Copenhagen IV

24JUL2016

Despacito, despacito, nos acercamos al final del viaje. Y parece que ya entramos en otro ritmo, porque los dos nos quedamos dormidos profundamente hasta casi las 8am. Por suerte, eso no nos impidió concretar el plan de salir de Copenhagen y hacer dos visitas en localidades cercanas (unos 40′) y muy accesibles desde aquí.

Lo primero fue tomarnos un tren desde la Estación Central hacia Helsingor, en la punta noreste de la isla de Zealand, donde está la propia Copenhagen. Para estos viajes de hoy compramos un ticket de 24h «all zones», que incluye esta área grande.

Como es habitual en el continente, los trenes fantásticos, limpios, nuevos, puntuales… en suma, todo lo que uno querría tener.

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Helsingor tiene una locación estratégica, por el estrecho pasaje de mar entre Dinamarca y Suecia (alguna vez todo danés) y por el que Dinamarca cobraba «Sound Dues», eje de sucesivas disputas con otras potencias que terminaron virtualmente con la negativa de EE.UU. a pagar esos derechos.

En la actualidad, los daneses cruzan a Suecia a proveerse de mercaderías más baratas (en especial, el alcohol); la costa sueca se aprecia como la otra margen del Paraná, verdaderamente muy cerca.

El tren va en dirección norte, bordeando el mar, pero escasamente se lo ve por la tupida y verde vegetación. Además, el pueblito de Helsingor tienen su encanto por las calles de piedra y una arquitectura medieval que todavía conserva en su casco y que, después del objeto principal de la visita, recorreríamos brevemente.

¿Cuál era ese objetivo? Kronborg Slot, conocido como «el castillo de Hamlet»porque la acción de la obra de Shakespeare transcurre en Elsinore («Helsingor», en danés).

Una rápida investigación en internet para saber realmente qué había pasado (si Shakespeare conocía el castillo, qué tipo de inspiración había tenido) no arrojó demasiada luz. Parece que algunos de sus actores habrían estado aquí y le habrían brindado detalles que luego sirvieron a los fines de ambientación. Las guías y panfletos no ayudaban demasiado («WS made the little Danish Royal Palace in Elsinore world famous when in 1603 he published the much-loved play about the tragic fate of the Danish prince Hamlet», bla bla bla). Luego, en unas pantallas interactivas, nos enteramos de la autorización a un investigador para cavar en ciertos sótanos en busca de los manuscritos de Shakespeare que resultó en una bolsa de cenizas indescifrables.

Lo cierto es que, más allá de esta historia, el castillo es muy bonito, no sólo por su estilo renacentista muy armónico sino por su emplazamiento

al lado del mar y en medio de barracas fortificadas:

Pero además el castillo tiene una historia muy romántica, porque el rey que lo mandó construir (Federico II) estaba verdaderamente enamorado de su esposa Sofía (a quien desposó con apenas 14 años de esa joven), tuvieron 7 hijos (uno de ellos, el importantísimo Christian IV), fueron felices, etc. etc. La construcción data de 1574-1585 y las áreas más importantes que se visitan son el patrio central:

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salas, dormitorios y bibliotecas

el gran salón de baile, en el que en función de los 400 años de la muerte de WS, se hacen representaciones de algunas de las escenas más importantes de la obra, como la de las fotografías (muerte de Gertrude y Claudius). Pude filmar «To be or not to be…», en este mismo salón.

Hay una larga tradición de representar «Hamlet» en «su locación», que se remonta a 1816, cuando se cumplió el bicentenario de la muerte del autor. Pero fue recién a partir de 1937 cuando Helsingor se puso realmente en el tapete mundial: actores de la talla de Laurence Olivier y Vivien Leigh se apuntaron para los roles principales… y ya se siguió:

La visita continúa con los sótanos

y la capilla (la única que se salvó de un gran incendio):

Afuera, los actores de la puesta conmemorativa saludaban y jugaban con los chicos:

Empezamos a irnos de Helsingor, con estos recuerdos…

Y nos tomamos el tren, desandando camino hacia el sur, hasta la estación de Humlebæk, desde donde caminamos unos 10′ hasta el Lousiana Museum of Modern Art … todo un hallazgo, un museo que resume su misión en «arte, arquitectura, paisaje», con un parque de esculturas impar… y una colección y muestras temporarias magníficas.

Obviamente es poco lo que podemos traducir en palabras, pero destacamos las esculturas (las hay de grandes conocidos como Moore o Giacometti, y de otros de los que jamás habíamos escuchado hablar):

que ¿compiten? ¿dialogan? con un parque sensacional, árboles cuyas ramas caen hasta el piso e impiden ver el tronco y el mar… ese mar…

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Y en el interior, más impacto, fascinación, rechazo… arte moderno, bah:

(aquí entrábamos en una habitación, de a cuatro, por un máximo de un minuto; parados en una plataforma, rodeados de agua y espejos y… el infinito… bello de bello)

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(esta hermosura de Picasso, en realidad, daba inicio a una muestra «Picasso before Picasso», con dibujos de estudio del pintor, de fines de los 1890s, cuando estudiaba en Barcelona; buena parte de esta obra está expuesta en el Museo Picasso de Barcelona)

… y para el final, recordando a Ciuro que siempre recuerda al alemán, un ícono de «… al final, todo es mercancía»:

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(Andy Warhol, por supuesto)

Nos volvimos a Copenhagen y nos quedamos a cenar en el restó BOB, de la zona del Meat Packing, cerquita de la estación donde nos habíamos bajado. Decidimos que la última cena merecía unas coronas más, así que allí fue el regalo de Normita 😉

Nos lo había recomendado Roberto, el guía del tour alternativo, y no tuvo desperdicio:

 

Y sí… llegó el final. Me levanté a las 5.30am para escribir esto… si no, ya no lo haría. En un rato desayunamos y a las 11am dejamos el hotel. El vuelo sale a las 4.25pm así que estamos más que cómodos.

Hicimos un viaje inolvidable, emotivo, distinto… costará volver de aquí. Vale sobradamente la pena juntar o destinar dinero para conocer Escandinavia, es tan fuera de lo común…

De poder hacerlo de nuevo, sin dudas sería en casa rodante; sin dudas. Todavía ante esa imposibilidad, nos tomaríamos nuestro tiempo para conseguir departamentos. Las comidas afuera son MUY caras y hay un punto en que -al menos para personalidades como las nuestras a las que, encima, les gusta «jugar a la casita»- le fastidia tener que pagar fortunas, a veces por porquería.

Nos vamos con el esplendor y la elegancia de Suecia (i.e., de Estocolmo, que es lo único que vimos), con la austeridad y la solidaridad de Noruega, con la alegría y el savoir vivre de Dinamarca (casi, de Copenhagen).

Y con esta imagen, que dice mucho más…

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Copenhagen III

23JUL2016

Otro día inolvidable en el «puerto de mercaderes»… qué ciudad fabulosa, llena de vida y de ganas de vivir… ¡bien! Tiene los índices más altos de felicidad. Lo que se ve en un día soleado de verano lo confirma. Trabajan 32 horas semanales, las horas extras son un símbolo de ineficiencia y están mal vistas, privilegian la vida en familia y el disfrute… unos hedonistas plenos.

A las 9am ya estábamos caminando… el plan del día era recorrer el Barrio Latino, la peatonal para pispear los negocios de diseño y, más tarde, prepararnos para nuestro «Tour alternativo».

Pasamos por la Rundetaarn (Torre Redonda), aunque no subimos porque ya habíamos trepado la torre del castillo Christiansborg:

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pegada a la Iglesia Trinidad:

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y, desde allí, a la plaza Kurtorvet, mucho más linda de lo que se aprecia en la foto:

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Me encantan estos kioskos en la mayoría de las plazas… ¡son tan distinguidos!

Según la Guía Azul, la Catedral de Copenhagen era imperdible; sobre todo, por las esculturas clásicas de Thorvaldsen (mediados x. XIX), muy valoradas:

La peatonal más larga del mundo y una de sus plazas –Amagertorv– estaban muy animadas en sábado a la mañana

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Entramos en un par de esos negocios de diseño danés… ¡Sobresalientes! En algún punto, agradecíamos que todo esté TAN caro… ni nos planteamos la chance de comprar algo… De hecho, no nos hemos comprado ni un imán para la heladera… Tampoco es que andamos sufriendo, es otra realidad cambiaria y/o económica y a otra cosa. Bastante que nos hemos anestesiado al dolor de gastar lo que gastamos en atracciones, transporte, alojamiento y comida… Ningún sufrimiento.

Volvimos al hotel a descansar un rato antes del tour. Lo habíamos contratado en ocasión de hacer el Free Sandemans’ Tour, éste era el «Tour alternativo»: «Más allá de los hipsters y puestos de helados, hay una historia asombrosa para contar acerca de la escena ‘underground’ de Copenhagen y de las personas que la hicieron y aún hacen genial. Esta es una historia de un mundo totalmente diferente, cuestionando el status quo social, político y cultural». Así reza la promoción y vaya que resultó atractivo. Quedamos asombrados y felices de haber contratado este recorrido guiado.

El punto de encuentro era la esquina del Hotel Plaza, pegado a la Estación Central de Copenhagen. Allí nos recibió Roberto, sevillano, músico y director de orquesta, haciendo un posgrado aquí desde hace 2 años; los 10 años anteriores estudió en Holanda.

Qué pena no poder (¿saber?) dibujar en este blog… haría el esquema de los barrios de Copenhagen que nos presentó Roberto, de manera muy gráfica y sencilla. Dibujaríamos un círculo central e inferior, dividido al medio por un canal: el semicírculo superior, la City; el inferior, Christianshavn; arriba de ese círculo, un abanico que, de oeste a este, tiene los siguientes barrios: Vesterbro (oeste), Frederiksberg, Nørrebro (norte), Østerbro  (este).

El recorrido empezó, justamente, en la Estación Central, construida en 1911 por un arquitecto de la tradición danesa que, precisamente, indica que quien se ocupa de la construcción de un edificio se hace cargo de todo: proyecto, construcción, diseño interior… la verdad es que la armonía y la belleza del edificio, en su estilo «nacional romántico» (en la misma línea del ayuntamiento), están expuestas:

Saliendo de la estación, se ingresa en Vesterbro (barrio del oeste), cuyo surgimiento fue producto de desafiar la prohibición de construir fuera de las murallas de la antigua ciudad. Así lo hicieron, en general, los artistas: trabajaban en la ciudad y se afincaban en moradas humildes por fuera de las murallas, para no pagar impuestos y servicios. Lo propio hicieron los mercaderes que venían de Roskilde. De tal manera, fue surgiendo una población «extramuros» que, a fines del s. XIX, se aprovechó para expandir el proceso de industrialización.

En realidad, ¡salió mal! Las casas construidas eran mucho más sofisticadas e imposibles de afrontar por trabajadores rasos… ellos nunca fueron a vivir allí, por imposibilidad de adquirirlas o mantenerlas. Basta con verlas…

En cambio, esos trabajadores se instalaron precariamente en Nørrebro, Østerbro  o, todavía más al sur, en Amager.

Las casas vacías de Vesterbro fueron una tentación para los «okupas» del momento: fue así que el barrio se pobló de alcohólicos, drogadictos y prostitutas… o sea, la «zona roja».

Los turistas retroalimentaban el tema de la prostitución y de las adicciones (muchos sueltan sus frenos inhibitorios cuando no están «en casa»), especialmente en los ’70 (1970s).

A fines de los ’80, el ayuntamiento decidió un rediseño urbano: promovió la reubicación de familias jóvenes en el barrio, prometiendo facilidades financieras y, sobre todo, seguridad.

Una primera etapa privilegió la represión de la prostitución y las adicciones. Al no dar resultado (la prisión no era efectiva y duraba poco; las multas no podían cobrarse), se pasó a una etapa de inclusión que abarcaba apoyo higiénico (provisión de drogas y utensilios para drogarse sin riesgo), clínico (tratamientos), psicológico (terapias para las adicciones) y laboral (reinserción); en oras palabras, un programa completo que, a la postre, dio resultado.

Hoy quedan solo 2 cuadras del barrio rojo (las más cercanas a la estación central). El resto de la calle Istedgade se lleno de hoteles y hostales de muy buenos servicios y a muy buen precio, promocionándolos con buena reputación, de modo que un turista «promedio» se aloja e invade esa zona.

Tanto la iglesia de Santa María como Mændenes hjem (hogar de la humanidad) ofrecen refugio para indigentes y adictos.

[Canallas queridos… lamentamos habernos topado con esto en el medio del barrio, muy ostensible:

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Nuestros compañeritos del tour -españoles y mexicanos- no lo podían creer… obvia referencia a Messi]

De repente, Vesterbro se convirtió en el barrio más caro (todos quieren vivir ahí) pero, al propio tiempo, el más recatado. Reina allí una estética hipster, esto es, una subcultura urbana que no necesita aparentar, que rehusa de la ostentación y el brillo pero, al propio tiempo, hace un culto de la calidad, la buena vida, el disfrute… clases medias acomodadas, medias-altas, que gozan de bienestar, comodidades y ciertos placeres, pero sin alardes.

Esas tribus han llenado el barrio de negocios como, por ejemplo, éste: Mikkeller, la fusión de dos amigos (Mikke y Eller) que se pusieron, a lo Breaking Bad, a probar con cervezas producidas artesanalmente. Tuvieron un éxito sensacional con un negocio pequeño pero que ofrece 40 clase de cervezas…

El éxito de estos muchachos fue tal que, no solo abrieron otro local en Copenhagen, sino que se han expandido por el mundo (España, Alemania, Tailandia, Colombia, etc. etc.) y han convertido a la ciudad en capital mundial de la cerveza artesanal. De hecho, hay bares que constantemente importan cervezas artesanales de otros lugares del mundo y esta oferta varía periódicamente. En general, todo bar ofrece variantes de cerveza tirada, todas ellas muy buenas. Con razón era tan rica…

El barrio comenzó a extenderse y, en ese trance, se topó con otro (en realidad, una comunidad separada; ayer mostrábamos la foto del ayuntamiento), Frederiksberg, de gran tradición aristocrática.

La convivencia entre ambos se supuso difícil, por lo que hubo políticas públicas destinadas a mitigar el impacto: por ejemplo, la construcción del Det Ny Teater («Nuevo Teatro»), en la calle límite de ambos barrios, con sendos ingresos y escenario rotatorio.

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Vesterbro es también el barrio del arte callejero, que se renueva constantemente:

y el antiguo y tradicional Club de Tiro se convirtió en un precioso parque para niños:

En este punto, ya entrábamos en el Meatpacking (donde cenamos la segunda noche) ,el antiguo mercado de la carne, el matadero.

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Al igual que ocurre en tantas ciudades, en algún momento los mercados quedaron en medio de la ciudad «extendida» y generando pésimas condiciones de salubridad. Al trasladarlo, se impuso un proyecto que convirtiera la zona en un recinto de ocio que respetara la estética del antiguo mercado. De ahí los azulejos blancos, los marcos azules, y toda esa estética de «frigorífico» que todavía luce.

Aquí hicimos una parada porque nos ofrecían un vaso de cerveza artesanal en uno de los locales… todos le dimos la bienvenida y seguimos, vía tren + metro (como se ve, el metro sin conductor… eso ya lo habíamos experimentado en Singapur… creo)

hacia Christianshavn. Esa «medialuna» al sur de la antigua «city» de Copenhagen es, en realidad, una isla artificial construida por Christian IV en el s. XVII, al perder Scania en manos de los suecos (i.e., al perder el dominio del Mar Báltico).

Con esa construcción, el monarca perseguía tres objetivos: i) disuadir a los barcos enemigos de navegar frente a Copenhagen (ahora quedaba solo un canal entre ésta y la nueva isla, por lo que esos barcos se exponían a una defensiva de ambas márgenes); ii) emular a Flandes, muy admirada por el rey; la isla está construida a imagen y semejanza de ciertos sectores de Amsterdam y con sus mismas técnicas de «ganar terreno al mar»; iii) dinamizar la actividad comercial, luego de la pérdida del Báltico, a partir de la creación de una zona franca o de libre comercio que atrajera a los alemanes a instalarse en Dinamarca. El rey no cumplió sus promesas y esas inversiones no vinieron, pero los otros objetivos se cumplieron.

 

Y ahora sí, listos para entrar en Christiania… o de cómo los hippies se apoderaron de una base militar en los años ’70.

Entramos por la puerta trasera, para tener una mejor perspectiva de las zonas a visitar:

un área de «bienvenida» y de aliento a «invertir en acciones de Christiania» (i.e., a hacer donaciones)

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Y todo lo demás fue entrar en el «Green Light District», una zona en la que no se permiten fotos y en la que hay puestos de venta de drogas «blandas» (marihuana, hachís, cocaína), a cargo de personas encapuchadas o disimulando de alguna manera su cara… Circula una cantidad impresionante de gente, de todas las edades y nacionalidades, en general husmeando y/o consumiendo alcohol y drogas.

¿Cómo fue la historia? Rodeados de «fumata» (literalmente), Roberto nos contó sucintamente los hechos: en ese lugar había una base naval, con sus depósitos y las casas de los oficiales. En un momento determinado la base naval se muda hacia otra zona de la ciudad y ese espacio queda abandonado durante dos décadas. Los niños de los barrios aledaños comenzaron a usarlo como parque hasta que, en 1971, un periodista y activista social publicó un artículo denunciando los valores «occidentales» de materialismo y acumulación de riquezas e incentivando a la construcción de una sociedad sin gobierno ni autoridad y que viviera, con lo mínimo, en lugares abandonados, por ejemplo, en la base naval. El artículo se propaló como reguero de pólvora y se llenó de hippies daneses. El gran hallazgo de estos hippies fue mantener el lugar «abierto a la comunidad», que el resto de la sociedad «entrara y viera» y, así, ganar en popularidad. Además, sumaron la oferta de artesanías, la barra de bares, conciertos, el ocio de fin de semana para muchos daneses que, lejos de verlos como «gente peligrosa», los considera «peculiares», «pintorescos».

¿Por qué no entra la policía? ¿por qué no desalojan? ¿por qué no condenan el tráfico de drogas? Precisamente por ese favor popular. En algún momento todo se complicó: los dealers introdujeron la heroína, LSD, crack y otras drogas «duras». Allí la cosa se puso espesa pero fue la propia comunidad la que se autorreguló y echó a las «mafias». Hay un pacto no escrito de «say no to hard drugs«. Se gobiernan con el «sentido común» y a través de asambleas organizadas para diversas «tareas».

Con el tiempo, hicieron una movida para adquirir las tierras a la ciudad (hoy muchos son propietarios «comunitarios» gracias a esas donaciones que masiva y espontánemente realizaban los demás vecinos), pagan alquileres, la luz y el agua. Son 850 los habitantes de Christiania. La policía entra, rara vez, y con un objetivo concreto (por ejemplo, atrapar a un delincuente que intenta esconderse allí). Hay un pacto de tolerancia. Por lo demás, son la segunda atracción turística de Copenhagen… ¡después de la Sirenita! ö

La verdad es que nunca habíamos tenido a tanta gente drogándose tan cerca. El espectáculo de algunos es bien decadente, pero tampoco insoportable, ni mucho menos. Los «boleados» no son mayoría o no causan tanto rechazo. Diríamos que lo que más se veía era «chicos bien», fumándose un porro y tomando una cerveza. El olor picaba…

Fin de los servicios de Roberto (3 y 1/2 horas, contra las 2 y 1/2 previstas en los papeles), más que felices y satisfechos con estos tours de Sandemans’. ¡Los recomendamos vivamente!

Siendo más de las 6.30pm, empezamos a salir del barrio, no sin alguna pequeña travesura

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y aprovechando a los nuevos amigos mexicanos para que nos sacaran una foto:

 

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Caminamos libremente por Christianshavn, zona de barcos, lindos departamentos, gente haciendo sus picnics de sábado «a la noche»…

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Avanzamos hasta la zona inmediatamente contigua de «street food» donde habíamos estado la tarde anterior

pero la cantidad insana de gente y nuestra «multitud-fobia» nos impidió, sensatamente, quedarnos allí para cenar. Fue así que retornamos cruzando el puente, vía la irresistiblemente fotogénica Nyhavn,

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a comprar comida y hacer nuestro picnic exclusivo en los jardines del hotel… Tanto mejor 🙂

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Copenhagen II

22JUL2016

[Esta mañana puse el despertador temprano para avanzar con el diario de ayer… a medianoche me doblegó el sueño y el cansancio, así que lo dejé para hoy. De cualquier modo no terminé y es ahora, 6pm, que estoy escribiendo ambas entradas]

Otro día bendecido de sol, buena temperatura (27ºC… los daneses ¡desnudos!, ja ja, de hecho vi a varias mujeres en las playas urbanas haciendo topless y a gran cantidad en el agua).

A las 9.30am ya estábamos sobre ruedas. ¡Había que aprovechar el alquiler de las bicis, que vencía a las 5pm de hoy!

A esta hora podemos decir que tenemos nuestros apoyos destrozados… pero de nuevo felices; pocas cosas hay que se comparen con disfrutar de una ciudad en bicicleta, con todo pensado para que el ciclista sea un verdadero privilegiado y con este buen tiempo…

Prácticamente no paramos… creo que unos 15′ en la Ópera y una media hora a eso de las 2.30pm en el hotel, para cargar energía e ir cómodamente al baño. El resto… pedaleando.

Hicimos una vuelta gigante en contra de las agujas del reloj. Lo importante era disfrutar y no atarnos a un «libreto» (mapa), pero quisimos tener un vistazo de la mayor parte de los barrios. Así que empezamos para el noreste, con estas bellas iglesias, siempre tan armónicas en su estilo:

pasamos por el Museo Nacional de Arte

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y una cantidad de parques que no fotografiamos por toda la zona Nørrebro. Por el norte y el hacia el oeste nos encontramos con Frederiksberg y su ayuntamiento

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Trepamos (¡ha de ser la única colina y la encontramos nosotros!) hasta el palacio de Frederiksberg y el Zoo, pero decidimos que no valía la pena una visita (odiamos los zoológicos). Bajamos en dirección sudoeste, pasamos frente a la cervecera Carlsberg (que invitaba a las visitas guiadas de degustación pero para nosotros, a esa hora, cerveza/bicicleta/sol era una pésima combinación. Pasamos de largo y gran bicicleteada hacia el este otra vez (todavía sin cruzar el mar) por la calle Ingerslegade; tomamos el primer puente que cruza las vías del ferrocarril hacia el sur y ahí nos topamos con el centro comercial Fisketorvet. Parada obligada al baño y a comprar un té helado para hidratarnos.

Apenas salir del shopping es encontrarse en medio de la ultramodernidad: una autopista para bicicletas inimaginada:

edificios novísimos y hermosos

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con piletas demarcadas en el mar

Ya enfrente, en Islands Brygge, más gente disfrutando y disfrutando del mes de julio y del sol:

¡y  «el pato» de Mario soñando con este trampolín!

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Por atrás de otros nuevos canales más al este, terminamos entrando a Christiania (tour alternativo de mañana, así que lo reservamos) y, otra vez afuera, desembocamos en la nueva ópera… aquí hicimos un descanso y «tiramos» unas fotos:

Más hacia el oeste otra vez, bien enfrente de lo que sería Nyhavn/Teatro Real, hay toda una plataforma llamada Papirøen en la que venden street food.

Allí hicimos tentempié de hot dog muuuuuuuy rico… una salchicha casera, nada que ver con la «de Viena», y con unos condimentos realmente distintos.

Para entonces, estábamos destrozados, por lo que volvimos al hotel por una media hora y ¡otra vez a pedalear! Entre 3.15pm aprox. y 4.45pm (en que devolvimos, también en el hotel, las bicis), reiteramos el barrio elegantísimo de Amaliensborg y el Parque Churchill, dimos varias vueltas alternativas y no pude resistir la tentación de volver a fotografiar St. Albans Church, la iglesia anglicana:

 

[Estamos haciendo un descanso entre 5pm y la hora de la cena… será picnic en algún lugar frente al mar, con nuestro vino francés comprado en el free shop de Oslo y lo que encontremos de street food 😉 ]

 

Para terminar el diario, más fotos de una ciudad preparada para el auto eléctrico:

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alquiler de bicis por todas partes:

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¡y qué lindas todas estas bombitas «retro-pero-led»… todas juntas… qué pena no poder llevarme unas cuantas…

 

 

Copenhagen I

21JUL2016

Primer día completo en esta atrapante ciudad… ¡qué día inolvidable pasamos! Lo marcaremos en el calendario.

Luego de desayunar, partimos lentamente por «la peatonal más larga del mundo» –Størget– hasta el punto de encuentro de los tours gratuitos de Sandemans, al lado de la fuente del Dragón, frente al Ayuntamiento de Copenhagen.

Ya en nuestra caminata aprovechamos el día bri-llan-te para sacar fotos: la arquitectura magnífica del Hôtel D’Anglaterre, en la plaza Kongens Nytorv, increíble (luego nos enteraríamos que funciona allí un hotel de lujo, donde paran todas las celebridades que visitan Copenhagen, € 3500 la noche):

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la plaza Højbro, muy amplia y animada, no obstante que eran apenas las 9am y poco, con cafés, restós y grandes tiendas:

y, más adelante, el Ayuntamiento, destino en el que desembocamos directamente:

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Ya en esta plaza de la Rådhus se destacaban los paraguas y chombas rojos de los chicos de Sandemans’. Nos anotamos para el tour en español y como teníamos unos 20′, entramos al edificio del ayuntamiento para conocer el gran salón principal, análogo al de Estocolmo y al de Noruega:

En una sala contigua se exhibe el «Reloj de Jens Olsen», una obra impresionante de principios del s. XX y que «pone en perspectiva nuestra percepción del tiempo y de la tecnología en más de un sentido». Una de las ruedas completa su rotación en 25.753 años, por lo que casi no se ha movido; otra, en apenas 10 segundos… La vertiginosa obsolescencia actual pone en crisis este reloj… También nos dice algo respecto de cómo las diferentes épocas se relacionan con el diseño tecnológico: «en éste, la funcionalidad está expuesta; en el diseño contemporáneo, se tiende a esconderla»…

Hablando de relojes, se nos hizo la hora, así que salimos otra vez a la plaza a encontrarnos con el grupo y su guía, Pedro, un profesor de Historia de Salamanca, 28 años, viviendo hace 3 en Copenhagen… por y con su novia danesa.

Estos tours (de los cuales hemos hecho afortunadamente varios… Berlín, Munich, Edimburgo, Dublin) comienzan siempre con una foto del grupo que ellos suben a facebook (los que tengan, parece que es «sandemansnewcopenhagen»; allí me verán al lado del de rojo y Mario atrás). Mayoritariamente españoles (Salamanca, Murcia, Córdoba, Madrid) y algunos pocos argentinos.

Empezamos con una descripción de la plaza y del edificio del ayuntamiento, que -una vez más- luce en estilo «romántico-nacional-renancentista-italiano-parecido-a-Siena». En la torre destaca la figura dorada del Obispo Absalon, el personaje más importante de toda la historia de la ciudad y que se repetiría en sus homenajes en varios lugares.

Concretamente, se trató de un obispo/guerrero/estratega. La capital de Dinamarca, allá por el s. XII era Roskilde, y él mandó construir murallas y una fortaleza en el espacio de Copenhagen (1167; København, «puertos de compras»). Libró una batalla «religiosa» contra piratas alemanes y, básicamente, se hizo del dominio del Mar Báltico en un lugar estratégico entre ciudades importantes: la propia Roskilde, al oeste en Dinamarca, y Lund, al este en Suecia (Skania). La importancia del accionar de este personaje se extendería por 500 años de esplendor danés.

Desde esa misma plaza se ve la entrada a Tivoli, el parque de diversiones más antiguo del mundo (1843), hoy venido un poco a menos y nada representativo (i.e., totalmente prescindible) para dos dummies como Mario y yo 😉

En Størget (la peatonal por la que habíamos llegado caminando) estaban las antiguas murallas de la ciudad, pero dos incendios de dimensiones a fines del s. XVIII y principios del s. XIX no dejaron rastro. De hecho, toda la ciudad es posterior a esa fecha, no hay edificios antiguos, el fuego lo arrasó todo (con excepción de la Rundetårn, de 1642).

Como nos suele suceder respecto de países de los cuales tenemos poca idea, recién en este viaje nos desayunamos con que Copenhagen está en una isla y, su parte «real», también es una isla… Llegados a la plaza Nytorv («ny» significa nuevo; plaza nueva), Pedro nos hizo una prolija explicación de la incidencia de la geografía nórdica en su historia… verdaderamente interesante… Al oeste, Jutland es la única parte de Dinamarca unida al continente europeo; más al oeste tenemos a Gran Bretaña y al mar del Norte.

Groenlandia y las Islas Feroe, al noroeste, terminaron independizándose pero mantienen una suerte de protectorado con Dinamarca; no pertenecen a la UE.

En Fionia se destaca la ciudad de Odense, lugar de nacimiento de Hans Christian Andersen, célebre autor de cuentos inmortales: Sirenita, Patito Feo, Soldadito de Plomo y tantos otros…

En Sealand, la isla mayor y más importante, allí mismo donde estamos, se encuentran las dos capitales históricas de Dinamarca: Roskilde (la capital «vikinga») y Copenhagen.

La etapa histórica más trascendente de Dinamarca sobrevino con la reina Margarita y la Unión de Kalmar (Dinamarca + Suecia + Noruega, más vastas extensiones de las actuales Finlandia, Rusia, Alemania, Groenlandia, etc.), todo el control marítimo.

En 1675 se independiza Suecia y, para entonces, «todo fue cuesta abajo» (por la pérdida del control del Báltico), luego el avance de Napoleón, la guerra de Gran Bretaña contra Francia y ellos en el medio… derrota tras derrota, en medio e increíblemente tuvieron un siglo de oro en la cultura, el XIX, con personalidades tan descollantes como el propio Andersen y el filósofo existencialista Søren Kirkegaard, además de pintores y escultores no tan conocidos pero no por eso menos significativos.

Como buen profesor de Historia, Pedro abundó en detalles sobre la neutralidad danesa en las guerras mundiales, la invasión nazi, la «suavidad» de esa invasión en función de ser «rubios y de ojos azules» y tener alimentos… la firme determinación de Dinamarca en el salvataje de judíos y la pronta vuelta a la «normalidad» después de la finalización de la II Guerra. En 1973 ingresaron a la UE pero sin asumir el euro y manteniendo, en cambio, la corona danesa (DKK).

Según nuestro guía (ratificado por un danés que vive en Argentina, parte del tour), entre Noruega, Suecia y Dinamarca no existen rivalidades, no son pueblos tan rencorosos. No obstante, los daneses se sienten más «amigos» o «afines» a los noruegos (se entienden incluso hablando cada uno en su idioma). Hay más bien una «hermandad nórdica» y son «menos amigos de las diferencias» que otras culturas.

Seguíamos caminando por la Copenhagen medieval y bien vieja

hasta llegar a la casa natal del fundador de la cervecería Carlsberg, con sede aquí en Copenhagen, la cuarta cervecería de producción mundial:

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El tour pasaba por la estatua ecuestre del Obispo Absalón

y a cada rato teníamos testimonio de una ciudad «patas p’arriba». Están ampliando el subte, obras que terminarán supuestamente en 2019:

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Pasamos por una iglesia hoy convertida en centro de exposiciones y en un restó muy elegante:

y llegamos a la plaza más importante de la ciudad, allí donde tuvimos nuestro primer encuentro al bajar del metro desde el aeropuerto, Kongens Nytorv («nueva plaza real», de «el» rey Christian V, el gran constructor de edificios reales), también tapada de obradores y andamios, por las obras del metro. Será (como ya lo es hoy) la estación neurálgica donde confluirán cuatro líneas de subte.

En la esquina detrás del bello kiosko de la foto, el tour para unos 10′ técnicos en múltiples sentidos: es un café de cadena en el que nos hacen descuento, baño y un representante de Sandemans’ que vende otros tours, «específicos». Nosotros contratamos, abierto, un «tour alternativo» que nos llevará por… ¡suspenso! Lo tenemos abierto para alguno de estos días a las 3pm, desde la estación central.

Desde el café eran dos pasos hasta Nyhavn («y» como en la «u» francesa, más o menos, y «v» como «u», más o menos… todos coincidían en la dificultad de la pronunciación del danés… ¡ah! y significa «puerto nuevo»). Como ya sabíamos, las cuadras más emblemáticas de Copenhagen. Se construyó alrededor de 1670 y, desde entonces, pasó de la más obvia zona «roja», con marineros, bares y prostitución, a esta meca del turismo mundial, con bares, restós, barcos-bares-restós, barcos-faros, etc. etc. «Toda la onda», como dirían los chicos… bello bello.

Por una calle lateral y hacia el norte ingresamos en una zona de edificios señoriales, extremadamente elegantes, mandados a construir por Federico V en 1760 precisamente para los nobles; en el medio, un conjunto de cuatro palacios interconectados subterráneamente que, a raíz del incendio del palacio real de entonces, terminaron siendo nueva (y actual) sede de la monarquía.

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(hay que imaginar una plaza redonda, con Federico V en el medio, y cuatro palacios de este estilo alrededor).

Antes, nos habíamos cruzado con el final del cambio de guardia (muy parecidos a los ingleses, salvo el rojo):

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Mirando desde el caballo de Federico, se encuentra la «Iglesia de Mármol» (oficialmente es Frederikskirken), luterana, con cúpula que semeja claramente a Roma y una larga historia de muerte del arquitecto y falta de dinero para comprar el mármol; la construcción terminó casi dos siglos después, gracias a los fondos de un empresario, en piedra caliza:

En las antípodas se ve la «Nueva Ópera», inaugurada en 2005 y fondeada por € 500 millones del propietario de Maersk (¿todos vimos los contenedores, no?), la empresa más grande de Dinamarca, el empresario más rico de Dinamarca… libres de impuestos. No se puede entrar a visitar, a diferencia de la de Noruega. Sólo para asistir a conciertos; la temporada de ópera comienza en otoño…

(la foto permite ver la iglesia de un lado y la ópera del otro).

Hasta aquí llegó el tour, aplaudimos y dejamos nuestras propinas a Pedro, y seguimos por nuestra cuenta más hacia el norte, a ver la famosa «Sirenita»… una estatua quizá insignificante, donada por el dueño de Carlsberg, pero todo un ícono de la ciudad:

La zona se completa con un paseo marítimo precioso, con grandes yates y, hacia el norte, un parque bello de bello, con la única iglesia anglicana y esta fuente descomunal:

Desde este parque volvimos al barrio elegante, no muy lejos de nuestro propio hotel (no nos cansaremos de valorar lo super bien ubicado que está).

Ya era hora de incursionar en uno de nuestros sueños en este viaje. Hasta ahora, los «sube y baja» de las ciudades o pueblos nos habían desalentado… Copenhagen es plana total… así que… ¡IDEAL para la bicicleta!

Las alquilamos en el propio hotel, a 115DKK por 24h (por lo que comparamos, parece una excelente tarifa), cada una obviamente. FE-LI-CES. Uno de los dineros mejor gastados. Arrancamos a las 5pm y las dejamos a las 9.30pm, cena incluida…

Van algunos puntos de un trayecto ad libitum: puente nuevo hacia Christianshavn

justo el momento del puente levadizo:

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playas urbanas en la moderna Christianshavn

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el complejo Christianborg en la pequeñísima isla de Slotsholmen (la denominada «City»)

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y desde esa misma torre, trepados en ascensor (¡gratuito!), vistas con señalamientos muy oportunos para reconocer edificios:

En la misma isla, la biblioteca real y su ampliación, el «diamante negro»… una piedra de modernidad «tirada» entre los palacios reales:

y desde allí mismo, unas vistas increíbles a Christianhavn:

TODO está preparado para bicicletas: senderos, semáforos ¡y «guías» para subir una escalera!

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Pasamos por el ayuntamiento otra vez y aprovechamos para sacar fotos con luz de frente:

 

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Terminamos en Vesterbro, el barrio del oeste, cenando en la zona denominada «Meatpacking» (como en NY). Sería más o menos Halmtorvet entre Kvægtorvsgade y Høkerboderne. Pedro nos había recomendado Chicky Grill (Halmtorvet 21). Llegamos ahí entre mapa y la app «Heremaps» (offline, ¡excelente!) y… ¡cerrado de vaciones entre el 18 y el 25! ¡Qué mala suerte! Por los carteles, pintaba verdaderamente conveniente.

Nos quedamos por ahí (ya eran las 8.15pm, hora de comer)… con nuestras bandejas, carne asada (pollo y cerdo), ensaladas (repollo, papas) y cervezas, apenas un poquito menos ricas que las de Alemania e Irlanda 😉

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¡Todos los lagartos daneses y turistas al sooooooool! A las 9pm… de no creer. Vuelta al hotel. Qué felicidad la bici…

De Oslo a Copenhagen

20JUL2016

¡Feliz día del amigo! Cuántos lindos mensajes, cuánta linda gente reunida de distintas formas…

Esta mañana empezamos a sentir la cuenta regresiva… última mañana en Oslo, brillante de sol. Desayunamos y, aunque no me sentía del todo bien (floja… con dolores musculares… vieja, bah), allá fuimos: nos quedaba la visita guiada por el Ayuntamiento de Oslo, un must-see gratuito (o sea, must-see2).

A las 10am comenzaba la primera; llegamos puntuales. El estudiante universitario que nos tocó de guía era sencillamente un encanto. Idéntica experiencia a la vivida en Estocolmo… habrá que probar la visita de Copenhagen.

Noruega obtuvo su completa independencia (de Suecia; antes de Dinamarca) recién en 1905. En 1950 se terminó el edificio del ayuntamiento, construido completamente por noruegos, con materiales noruegos y con constantes referencias a elementos nacionales. «Había que demostrar que podíamos hacer algo sin ayuda de los suecos y de los daneses», dijo nuestro guía. A cada rato hacía referencias muy graciosas y amenas, la verdad es que el recorrido resultó muy llevadero y entretenido.

El edificio es muy parecido al de Estocolmo (en realidad, el sueco es más lindo) y parece que el danés es del mismo estilo:

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Allí trabajan 450 empleados administrativos; es un edificio «en funciones» que, además, alberga a todos los funcionarios electivos de la ciudad (alcalde -una mujer ahora mismo-, 59 representantes, etc.).

El salón central se utiliza para los más variados eventos: casamientos, entregas de diplomas, acreditación de ciudadanía, cena que la ciudad brinda a los homeless antes de cada Navidad, eventos especiales…

y, claro, para la entrega del Premio Nobel de la Paz, todos los 10 de diciembre desde el año 1990. Aquí, el registro fotográfico del galardón a Obama:

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En esas ocasiones entran 1000 personas sentadas; en el medio y adelante, la familia real noruega.

Los murales (un óleo, varios frescos) están llenos de símbolos históricos y culturales: «trabajo, administración y celebración», el santo de la ciudad, mitologías de todo tipo, cuentos mágicos, el encuentro entre el campo y la ciudad, las guerras mundiales, la realeza, el exilio a Reino Unido y posterior retorno de los reyes por la II Guerra, el oeste y la riqueza ictícola versus el este y la riqueza agrícola (¡el edificio es de 1950 y el petróleo se descubrió en la década del ’60!), en fin… todo el edificio está cargado de significado y fue extremadamente interesante escuchar a un joven entusiasta y divertido.

Van otras fotos (aunque no muy buenas, sobre todo esta primera): más de Edvard Munch, esta vez de su etapa tardía y feliz, «El árbol de la vida», en un salón destinado a casamientos:

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vistas impresionantes al fiordo desde los salones principales:

y el equivalente a nuestro «concejo deliberante»

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La visita duró una hora (hasta las 11am); a mediodía debíamos dejar la habitación del hotel y emprender rumbo al aeropuerto. Antes, un paso por el «aula magna» de la Universidad de Oslo, cubierta de murales que Edvard Munch pintó especialmente para la institución:

Adiós Oslo… adiós Noruega… días inolvidables… muy impactados por esta geografía y, sobre todo, por esta sociedad.

Tomamos el Flybussen desde la terminal de ómnibus, a apenas 150m del hotel. Carísimo… 180NOK cada uno para el traslado al aeropuerto; es cierto que son 50km, pero…

Llegamos lo más bien y, al igual que lo ocurrido en Estocolmo (y de lo que me olvidé de escribir), volvimos a experimentar el imparable reemplazo del hombre por la máquina. No sólo hay que obtener la boarding pass por uno mismo (algo que hace rato ya se viene generalizando) sino, también, la etiqueta del equipaje, colocarla uno (como lo haría el oficial en el mostrador), pasarla por un escaner y subirla a la cinta transportadora… Help! 

Más todavía: arriba, en el embarque, cada uno pasa el código del ticket por un lector y se abren unas puertitas como las de ingreso a un subte. Ya no más el empleado que corta el cupón del pasaje o que apoya el ticket en el lector… Ay… cómo sigue cambiando todo.

Aterrizamos en Copenhagen lo más bien, una hora de vuelo. Día brillante de sol… desde el avión se veían los molinos de energía eólica, plantados en el mar:

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El tema del alojamiento en Copenhagen es complicado y carísimo. No pudimos conseguir departamento pero sí un hotel de una nueva cadena focalizada en la practicidad, la buena ubicación, el diseño… «Wakeup Copenhagen Borgerade» (Borgerade 9). Como dice la publicidad: Low prices, trendy design, central location. Todo es minimal y básico, pero estéticamente muy lindo:

[Para arquitectos, el proyecto es de Kim Utzon]

Desde el aeropuerto nos tomamos el metro y en 15′ estábamos en la estación Kongens Nytorv, a 3 cuadras y media del hotel. Ubicación in-me-jo-ra-ble. Estamos a dos cuadras de Nyhavn, un canal construido hace siglos para facilitar el acceso de los comerciantes al mercado y que hoy forma un conjunto de tres largas cuadras a lo largo, con casas pintorescas y típicas y barcos atracados; en todos los casos, ocupados por restaurantes, bares, pubs y discos, reventados de gente con un día tan bello:

Seguramente vendrán más fotos… estamos tan cerca, el lugar es tan irresistible… Continuamos hasta Inderhavnen (¡denme tiempo para averiguar si, como creo, esto es mar, río o qué diablos!) y nos topamos con el nuevo edificio del Teatro Real; en la otra margen, la Ópera.

Pasando el teatro y en dirección norte, una zona muy señorial con nuevas entradas del puerto y edificios antiguos pero puestos a nuevo. Ahí mismo, seguían disfrutando del sol…

nosotros también 😉

Aunque el sol y la luz lo desmientan, eran más de las 8pm… famélicos y cansadísimos de todo el trajinar del día, así que nos sentamos en Nyhavn a comer algo y a pensar en los días por venir 😉

Copenhagen, recién empieza…

Oslo III

19JUL2016

Buen día… algo nublado y «descomponiendo más tarde», según el pronóstico, así que el plan era actividades al aire libre, primero; visitas y museo, después.

Empezamos por un par de pendientes: la catedral, Oslo Domkirke, luterana, relativamente reciente y completada el siglo pasado. Algunos vitrales son del artista Gustav Vigeland.

Continuamos la caminata hasta la fortaleza y castillo de Akershus, otro punto espectacular para tener vistas panorámicas de la ciudad y del fiordo, así como para disfrutar de murallas y verde…

Fue allí y entonces que nos sentamos a leer algunos «pendientes» de la guía que nos prestó Mónica Recarte (las de la serie «Guía Azul», españolas, con buena cantidad de datos). Hay que entender que Noruega era uno de los países más pobres de Europa y, definitivamente, el más pobre de la región nórdica. Con el descubrimiento del petróleo en el Mar del Norte pasaron a ser la más rica, pero eso no la convirtió en «opulenta», ni muchísimo menos. Quedamos fascinados con el relato «Sociedad» de la guía y Mario me pidió que lo copie, para nuestro registro y para quien tenga interés:

«Merece la pena detenerse a examinar los hábitos y la mentalidad noruega. Desde luego, la gente está aquí en el siglo XXIII, pero no sólo por su nivel de vida, sino por la concepción tan avanzada que tiene respecto al cuidado de su propia sociedad, el infinito respeto al semejante y a la naturaleza, el desprecio, en cambio, por la ostentación y el despilfarro. En Oslo no hay pijos. Así como suena. A pesar del altísimo nivel económico, os costará ver jóvenes engominados ni mujeres enjoyadas aparatosamente, ni relojes demasiado grandes o brillantes. Tampoco abundan los supercoches, al menos a la vista; es muy común que gente que posee deportivos impresionantes los utilizan sobre todo para viajes largos en grupos de amigos, pero apenas para fardar por la ciudad.

«Si tenéis tiempo para ello, observaréis en el puerto deportivo de Oslo cómo gente que navega casi desde que nació, a sus sesenta años tiene un barco de vela o una modesta motora, ¡tan diferentes de nuestros presidentes de fútbol, que han visto el mar anteayer y ya se han comprado un pedazo de yate con el dinero de la especulación urbana! Y es que en Noruega también está mal visto despilfarrar combustible en unas pocas horas de navegación, además de su efecto contaminante.

«Casi todos los noruegos sacan en las conversaciones el tema de la protección de su medio. Allí, por supuesto, no se permite que un constructor arrase con sus monstruos de hormigón un paraje natural. Y no sólo por estética, sino porque tampoco se acepta que alguien emprenda una obra faraónica para su único provecho.

«En realidad, Noruega es uno de los países más socialistas que existen. Veréis que las casas de los más ricos no difieren mucho de las de las clases medias o bajas.

«Si tenéis la suerte de ser invitados a una cabaña en el fiordo de Oslo o en una isla en vacaciones, os sorprenderá comprobar que todas tienen su baño químico, porque no se puede verter nada al mar. Como consecuencia de ello, claro, abunda la pesca en unas aguas tan puras.

«Al contrario que en los países latinos, al escandinavo le importa bien poco lo que piensen los demás de su ropa -por supuesto, sin despreciar la higiene ni cierto buen gusto-, su coche, moto, barco, su pelo y, en fin, todas las apariencias. En cambio, también al contrario que en España o Italia, le eaterra que los demás censuren su conducta respecto al prójimo. Es decir, nadie con un cochazo -que hay pocos- o una moto aparca en Oslo en una acera o en segunda fila o en una esquina, porque se muere de vergüenza. Por supuesto, casi nadie tira papeles al suelo ni deja basura en una playa. No hay fábricas ni papeleras que echen sus residuos a ríos o al mar. Desanima pensar en cuándo llegaremos aquí a eso.

«Otro asunto importante es el alcohol. Fue prohibido durante la I Guerra Mundial y un referéndum en 1919 decidió la continuación de tal estatus. En 1932 se revocó la prohibición al comprobarse que ello no evitaba el alcoholismo en la población. Desde entonces sólo lo vende el Estado en régimen de monopolio en tiendas especializadas. Es carísimo y está prohibido beberlo en la calle. Andar por ahí borracho puede ser causa de detención, aunque veréis que hay bastante alcohólicos. En casi todo bar o discoteca hay algún beodo dando la tabarra.

«Lo que sí son otro modelo para seguir son las leyes noruegas sobre conducción y alcohol. Conducir con más de una cerveza encima puede ser merecedor de una multa astronómica, y con unas copitas supone 21 días de cárcel y dos años de retirada de carné. En Noruega no se concibe que un sábado un borracho te parta la espalda en un accidente, porque lógicamente se considera un crimen gravísimo, permitido solo en sociedades cavernícolas. Que en los fines de semana de España un 80% de las urgencias se deba a accidentes por culpa del alcohol les suena a los noruegos como a nosotros cuando vemos cómo se degüellan las diversas facciones en guerra en Liberia.

«Así, si asistís a alguna fiesta o cena, veréis que unos cuantos no beben; les ha tocado conducir luego al resto a casa. Y el que bebe, pues se gasta treinta euros de taxi. Y los controles de alcoholemia en las carreteras son muy frecuentes.

«Aparte de esto, ya hemos dicho que el noruego se viste correctamente, pero de manera casual, veréis varios ejecutivos yendo a la oficina con su mochila a la espalda.

«Es normalmente bien educado y relajado y el 90% de los empleados lo primero que hace es sonreir cuando un cliente se acerca. La sonrisa será todo lo falsa que se quiera, pero no deja de ser agradable.

«Tanto en la calle como en oficinas, bibliotecas públicas, organismos de turismo, correos, etcétera, os será fácil encontrar ayuda y orientación. En realidad, es bastante difícil apreciar algún tipo de crispación en las calles, al modo de lo que sucede en nuestras grandes ciudades.

«Veréis que el principal entretenimiento de la gente por esos lares es el aire libre. En verano navegan, pescan, andan o hacen excursiones. En invierno, en cuanto salen de trabajar se cogen el metro en Oslo, y generalmente en poco tiempo están en una pista de esquí o en un lago donde patinar, en muchos casos iluminados con focos si la noche cae pronto.

«La sociedad noruega está muy orientada hacia la familia. Progresistas en las leyes y en el fondo, los noruegos son conservadores y tradicionales en las formas. La Navidad, por ejemplo, es una fiesta muy importante, en la que las familias se reúnen en torno al árbol y a sus gnomos.

«Hasta hace poquísimos años apenas había pubs o discotecas en las ciudades, aunque ahora proliferan, sobre todo en Oslo. Tampoco se acude casi a restaurantes. Comer fuera decentemente en Oslo es muy caro, por lo que se celebran muchas cenas en casas de amigos.

«Cuando os inviten a una casa o acudáis a una comida o una cena, no empecéis a beber hasta que el anfitrión brinde -sosteniendo la mirada en la de los otros comensales- y exclame ¡skøll! Este brindis se repetirá sucesivamente a lo largo de la velada. Al parecer esta costumbre se remonta a la época vikinga, cuando los jefes sellaban así un acuerdo de paz o de alianza guerrera y brindaban sin apartar la mirada del frente, no fuera a producirse en esos momentos una traición.

«En Noruega veréis trolls por todas partes. Este personaje del bosque, que puede ser benéfico o pernicioso, está presente en la mayoría de las leyendas y cuentos de niños»

[Largo… pero tal cual; mutatis mutandi, España-Argentina, creo que cualquiera que venga por estos lares se sentiría identificado con las diferencias. Desde ya que no son una sociedad perfecta, el alcoholismo y los alguna-vez-leídos índices de suicidios (hace mucho que no lo escucho a esto) algo han de querer significar. También habría que ver como cuánto cuidan su país y «salen» con inversiones a hacer desastres ecológicos en el tercer o ulterior mundo… No lo sé, realmente… Da la apariencia de que éstos no, pero no lo sé…]

Continuamos la visita. No entramos al castillo (no estábamos particularmente interesados en un castillo medieval transformado en uno renacentista y había que dosificar los tickets de entrada ;). La visita por todos los lugares del fuerte al lado del mar (s. XIV, rey Haakon V; completado siglos más tarde) es gratis e incluye exposiciones temporarias, como la de esta escultora:

 

En cambio, pagamos con gran gusto la visita guiada a la Ópera de Oslo (100NOK cada uno; 1pm en inglés) para completar la maravilla que ya era su exterior y que no resistimos fotografiar otra vez… más allá del día bastante feo:

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Era un grupo bastante numeroso, guiado por una cantante de ópera jubilada que, lamentablemente, hablaba un tanto rápido. De cualquier modo, pudimos entender más que suficiente y lo que veíamos era tan poderoso que, en algún caso, sobraban las palabras…

Aparentemente, al concurso de proyectos para su construcción se presentaron 248 candidatos; el ganador fue el estudio de arquitectos Snøhetta, con sede en Oslo (también han ejecutado proyectos en Ground Zero-NY, San Francisco, Alejandría, etc.). Se inauguró en 2008 y como ya decíamos antes, evoca un glaciar.

Toda la idea del complejo es la «acceso libre»; de hecho, está abierta todos los días hasta las 9pm, gratis en las zonas «comunes» (explanada exterior, vestíbulos, toilettes, bar, restaurant, etc.). Desde su apertura han pasado por allí 12 millones de visitantes, todo un récord para un país tan pequeño.

Las entradas a los espectáculos de ópera y ballet oscilan entre € 80/70 para las plateas más adelantadas y € 50 para el resto. Hay 50% de descuento para niños y jubilados y funciones destinadas exclusivamente a público joven en las que se cobra sólo € 10. De este modo, han acercado el complejo a sectores antes refractarios a este tipo de espectáculo, para no mencionar que también se están abriendo a los espectáculos de jazz, rock y pop. Distribuyen por mitades las producciones de ópera y de balle.

Los materiales de construcción son piedra (mármol de Carrara), madera (roble americano) y vidrio. Toda la concepción está orientada a que haya un fluido pasaje entre la vida pública exterior y la vida artística del interior, entre el mar y la tierra.

En cuanto al mármol de Carrara, en el exterior se usaron 36.000 esculpidas a mano, numeradas y colocadas en forma de rompecabezas.

También en el interior hay paneles que semejan glaciares y en todo lugar (tanto en el vestíbulo cuanto en las salas) se ha cuidado primordialmente la acústica, como no podía ser de otra manera. No teníamos permitido fotografiar tanto, pero ahí va lo que se pudo: la sala para 1400 personas sentadas, el escenario principal (hay 3 en total, más los espacios que no se ven/muestran del detrás de la escena)

el interior del edificio, con sus oficinas administrativas (esto es lo que desde la terraza veíamos como un gran cubo; no tiene techo)

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la sala de ensayo del ballet

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y la de la orquesta

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Imposible describir con palabras la emoción que se siente arriba del escenario que, en realidad, es un espacio gigantesco, con puertas corredizas que aumentan o reducen el tamaño del espacio, todo insonorizado. Al cabo, el espacio da para tres salas (1400, 400 y 180 personas) que, hipotéticamente, podrían albergar espectáculos en simultáneo. De hecho, se hacen de a dos en simultáneo. Ni qué hablar de los talleres de costura, increíbles. Nada de todo eso se nos permitió fotografiar pero ¡felices!

En esta maratón de casi último día en Oslo (tenemos solo la mañana de mañana; 4.15pm vuelo a Copenhagen), tocaba la joya: la Nasjonalgallerietcon la mayor colección pública de pinturas, grabados, dibujos, esculturas de Noruega.

Allá nos dirigimos atravesando la calle principal de Oslo: Karl Johans Gate

pasando por el Parlamento

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la Universidad de Oslo y su Facultad de Derecho

La Galería Nacional tiene una colección permanente denominada «La danza de la vida», que presenta las obras más destacadas de la pintura y escultura noruega e internacional, en cronología desde la antigüedad clásica hasta 1950. Por supuesto, el mayor interés está en más grande pintor de Noruega de todos los tiempos: Edvard Munch, gran exponente del expresionismo, y su obra icónica: «El grito» (1893) robada y recuperada en 1994. Difícil traducir emociones, así que mejor…

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Y estas otras, también llenas de emoción:

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Estuvimos más de tres horas dentro del museo (hay una segunda parte, fantástica, de exposición temporaria, denominada Japanomania destinada a rastrear la influencia japonesa en el arte del norte de Europa a partir de la segunda mitad del s. XVIII). Buena parte de ese tiempo la pasamos sentados en la sala de las obras de Munch, leyendo interesantísimas interpretaciones de críticos de arte en internet. Placer total.

A la salida del museo me bajó todo el cansancio… el cuerpo dolorido, la cabeza «llena», era hora de volver un rato al hotel, previo a la cena que intentaríamos postergar para poco antes de las 8pm… en el mismo lugar de anoche ¡! Nos encantó y somos animales de mucha costumbre 😉

 

 

Viñetas…

Abonando a lo que transcribíamos de las características de la sociedad noruega, algunas cuestiones:

  • En la ciudad casi no circulan autos particulares, sólo transporte público y vehículos afectados a algún tipo de trabajo. La ciudad está dividida en tres anillos y a medida que se va ingresando en ellos, acercándose más al centro, se pasa por los arcos de peaje… más al centro, más caros… hablamos de unos u$s 5 aprox. sobre el final. No es broma; ni qué hablar del parking… carísimo y muy limitado.
  • El auto eléctrico es ya un lugar común: a cada rato se ven estacionamientos con la fuente de electricidad para cargar:
  • Y para los fans de los autos, va esta hermosura eléctrica:

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  • Los baños públicos son generalmente gratuitos (a diferencia de Suecia, en que había que poner la moneda, en general poco más del equivalente a u$s 1). Pero además, están todos impecables, con papel, jabón, agua tibia para lavarse las manos… de no creer. Va un ejemplo: playa pública, impecable; rollos de papel apilados sobre las paredes… ¡y nadie los robaaaaaaaaaa!

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  • Celebran a cada rato el arte; aquí, una expresión bien moderna:

 

 

Oslo II

18JUL2016

¡Que me cumpla feliz! ¡Que me cumpla feliz! Y sí, apenas 51… pero qué linda manera de pasarlo, de viaje, con mi amado compañero, en una ciudad tan distinta y serena como Oslo. Como me escribió una amiga, «cumpleañera fugitiva» 😉

Como se anunciaba buen tiempo y algunos museos estaban cerrados por «lunes», decidimos sacar una tarjeta de transporte (bus/subte/tranvía/ferry) de 24 horas (90NOK, casi u$s 11) y hacer todo lo que estuviera lejos en este día.

Lo primero, hacia el oeste de la ciudad, en subte

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hacia el Vigelansparken, un parque de esculturas a cielo abierto, del escultor Gustav Vigeland (1869/1943), quien fue sostenido por la ciudad de Oslo para que diseñara y construyera este parque a cambio de la donación de toda su obra.

El parque en sí mismo es un lugar precioso para caminar y gozar como lugar de esparcimiento.

Además de un museo dedicado a Vigeland, hay más de 200 esculturas apreciables en el parque, gratuito. Las hay de bronce:

las hay de piedra:

Y la más famosa de todas, en bronce, El niño enfadado:

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Nuestro día seguía en el extremo sudoeste de la ciudad, una península llamada Bygdøy, en la que se concentra un número importante de museos y, en su extremo sur, una playa (incluida una sección de playa nudista).

El plan era tomar el tranvía 12 hasta Aker Brygge (donde habíamos estado cenando la noche anterior), desde donde salían ferries hacia ese extremo de la península, pero cambiamos de planes al llegar y enterarnos que ese ferry no estaba incluido en nuestra tarjeta de transporte. De ahí que tomamos el bus # 30 que, de paso, llegaba hasta la playa:

Estábamos allí cuando se largó una llovizna bastante leve; muchos de quienes disfrutaban de la playa -incluidos los nudistas que veíamos de lejos- ni se movieron… ¡es gente verdaderamente especial con la sensación térmica!

Volvimos a la parada del # 30 a tomar el bus hasta el Vikingskipshuset, uno de los museos más populares de Oslo. De hecho, estaban todos los buses de turismo; el lugar, atestado de gente. Se trata de tres barcos vikingos del 900d.C. aprox. que, luego de haber navegado por el fiordo de Oslo, fueron enterrados como embarcaciones funerarias. Eran, efectivamente, tumbas, con los cadáveres de sendos personajes importantes de la época, así como alimentos, bebidas, perros, otros animales domésticos, artefactos y objetos de arte, considerados valiosos para acompañar al muerto en ese «viaje» a otra vida. MUY interesante de ver cada uno de los restos, en excelente estado de conservación:

Después de esta visita, estábamos agotados… eran más de las 2pm y decidimos hacer una escala en el hotel antes de seguir hacia los barrios del nordeste. Como justo venían a limpiar la habitación, aprovechamos para ir a conocer el piso 34, donde hay un bar, y más arriba, pileta, sauna, gimnasio.

Luego de reponernos un poco con unos tés y galletitas y, por mi parte, whatsappear agradeciendo saludos de cumple, salimos otra vez. Un tramo en tranvía, hasta la Olaf Ryøs Plass, para no «gastar tanta pierna» hasta allá. En la zona hay nuevos desarrollos urbanísticos innovadores en áreas antes desfavorecidas, como VulkanMathallen Oslo (un mercado en un depósito industrial reconstruido) y, siempre al lado de un riacho pequeño que baja hasta el fiordo (Akerselva) y que le da lindo ambiente al barrio, un centro de diseño y arquitectura.

Aquí es donde se concentra lo que a cada rato resumo como «multiculturalismo», con inmigrantes de todo el mundo, pero particularmente bangladeses (uy… ¿se dice así? ¡no tengo ganas de buscar en el diccionario! ¡no a esta hora!), paquistaníes, vietnamitas, chinos, somalíes

¡y latinoamericanos! Justamente nos encontramos con hermanos chilenos, de inequívoco nombre ídem: «el Patricio y la Macarena», recién casados, y «ayudando con el colectivo latinoamericano»

El resto de la tarde lo pasamos caminando las calles más movidas de Grünerlokka, hasta que -vencidos por el cansancio y algo de hambre- le apuntamos al restaurante elegido por mí: excelente reputación de comida, no tan caro, pescados y mariscos (siempre mis favoritos, sobre todo en estos países en que tienen una calidad sobresaliente). Se llama Fiskeriet Youngstorget (ubicado en Youngstorget 2) y, como la ocasión era especial, nos jugamos con una botella de sauvignon blanc francés delicioso…

Feliz, un año más 😉

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Oslo I

17JUL2016

Nos despertamos verdaderamente temprano en medio de la niebla… lluvia, niebla y vapor de agua de la catarata que, de mi parte, nunca vi. Mario salió anoche, cuando había despejado un poco, y aquí su registro:

El desayuno (recién a partir de las 8am) fue excelente, a diferencia de todo el resto del hotel… y el personal de esta mañana, también muy servicial.

Poco antes de las 9am ya estábamos en la ruta en dirección urgente a Oslo… queríamos cambiar de aire y de clima.

El viaje comenzó por montañas muy altas, con manchones de nieve, y despejándose. Luego vinieron los pinos de un verde intenso… todo el tiempo lagos, fiordos, agua… mucha agua siempre, y también lluvia, intermitente.

Con una velocidad máxima de 80km, varios tramos a 70km y menos (controles de cámaras por todas partes), en unas cuatro horas estuvimos en Oslo. Las carreteras son asombrosas: excelente estado de conservación, túneles y más túneles, inversión constante. Habíamos «actualizado» nuestro GPS y, sin embargo, cada tanto había una obra nueva que no reconocía, «recalculando» todo el tiempo.

A medida que nos acercábamos a Oslo, la carretera se ensanchaba, tenía cada vez más tramos con doble carril y aparecían los arcos desde los que se nos cargaba el peaje.

La llegada al hotel fue complicadísima. La zona por la que entramos está «patas para arriba» por obras, con lo que veíamos muy cerca el hotel (un Radisson Blue gigante, de 34 pisos) pero no acertábamos a dar con la manera de llegar. Finalmente lo logramos, hicimos el check-in y no dudamos en ir a devolver urgentemente el auto.

La oficina de Herz estaba en la estación central de tren (¡a solo unos 300m del hotel!), pero teníamos solo ese dato y no había manera de ingresarlo al GPS. Por lo demás, la oficina estaba en el hall central de la estación pero… ¿y el auto? La señalización era horrible y un trámite tonto se nos convirtió en pesadilla. Lo mejor era que yo bajara caminando y averiguara. La verdad, una atención horrible. Tuvimos que dar un giro gigante para entregarlo en un parking, a la vuelta de la estación. Una vez más, la señalización era pésima y, finalmente, apenas había un chico con una especie de posnet en la mano y tomando datos. No nos entregaron un solo papel de «recibí conforme»; los peajes, supuestamente, nos llegarán por e-mail y se debitarán de la tarjeta que habíamos presentado al momento del alquiler… Pura cuestión de fe.

Volvimos al hotel previo paso por el centro de turismo (en realidad, ya teníamos el material recogido en el aeropuerto a la llegada a Oslo y habíamos estado leyendo en el auto).

Oslo, 650.000 habitantes, la capital europea de mayor crecimiento demográfico.

Julio es un mes especial: la ciudad está vacía de sus vecinos por la fellesferie (vacaciones). Un noruego promedio goza de 4/5 semanas de vacaciones al año y toma buena parte de ellas en el mes de julio. De cualquier modo, hay muchos turistas y hoy, en particular, se percibía clima «de domingo».

El día se había compuesto y era una tarde preciosa. Acomodamos un par de cosas en el hotel, nos tomamos un té en la habitación y salimos a cumplir con la sugerencia de una de las guías actualizadas: recorrer la Havnepromenaden («Paseo del puerto»), inaugurada en 2015, 10km de longitud (finalmente hicimos 2/3 del recorrido, el otro quedará para otro día).

Para hacerse una idea, hay que pensar a Oslo en el sudeste de Noruega, orientada hacia el sur (desde ese sur penetra el Oslofjorden) y este paseo extendiéndose de Este (Sørenga) a Oeste (Flognerklen).

Bajamos desde el hotel hasta el extremo Este, pasando primero por el novísimo barrio Bjørvika, formado por edificios altos (una rareza por estas latitudes) de gran audacia. En el último tiempo Oslo ha vivido una transformación urbanística radical, un nuevo perfil de ciudad en constante crecimiento.

Desde ese puente que cruzamos se ve nuestro hotel (abajo se ven las vías del ferrocarril y eso explica la cercanía y excelente ubicación que tenemos):

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La zona es también la de la ópera («el» emblema de la ciudad moderna), que a su turno forma parte de un complejo urbanístico mucho mayor (barrios, museos, bibliotecas, todo al lado del mar) previsto para finalizarse en 2020.

Son infinitas las plumas, así como el despliegue de obradores:

Caminamos hacia el extremo Este, hasta la nueva zona de Sørenga, atravesando un puente flotante

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para encontrarnos con esos edificios de mediana altura y moderna arquitectura, con sus plazas, canales, bares:

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y en el extremo, «el mejor lugar de baño de Oslo»:

Hay que ver la sencillez de líneas y materiales y, al propio tiempo, la comodidad y versatilidad de estos espacios:

Desde ahí, volvimos sobre nuestros pasos en dirección Oeste y llegamos a Den Norske Opera & Ballet, el proyecto que lanzó a Oslo a la constelación de ciudades culturales de talla mundial. El conjunto evoca un glaciar flotando en la costa de Oslo

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y desde las «alfombras» exteriores se trepa hasta el techo…

Ya en el techo, las vistas son fascinantes:

Y el interior no le va a la zaga:

Una pena que la temporada de ópera sea a partir de septiembre/octubre… ¡estamos anonadados con este lugar!

Y así seguiríamos, ahora desde más adelante de la promenade:

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Más vistas al tiempo que avanzábamos en el recorrido y el edificio del ayuntamiento, donde se entrega el Premio Nobel de la Paz cada 10 de diciembre:

El «clima» era bien dominguero:

Y, ahí mismo, otro distrito modernoso en el Aker Brygge (embarcadero de un pequeño río que se forma a esa altura), con el Museo Astrup Fearnley de arte contemporáneo, en sí mismo toda una obra increíble:

Más gente loca bañándose… casi las 7pm y apenas 18º (si no menos):

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esculturas raras…

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fuentes raras…

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Y a más de las 7pm, nos venció el cansancio y el hambre. Moría por unos spaghetti, tagliatelle, penne o cualquier cosa de mi madre patria, así que terminamos ahí mismo, en ese paseo, en un restaurante llamado «Olivia». Salute!  Skål!  Cheers!  Prost! … ¡Salud!

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Último día en los fiordos…

16JUL2016

Amanecimos luego de nuestra segunda noche en Bergen y estaba llovizando… el cielo bien cubierto, cumpliendo el pronóstico. Emprendíamos nuestro último día en la zona de los fiordos y, en verdad, debemos sentirnos afortunados… Es una zona con maravillas naturales pero muy lluviosa. A veces pasan semanas y semanas bajo agua.

Partimos hacia el sudeste a eso de las 9am y, en un principio, parecía que limpiaba. Una ruta empinada y cerrada de pinos, con las infaltables iglesias:

Las inmediaciones de Bergen son muy industriales, suponemos que en función del puerto muy activo que tienen y los servicios que deben de prestar.

Cruzamos con un primer ferry Hatvik-Fusa un nuevo y bello fiordo: Bjørnafjorden… ¡son tantos! ¡tan magníficos!

Seguimos por la ruta # 552 bordeando el fiordo, cada tanto se veían las fish farms (criaderos de pescado), del estilo de los que habíamos visto en los fiordos chilenos:

Continuamos por paisajes de un verde intenso, como en casi todo este viaje, escuchando buena música y discurriendo sobre nuestros temas favoritos: si un curso de agua es o no fiordo; si es o no lago… a veces no queda muy claro cuán a nivel del mar estamos… y entonces empezamos a especular si los fiordos tienen marea alta o baja y ese tipo -¡quizá!- de burradas…

También nos pusimos a pensar cuánto nos había cambiado un viaje con la tecnología… estábamos en un auto de lo más bajo de cualquier serie y escuchábamos música sin conexión a internet de mis «listas» de Spotify, en una pantalla aparecían todos los datos de la canción y la foto del álbum al que pertenece. Anoche, en la habitación del hotel, teníamos un smart TV y Mario se puso a ver un capítulo de una de sus series en su cuenta de Netflix… ¡sorprendente!

Divagando sobre estas y otras cuestiones, llegamos al segundo cruce de ferry, Gjermundshamn-Årsnes, más largo que el anterior.

El tiempo empezó a empeorar, con lloviznas intermitentes. Tocamos Odda, desde donde sale el trekking maravilloso que no haremos; el frío se hacía sentir (al igual que en Bergen ayer y anteayer)

Empezamos unos buenos mates y seguimos. Fue una pena que el tiempo desmejorara tanto… a medida que el fiordo se angosta, los paisajes se hacen más bellos… aquí nos los perdimos…

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Hay un punto de confluencia de rutas… ¡bajo tierra! Y si no, basta ver esta rotonda en un túnel:

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Nunca visto… al igual que nos túneles en espiral, como subiendo la montaña, ¡pero adentro! Cosa de loco…

Ya llegando a Eidfjord comenzamos a sospechar que el hotel que habíamos reservado por booking.com no estaba precisamente en ese pueblo, como en cambio se anunciaba. Estaba a 18km de distancia, en el medio esos túneles en espiral, «con vista a la mayor catarata de la zona», 182m, etc. etc.

Llegamos en medio de una niebla feroz:

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Hace 3 horas que estamos y la catarata no aparece; el Fossli es un viejo hotel de montaña, muy venido a menos… en otras palabras, un error, que suma al día feo. Pero aquí estamos, poniéndole el pecho, escribiendo, mirando Netflix, leyendo y preparando la partida de mañana a Oslo.

¡Que no decaigaaaaaaaaaaa!

 

 

 

 

 

 

Bergen II

15JUL2016

¡FELIZ CUMPLE, LOLITA! Esperamos que el whatsapp que mandamos a tus 4am no te haya despertado… ¡o sí 😉 ! Va nuestro regalo de cumpleaños, directo de la Festplassen:

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Este mes viene de mucho cumple, así que a seguir festejando…

Otro muy buen desayuno… por mi parte, irreconocible: salmón rosado todas las mañanas y, en esta zona, una ensalada de camarones, apio y alguna cosa más que no identifico que es una delicia… ¡en el desayuno! En fin… cosas que uno hace de vacaciones, relajado y en «extraña jurisdicción».

Con este tema de la luz y mis trasnochadas escribiendo, dormimos bien poco y nos tomamos nuestro tiempo por las mañanas… Salimos en el bus de las 9.52am al centro, con nuestra tarjeta 24h que habíamos comprado la noche anterior. El día estaba bastante nublado y, en algunos puntos, amenazante; al final, abriría y terminaría siendo un día precioso…

Ciertamente Bergen no iba a hacerme sentir una rain monster… LP textual: «… es una ciudad preciosa y con mucho encanto… Lo malo es que llueve 275 días al año como mínimo». ¡Pues no nos tocó! ¡Hasta vimos algo de sol!

Bergen es la segunda ciudad de Noruega, la más bonita y con más «ambiente», otrora capital del reino (s. XII y XIII).

Como ya adelantábamos ayer, la zona céntrica es muy señorial, con grandes edificios que albergan museos de todo tipo (de arte, decoración, navegación, históricos, folkóricos, etcétera).

Asombra en este tipo de ciudad una peatonal tan ancha, con bellos monumentos:

y, a cada rato, el recuerdo de un «hijo» talentosísimo de la ciudad: Edvard Grieg (Peer Gynt y tantas otras bellas piezas… recuerdo un viejo CD con canciones lentas y tristes cantadas por Anne Sophie von Otter):

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La zona del puerto de Vågen sigue sin solución de continuidad y empieza a mostrar gran movimiento, con el mercado de pescado, frutas y recuerdos:

 

Apostamos a que más tarde escamparía un poco, así que nos perdimos por la zona que rodea la estación del funicular y postergamos esa subida. Son calles adoquinadas que serpentean y trepan, un barrio que a medida que sube abandona los comercios o la iglesia y aparecen casas antiguas en perfecto mantenimiento

y con los más lindos detalles para apreciar:

Largo y detenido recorrido por estas callecitas… una belleza. De ahí, es bajar y ya estar en medio del barrio de Bryggen («embarcadero»), donde volvemos a empalmar con el relato histórico. Parece que Bergen/Bryggen no sólo fue la capital durante un tiempo sino la ciudad más importante del país. En el s. XIII se escribe una historia de fuertes vínculos con una alianza comercial de ciudades alemanas («Hansa» y, de ahí, «Liga Hanseática») de la que Bryggen -un resguardado puerto marítimo- formó parte como principalísima sede extranjera. La prosperidad de esta unión y la importancia de Bryggen perduró hasta fines del s. XIX. Para entonces, todo el barrio era conocido como el «barrio alemán», así como sus costumbres, tradiciones e iglesia.

Poco comprenderían esos pobladores el odio nazi… en el propio Bryggen se visita la sede clandestina del grupo Theta, refugio de la resistencia, acribillados por los nazis cuando los descubrieron.

Entonces, la palabra «alemán» quedó proscripta y todo fue rebautizado tal y como se conoce hoy.

Se trata, entonces, de un barrio medieval, conservado en perfectas condiciones; tanto, que fue declarado Patrimonio Histórico Universal por la UNESCO en 1979, bajo el «Criterio III, ser y aportar un testimonio único o por lo menos excepcional de una civilización o tradición cultural desaparecida». Concretamente, se valoró que (i) es la única parte conservada de una factoría hanseática de ultramar; (ii) fue núcleo de desarrollo urbano de una región marginal de Europa; (iii) conserva vestigios del antiguo de tipo de edificios urbanos de madera, característicos del Norte de Europa.

Pruebas…

Entre las casas, unos estrechos pasillos que respiran aires de otra época y hoy albergan mayoritariamente ateliers de artistas, diseñadores de joyas, tiendas de chucherías turísticas

y patios interiores divertidos, con un bacalao

DSC01210y una cabeza embalsamada que recuerda una leyenda: la casa sería de un prestamista, cuando el deudor no pagaba se colgaba esta cabeza en señal de que «el señor feudal se estaba haciendo cargo de la mujer del deudor» 😉

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El olor a canela era irresistible, así que a eso de la 1pm hicimos un pequeño tentempié

Ya era hora de trepar a la montaña de Fløyen… en funicular de Fløibanen:

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Las vistas, sencillamente imperdibles, muy apreciables además gracias a que el día mejoró muchísimo

La bajada, por bellos senderos en medio del bosque que desembocan en la ciudad, en el barrio que habíamos recorrido primero a la mañana… total: 40 minutos bajando… buen ejercicio para rodillas y glúteos 😉  (en este preciso momento duele levantarse de la silla…)

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¡Qué vistas estas casas…!

La bajada nos dejó exhaustos, así que emprendimos el retorno al hotel… Hoy nos toca picnic pero, antes, sección «una imagen, más que mil palabras»:

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🙂