Oslo II

18JUL2016

¡Que me cumpla feliz! ¡Que me cumpla feliz! Y sí, apenas 51… pero qué linda manera de pasarlo, de viaje, con mi amado compañero, en una ciudad tan distinta y serena como Oslo. Como me escribió una amiga, «cumpleañera fugitiva» 😉

Como se anunciaba buen tiempo y algunos museos estaban cerrados por «lunes», decidimos sacar una tarjeta de transporte (bus/subte/tranvía/ferry) de 24 horas (90NOK, casi u$s 11) y hacer todo lo que estuviera lejos en este día.

Lo primero, hacia el oeste de la ciudad, en subte

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hacia el Vigelansparken, un parque de esculturas a cielo abierto, del escultor Gustav Vigeland (1869/1943), quien fue sostenido por la ciudad de Oslo para que diseñara y construyera este parque a cambio de la donación de toda su obra.

El parque en sí mismo es un lugar precioso para caminar y gozar como lugar de esparcimiento.

Además de un museo dedicado a Vigeland, hay más de 200 esculturas apreciables en el parque, gratuito. Las hay de bronce:

las hay de piedra:

Y la más famosa de todas, en bronce, El niño enfadado:

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Nuestro día seguía en el extremo sudoeste de la ciudad, una península llamada Bygdøy, en la que se concentra un número importante de museos y, en su extremo sur, una playa (incluida una sección de playa nudista).

El plan era tomar el tranvía 12 hasta Aker Brygge (donde habíamos estado cenando la noche anterior), desde donde salían ferries hacia ese extremo de la península, pero cambiamos de planes al llegar y enterarnos que ese ferry no estaba incluido en nuestra tarjeta de transporte. De ahí que tomamos el bus # 30 que, de paso, llegaba hasta la playa:

Estábamos allí cuando se largó una llovizna bastante leve; muchos de quienes disfrutaban de la playa -incluidos los nudistas que veíamos de lejos- ni se movieron… ¡es gente verdaderamente especial con la sensación térmica!

Volvimos a la parada del # 30 a tomar el bus hasta el Vikingskipshuset, uno de los museos más populares de Oslo. De hecho, estaban todos los buses de turismo; el lugar, atestado de gente. Se trata de tres barcos vikingos del 900d.C. aprox. que, luego de haber navegado por el fiordo de Oslo, fueron enterrados como embarcaciones funerarias. Eran, efectivamente, tumbas, con los cadáveres de sendos personajes importantes de la época, así como alimentos, bebidas, perros, otros animales domésticos, artefactos y objetos de arte, considerados valiosos para acompañar al muerto en ese «viaje» a otra vida. MUY interesante de ver cada uno de los restos, en excelente estado de conservación:

Después de esta visita, estábamos agotados… eran más de las 2pm y decidimos hacer una escala en el hotel antes de seguir hacia los barrios del nordeste. Como justo venían a limpiar la habitación, aprovechamos para ir a conocer el piso 34, donde hay un bar, y más arriba, pileta, sauna, gimnasio.

Luego de reponernos un poco con unos tés y galletitas y, por mi parte, whatsappear agradeciendo saludos de cumple, salimos otra vez. Un tramo en tranvía, hasta la Olaf Ryøs Plass, para no «gastar tanta pierna» hasta allá. En la zona hay nuevos desarrollos urbanísticos innovadores en áreas antes desfavorecidas, como VulkanMathallen Oslo (un mercado en un depósito industrial reconstruido) y, siempre al lado de un riacho pequeño que baja hasta el fiordo (Akerselva) y que le da lindo ambiente al barrio, un centro de diseño y arquitectura.

Aquí es donde se concentra lo que a cada rato resumo como «multiculturalismo», con inmigrantes de todo el mundo, pero particularmente bangladeses (uy… ¿se dice así? ¡no tengo ganas de buscar en el diccionario! ¡no a esta hora!), paquistaníes, vietnamitas, chinos, somalíes

¡y latinoamericanos! Justamente nos encontramos con hermanos chilenos, de inequívoco nombre ídem: «el Patricio y la Macarena», recién casados, y «ayudando con el colectivo latinoamericano»

El resto de la tarde lo pasamos caminando las calles más movidas de Grünerlokka, hasta que -vencidos por el cansancio y algo de hambre- le apuntamos al restaurante elegido por mí: excelente reputación de comida, no tan caro, pescados y mariscos (siempre mis favoritos, sobre todo en estos países en que tienen una calidad sobresaliente). Se llama Fiskeriet Youngstorget (ubicado en Youngstorget 2) y, como la ocasión era especial, nos jugamos con una botella de sauvignon blanc francés delicioso…

Feliz, un año más 😉

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