéndose con raras formas en el continente. Idílico.

Seguimos parando para ver y sacar fotos de iglesias, escuchando música celestial de un oficio religioso en la radio, luego mi propia buena música, recordando a cada rato a mi-viejo-mi-querido-viejo, al lado de mi mami-mi-querida-mami… Me guardo la emoción; solo dejar constancia para el recuerdo, algún día, quizá… «de paso, de paso» (Aute, versión Gieco).

Una vez pasado Luper, el recorrido fue todo subir… hasta apenas 1430m sobre el nivel del mar… frío y nieve, camino sinuoso y agotador pero con mucha recompensa:

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Llegamos a Lom, el final de la ruta turística, a eso de las 2.30pm. Nos bajamos, hicimos algunas averiguaciones en la oficina de turismo, visitamos su iglesia…

y nos decidimos a seguir, mates mediante, hasta Geiranger, otro gran must-see de los fiordos.

Como se puede ver en las fotos, las nubes estaban bien cargadas y las fotos salieron un tanto oscuras. Solo tuvimos lluvia en el camino, resguardados en el auto. Ya entrando en la ruta que va hacia el norte, camino a Geiranger, otro must-see es un desvío de 5km de largo y 1500m de alto (¡otra vez!) hacia un mirador llamado Dalsnibba: desde allí se ve Geiranger, el fiordo, el puerto de ferries, las montañas nevadas…

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Entrando a Geiranger, una última parada por las vistas:

 

y el cartel «fullt» en todos los campings y «pensjonat» (o algo así… como ven, la «j» es nuestra «i» 😉  )

Terminamos, una vez más, en un hotel caro pero súper bien ubicado, con internet, desayuno, parking, etcétera…

Mañana tendremos departamento  contratado por Booking! Como seguramente volverá la comida en «casita», esta noche nos tocó comer afuera 😉 Riquísimo un bacalo («¡noruegoooooooooo!, y no cazón», como decía mi abuela Margarita para el Viernes Santo), deliciosamente preparado con tomates, pimientos y papa, tipo cacerola. Buenísimo.

Para terminar la noche, concierto e Evensong («evening prayer», en la tradición anglicana) en la Geirangerkirke… Qué difícil que es tocar el violín… o, como diría Mario, para desafinar hay que desafinar parejo… y yo agregaría, no apuntarle a Pachelbel, Massenet, etc. etc.!!!!!!!

Más allá de eso, fue toda una experiencia. El «priest» nos vino a saludar, nos bendijo, nos preguntó de dónde éramos… un tipo muy joven, encantador. Mitad del oficio fue en noruego, 40% en inglés y 10% en alemán… Ya habíamos estado en estas «Evensongs» en el viaje a Gran Bretaña, muy lindas.

Y ahora, sí, intentar dormir…

[«Publico» esto en la mañana del lunes 11, ya saliendo; destino del día: Ålesund]

 

 

Aurland: ya en los fiordos noruegos

9JUL2016

¡Feliz bicentenario de la independencia! Qué lindo ver en internet los muchos festejos y qué lindo sentir esa pertenencia hoy, al andar en auto por Noruega, escuchando a la más célebre tucumana… Ojalá… y cada uno que ponga su deseo.

El día empezó tempranísimo, a las 5.30am, para tomar el Arlanda Express al aeropuerto. Qué maravilla de servicio un tren de alta velocidad. En el viaje, un sueco del norte muy atento y muy curioso por la «juventud» de Argentina y del Nuevo Mundo… ¿Cómo es que lucen tan europeos? ¡Ja!

Ningún problema al hacer el check in en SAS para el vuelo a Oslo, más allá de que todo está cada vez más automatizado… no solo tuvimos que hacer el «self check-in» en un aparato sino, también, imprimir nuestra propia etiqueta de equipaje, pegarla, escanearla y subir la valija a la cinta ¡!

El vuelo salió un poco demorado, pero todo OK. Al llegar, lloviznaba apenas, aprovechamos el free shop para comprar un par de vinos franceses y españoles por el precio de una cerveza en Estocolmo. Enseguida encontramos la oficina de Herz (no había, en cambio, una oficina de turismo que diera información de Noruega, no sólo de Oslo; mucho menos pudimos conseguir un mapa carretero…).

El empleado de Herz era un encanto; pronto nos hizo comentarios sobre la Copa América, Messi, la pena que le daba… En el mostrador de al lado, dos estudiantes de Derecho en España, ¡brasileños! Uno de Rio y otro de Porto Alegre. Pronto se armó una charla muy divertida y amable, los chicos también amorosos.

Luego de la típica dificultad al salir del parking del aeropuerto, pudimos encontrar nuestra ruta rápidamente. Ya para entonces habíamos cambiado de planes: en lugar de hacer unos pocos kilómetros hasta Lillehammer (finalmente, parece que es más una estación de esquí), encaramos directo a la zona de los fiordos del sudoeste; más concretamente, nuestro destino era Aurland, en la entrada de los Sognefjörden (o Fiordos de los Sueños, o algo así…).

El camino por la ruta 7 fue, sencillamente, inolvidable… unos 310km que hicimos en unas 5 horas aproximadamente. El límite de velocidad es complicado (zonas de 70/80/90km) pero la última parte se pone más dura por la subida de las montañas.

El auto que nos tocó (el más pequeñito de toda serie, iba a ser un VW Up pero terminó siendo el Peugeot 108) era automático. Pagamos un poco más y redujimos la franquicia de € 8000 a € 1500… todo un número para un lugar en que se ensañan con los turistas y cobran cualquier raspón (es vox populi en las redes sociales).

Y Mario que seguía llorando por las caravanas…

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A poco andar paramos en una estación de servicio a comprar un mapa carretero y algo para comer. Pedí agua caliente y me dijeron que podía usar «la del té», de una máquina de café… Creo que fueron los mates más caros de nuestras vidas: nos cobraron el equivalente al agua de dos tés (o sea, seguramente, 1/2 litro o menos), u$s 6.60!!!! NUNCA MÁS. Encima y por supuesto, agua hervida que había que esperar que enfríe…

El verde del paisaje al comienzo era apabullante, bosques tupidos que caen perpendicular a lagos y ríos y agua y más agua por todas partes… agua y verde, verde y agua… La temperatura externa rondaba los 21º, según el sol se escondiera o saliera, mezclado con la lluvia

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y, de a poco, aparecían las típicas iglesias de madera, tan características del interior de Noruega:

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A medida que subíamos y el pobre autito rebuznaba, aparecía el frío (llegamos a 6º), la nieve

las cascadas del agua de deshielo

¡y los animales!

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Perdimos la cuenta de la cantidad de túneles que pasamos, su longitud (reparé en uno, ¡4.2km!) y hasta ¡en espiral! Nunca visto… estrechos, bien estrechos, y en subida o en bajada… Momentos de relativo dramatismo…

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Y a la salida de uno de esos túneles, este paisaje de no creer…

Las fotos no son tan expresivas de la profundidad de ese fondo… azul, azul, verde, gris, blanco nieve… y todos los planos superpuestos. Para el recuerdo.

Pocos autos en la ruta, mucha caravana, algún que otro ciclista o ¡patinadora con bastones de esquí!, un viaje muy muy tranquilo, disfrutando de mi música con el teléfono enchufado, placer total.

Llegamos a Aurland y lo esperado: no era tan fácil el tema del alojamiento «espontáneo». En un camping, por ejemplo, nos pidieron u$s 78 por una cabina (así le llaman a una carpa de madera), sin baño privado… Una habitación en una casa de huéspedes, el equivalente a u$s 150… no tuvimos más remedio que quedarnos, eran casi las 5pm y lo pagamos con todo el dolor del alma. Por suerte, tiene desayuno y baño privado ¡¡!!, aunque de dimensiones liliputienses:

Ja ja, Mario no entra parado… Delicias de los viajeros, compensados con un nuevo y rotundo picnic en la habitación (¡encima pagar u$s 27 por una pizza margarita!, ni locos…) y, desde luego, con estas imborrables vistas desde el balcón de la habitación: