Ålesund

11JUL2016

Hoy nos permitimos dormir hasta las 7.30am… la verdad es que este tema de la claridad nos tiene un poco mal… entre las cinco horas de diferencia de arrastre y la imposibilidad de oscurecer 100% las habitaciones, se hace un poco complicado.

La mañana no era muy linda… lloviznaba y teníamos las nubes tan tan cerca… Así se veía desde el hotel:

El desayuno, seguramente el mejor de todo el viaje, completísimo (imposible describir la calidad del salmón rosado…).  A la salida, la estación del ferry lucía igual:

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Salimos tranquilos alrededor de las 10am con la decisión tomada de no hacer toda la ruta turística de Trollstigen. Con esa llovizna, con esas nubes y con esta descripción de la guía, se entiende nuestra decisión:

«… serpentea hacia el sur desde Åndalsnes, es una carretera con 11 curvas de horquilla y una pendiente de 1:12 y, para más complicación, es casi toda de un carril…»

Completamos, entonces, el primer tramo hasta Linge, más o menos así:

Una vez más, cruzamos sencillamente en ferry, desde Eidsdal a Linge:

En el camino hacia nuestro destino final, Ålesund (que no estaba en los planes, pero como arrancamos un día antes en los fiordos pudimos llegar hasta esta ciudad más al norte), más iglesias…

La recepción del apartamento que teníamos reservado abría recién a las 4pm, pòr lo que decidimos ir un poco hacia el este antes de tomar en dirección final a Ålesund. Terminamos en un camino alternativo, de ripio, muy pintoresco aunque todavía bajo la llovizna.

Para entonces también descubrimos que esos pintorescos techos con césped arriba…

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tienen entremedio una gruesa carpeta de caucho… justo vimos a un granjero subido a un montacarga y arreglando uno… ¡con razón no se les pudre el techo de madera y tienen que andar cambiándolo a cada rato! Perdón por mi ignorancia, en todo caso 😉

Cuando salimos otra vez a la ruta, nos encontramos frente a un arco de peaje (no hay estaciones; todos los autos tienen un lector y, en el caso de autos alquilados, se cobra todo junto en el momento de la devolución)… Decidimos que era muy caro simplemente para «ganar tiempo», así que encaramos directamente al destino.

Ålesund es be-llí-si-ma. Llegamos finalmente a «la costa», en el oeste de Noruega. Hay fiordos pero la ciudad en sí misma es una península estrecha, rodeada de agua, islotes, colinas y, más allá, mar abierto por primera vez. Va esta certera descripción: «para muchos… es tan bonita como Bergen, aunque a pequeña escala y, desde luego, con mucho menos turismo. Por suerte para el viajero, un incendio la arrasó en 1904. La reconstrucción dio un resultado sorprendente: una ciudad totalmente distinta de las del resto de Noruega, formada por un conjunto armonioso de edificios color pastel casi todos de estilo modernista».

Es así, tal cual… y tuvimos la ocasión de corroborarlo al subir al mirador Aksla, para hacer tiempo hasta las 4pm:

¡Espléndido! La felicidad de nuestras caras obedecía, además, al sol… nos quedamos ahí arriba tomando unos mates y picando algo para bajar a la hora señalada.

El departamento está súper bien ubicado (Parkgata 14, a escasas tres cuadras de todo lo importante). Tiene todas las comodidades: internet «voladora», cocina, microonda, pava eléctrica, heladera con freezer, ¡lavadora y secarropa!… «What else?», como diría Clooney 🙂

Salimos a comprar los elementos de nuestra cena en casita (congelados, una lasagna bolognesa y un pastel de pescado exquisito); dejamos nuestros bártulos, estuvimos whatsasppeando con amigos y familia y salimos a disfrutar de la ciudad modernista y del sol…

Ay… qué linda ciudad…

Mañana, de vuelta al sur, a la zona de los Songnefjörden, a completar la tarea.

Sognefjellet… y noche en Geiranger

10JUL2016

Qué rico el desayuno de hoy… volví a comer una fruta, por fin, desde Argentina… unas rodajas de naranja… con un poco de yogurt y cereal… Además había arenques, salmón, pepinos, salchichas, fiambres y quesos varios, pero la fruta era lo que verdaderamente extrañaba.

Esta mañana salimos tempranísimo, con un sol débil pero suficiente. El plan era hacer una de las rutas turísticas nacionales, la Sognefjellet, siempre en la zona de los Sognefjörden, desde Aurland hasta Lom.

Fue apenas salir de Aurland y entrar en un túnel, esta vez de 24.2km… es increíble la cantidad que hay.

Primera parada a cargar nafta: todas las guías recomiendan ir con tanque lleno. Por supuesto, todo automático y, como toda primera vez, traumático (¿dónde está el tanque de nafta? ¿cómo se abre? ¿y cómo se hace con la tarjeta? ¿primero la tarjeta o la elección del tipo de nafta? y un largo etcétera que, como en todos los otros casos, superamos más que satisfactoriamente).

Pobre autito… si hubiera sabido lo que le esperaba… creemos que somos los únicos con la versión más pequeña de las líneas… todos andan en casas rodantes, 4×4 o sedanes grandes… También hay de esas motos increíbles, para viajeros motoqueros… siempre los hay.

Primera dirección Lærdal, a cruzar con el ferry (¡nuestro primer ferry!) para dar comienzo a la ruta:

[Es todo muy fácil con los ferries, casi automático… uno se pone con el coche en la línea marcada, en hilera, y un empleado se acerca con posnet en mano a cobrar… por supuesto, casi no hemos usado el efectivo… la plata sueca -menos del equivalente a u$s 50- la cambiamos a noruega… que todavía no usamos]

Y dar comienzo a una seguidilla de «stave churches». En noruego iglesia es «kirke» y traté de lograr una traducción de «stave church» amigable al español, pero hasta encontré un foro de traductores hablando sobre este tema:

«Stave churches are indeed early medieval wooden churches; however that would be a broad genus. A more accurate translation into Spanish would be ‘iglesia nórdica de columnas de madera’. Not ‘de pilares’, as pillars have a quadrangular section while columns are rounded»

Nos desviamos hacia Kaupanger, precisamente a visitar la Kaupangerkirke que data del 1180… no puedo describir la emoción que sentí al verla y, ni qué hablar, al entrar… Me dije a mí misma, casi blasfema, «si hay un Dios está aquí…». Son iglesias del s. XI y siguientes, todas bien medievales, construidas de madera… ¿Por qué mejor no verlas? ¡Son tan fotogénicas! Tengo una colección ya… son la marca registrada de este viaje:

 

Y eso para no hablar de la experiencia de esa primera iglesia (la gran mayoría de las otras estaba cerrada). Seguramente había una celebración; entró el pastor/cura/reverendo, se puso él mismo a ensayar cantando con el organista,

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afuera esperaba una familia vestida para la ocasión:

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I-NOL-VI-DA-BLE.

Los cementerios alrededor de las iglesias hacen parte del embrujo:

Amo esas lápidas… me enternecen sin vueltas:

En Solvorn desistimos de cruzar con otro ferry hasta la iglesia más vieja de todas, Urneskirke; se nos hacía muy largo y como recorrido era mejor seguir por esa margen del fiordo.

El paisaje general era soñado: montañas, bosques verdes, casas de madera y graneros en perfecto estado, prolijidad absoluta, y el mar azul azul azul o verde-oleoso, verde, verde… el mar metiéndose con raras formas en el continente. Idílico.

Seguimos parando para ver y sacar fotos de iglesias, escuchando música celestial de un oficio religioso en la radio, luego mi propia buena música, recordando a cada rato a mi-viejo-mi-querido-viejo, al lado de mi mami-mi-querida-mami… Me guardo la emoción; solo dejar constancia para el recuerdo, algún día, quizá… «de paso, de paso» (Aute, versión Gieco).

Una vez pasado Luper, el recorrido fue todo subir… hasta apenas 1430m sobre el nivel del mar… frío y nieve, camino sinuoso y agotador pero con mucha recompensa:

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Llegamos a Lom, el final de la ruta turística, a eso de las 2.30pm. Nos bajamos, hicimos algunas averiguaciones en la oficina de turismo, visitamos su iglesia…

y nos decidimos a seguir, mates mediante, hasta Geiranger, otro gran must-see de los fiordos.

Como se puede ver en las fotos, las nubes estaban bien cargadas y las fotos salieron un tanto oscuras. Solo tuvimos lluvia en el camino, resguardados en el auto. Ya entrando en la ruta que va hacia el norte, camino a Geiranger, otro must-see es un desvío de 5km de largo y 1500m de alto (¡otra vez!) hacia un mirador llamado Dalsnibba: desde allí se ve Geiranger, el fiordo, el puerto de ferries, las montañas nevadas…

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Entrando a Geiranger, una última parada por las vistas:

 

y el cartel «fullt» en todos los campings y «pensjonat» (o algo así… como ven, la «j» es nuestra «i» 😉  )

Terminamos, una vez más, en un hotel caro pero súper bien ubicado, con internet, desayuno, parking, etcétera…

Mañana tendremos departamento  contratado por Booking! Como seguramente volverá la comida en «casita», esta noche nos tocó comer afuera 😉 Riquísimo un bacalo («¡noruegoooooooooo!, y no cazón», como decía mi abuela Margarita para el Viernes Santo), deliciosamente preparado con tomates, pimientos y papa, tipo cacerola. Buenísimo.

Para terminar la noche, concierto e Evensong («evening prayer», en la tradición anglicana) en la Geirangerkirke… Qué difícil que es tocar el violín… o, como diría Mario, para desafinar hay que desafinar parejo… y yo agregaría, no apuntarle a Pachelbel, Massenet, etc. etc.!!!!!!!

Más allá de eso, fue toda una experiencia. El «priest» nos vino a saludar, nos bendijo, nos preguntó de dónde éramos… un tipo muy joven, encantador. Mitad del oficio fue en noruego, 40% en inglés y 10% en alemán… Ya habíamos estado en estas «Evensongs» en el viaje a Gran Bretaña, muy lindas.

Y ahora, sí, intentar dormir…

[«Publico» esto en la mañana del lunes 11, ya saliendo; destino del día: Ålesund]

 

 

Aurland: ya en los fiordos noruegos

9JUL2016

¡Feliz bicentenario de la independencia! Qué lindo ver en internet los muchos festejos y qué lindo sentir esa pertenencia hoy, al andar en auto por Noruega, escuchando a la más célebre tucumana… Ojalá… y cada uno que ponga su deseo.

El día empezó tempranísimo, a las 5.30am, para tomar el Arlanda Express al aeropuerto. Qué maravilla de servicio un tren de alta velocidad. En el viaje, un sueco del norte muy atento y muy curioso por la «juventud» de Argentina y del Nuevo Mundo… ¿Cómo es que lucen tan europeos? ¡Ja!

Ningún problema al hacer el check in en SAS para el vuelo a Oslo, más allá de que todo está cada vez más automatizado… no solo tuvimos que hacer el «self check-in» en un aparato sino, también, imprimir nuestra propia etiqueta de equipaje, pegarla, escanearla y subir la valija a la cinta ¡!

El vuelo salió un poco demorado, pero todo OK. Al llegar, lloviznaba apenas, aprovechamos el free shop para comprar un par de vinos franceses y españoles por el precio de una cerveza en Estocolmo. Enseguida encontramos la oficina de Herz (no había, en cambio, una oficina de turismo que diera información de Noruega, no sólo de Oslo; mucho menos pudimos conseguir un mapa carretero…).

El empleado de Herz era un encanto; pronto nos hizo comentarios sobre la Copa América, Messi, la pena que le daba… En el mostrador de al lado, dos estudiantes de Derecho en España, ¡brasileños! Uno de Rio y otro de Porto Alegre. Pronto se armó una charla muy divertida y amable, los chicos también amorosos.

Luego de la típica dificultad al salir del parking del aeropuerto, pudimos encontrar nuestra ruta rápidamente. Ya para entonces habíamos cambiado de planes: en lugar de hacer unos pocos kilómetros hasta Lillehammer (finalmente, parece que es más una estación de esquí), encaramos directo a la zona de los fiordos del sudoeste; más concretamente, nuestro destino era Aurland, en la entrada de los Sognefjörden (o Fiordos de los Sueños, o algo así…).

El camino por la ruta 7 fue, sencillamente, inolvidable… unos 310km que hicimos en unas 5 horas aproximadamente. El límite de velocidad es complicado (zonas de 70/80/90km) pero la última parte se pone más dura por la subida de las montañas.

El auto que nos tocó (el más pequeñito de toda serie, iba a ser un VW Up pero terminó siendo el Peugeot 108) era automático. Pagamos un poco más y redujimos la franquicia de € 8000 a € 1500… todo un número para un lugar en que se ensañan con los turistas y cobran cualquier raspón (es vox populi en las redes sociales).

Y Mario que seguía llorando por las caravanas…

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A poco andar paramos en una estación de servicio a comprar un mapa carretero y algo para comer. Pedí agua caliente y me dijeron que podía usar «la del té», de una máquina de café… Creo que fueron los mates más caros de nuestras vidas: nos cobraron el equivalente al agua de dos tés (o sea, seguramente, 1/2 litro o menos), u$s 6.60!!!! NUNCA MÁS. Encima y por supuesto, agua hervida que había que esperar que enfríe…

El verde del paisaje al comienzo era apabullante, bosques tupidos que caen perpendicular a lagos y ríos y agua y más agua por todas partes… agua y verde, verde y agua… La temperatura externa rondaba los 21º, según el sol se escondiera o saliera, mezclado con la lluvia

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y, de a poco, aparecían las típicas iglesias de madera, tan características del interior de Noruega:

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A medida que subíamos y el pobre autito rebuznaba, aparecía el frío (llegamos a 6º), la nieve

las cascadas del agua de deshielo

¡y los animales!

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Perdimos la cuenta de la cantidad de túneles que pasamos, su longitud (reparé en uno, ¡4.2km!) y hasta ¡en espiral! Nunca visto… estrechos, bien estrechos, y en subida o en bajada… Momentos de relativo dramatismo…

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Y a la salida de uno de esos túneles, este paisaje de no creer…

Las fotos no son tan expresivas de la profundidad de ese fondo… azul, azul, verde, gris, blanco nieve… y todos los planos superpuestos. Para el recuerdo.

Pocos autos en la ruta, mucha caravana, algún que otro ciclista o ¡patinadora con bastones de esquí!, un viaje muy muy tranquilo, disfrutando de mi música con el teléfono enchufado, placer total.

Llegamos a Aurland y lo esperado: no era tan fácil el tema del alojamiento «espontáneo». En un camping, por ejemplo, nos pidieron u$s 78 por una cabina (así le llaman a una carpa de madera), sin baño privado… Una habitación en una casa de huéspedes, el equivalente a u$s 150… no tuvimos más remedio que quedarnos, eran casi las 5pm y lo pagamos con todo el dolor del alma. Por suerte, tiene desayuno y baño privado ¡¡!!, aunque de dimensiones liliputienses:

Ja ja, Mario no entra parado… Delicias de los viajeros, compensados con un nuevo y rotundo picnic en la habitación (¡encima pagar u$s 27 por una pizza margarita!, ni locos…) y, desde luego, con estas imborrables vistas desde el balcón de la habitación:

 

Estocolmo III

8JUL2016

Otro día increíble de sol… Estocolmo nos ha bendecido con buen clima, ideal para caminar y disfrutar, algo que hicimos alternando con las muchas visitas que nos quedaban y que postergábamos esperando la lluvia. En la zona central de Estocolmo, seguíamos disfrutando…

Nuestra primera parada: visita guiada a Stadshuset, el Ayuntamiento de Estocolmo. Im-per-di-ble, tanto por el lugar, su arquitectura, su concepción como edificio público, como cuanto por ser el lugar del banquete y baile que se ofrece a los ganadores de los «Nobel». ¿Más imperdible todavía? El guía que nos tocó, excelente, con una dicción de inglés maravillosa, no nos perdimos detalle.

Repetimos lo que escuchamos: se trata de un edificio nuevo (inaugurado en 1923), diseñado por un sueco con todos materiales suecos. El estilo es «romántico nacional», con clara reminiscencia del renacimiento italiano (cualquier evocación a Siena no es casual…).

Apenas entrar, uno se maravilla con el «Salón Azul» que, en realidad, quedó rojo por lo bonito que quedaba según el propio arquitecto. Allí se realizan actos variadísimos hasta para 1300 invitados sentados, entre ellos, la gala por el Nobel.  Por esa imponente escalera suben los premiados para dirigirse luego al Salón Dorado para el baile.

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El salón de lo que sería el «concejo deliberante» es bellísimo, con 101 plazas para los 51 concejales varones y las 50 mujeres. Lo que más se destaca es el techo, que imita los de las comunas vikingas, una belleza:

Luego de pasar por el descanso de una escalera cuyo techo, a su turno, es el interior de la torre, se accede a un salón donde cada sábado se celebran unos 60 casamientos civiles (también entre gays, desde 2009). Inmediatamente después, la Galería del Príncipe, pintada «al fresco» por un propio Príncipe Eugenio, de la casa real.

El Salón Dorado fue cubierto por 19 millones de azulejitos de oro, con ilustraciones de la historia sueca hasta la actualidad. Sobresale la Reina del Lago Mälaren, sobre el que se extendió Estocolmo. Aquí es el baile con ocasión de los premios.

Las «piazzas» y terrazas del exterior tienen vistas fabulosas…

y Mario se dio el gusto de tocar el Báltico, yo de divertirme un rato…

Nuestra segunda parada: el tan postergado Palacio Real. El recorrido comenzó, ya cerca del mediodía, por el Cambio de Guardia Real en los patios del Palacio. Multitud de gente bajo el sol, apretados y esperando el evento:

El Palacio es verdaderamente monumental, el más grande (activo) de toda Europa, 608 habitaciones., «una más que Buckingham Palace», repiten todas las guías. Fue construido para reemplazar el antiguo palacio Tre Kronor (Tres Coronas), incendiado a fines del s. XVII. Tardó muchos años en construirse y tiene un estilo barroco-rococó un tanto suavizado por la propia estética sueca, aunque hay algunas salas abrumadoramente oscuras y recargadas.

El recorrido es intenso y largo y casi no se puede sacar foto. Empezamos por la que quizá nos resultó más interesante, el «Tesoro», con las joyas de los símbolos reales: coronas, espadas, cetros, llaves. Al tener una aplicación de audioguía para el celular pudimos disfrutar de las explicaciones y de las propias joyas (bellísimas). Ya no las usan en la actualidad y en la década del ’70 se decidió su exhibición al pueblo y al turismo.

La visita continúa con la Sala del Trono (en el que se encuentra el trono de plata de la Reina Cristina, s. XVII), todavía se utiliza para banquetes y festejos (este año mismo, los 70 del Rey). Pasamos a las Habitaciones de Huéspedes, que alojan en la actualidad a visitas de Estado y sirven para ceremonias y actos diplomáticos. Luego, los Salones de Representación, también destinados a actos y ceremonias de Estado. Para el momento en que llegamos a la Capilla Real estábamos destrozados… Ya eran pasadas las 3pm y nos quedaba ir a la Riddarholmskyrkan, en la islita contigua, una iglesia bellísima de 1270 (el segundo edificio más antiguo de la ciudad) y que oficia hace tiempo como panteón de los monarcas suecos.

Todavía quedaba el Moderna Museet, en la isla Skeppsholmen (¡la tengo fácil con los nombres!, ja, lucen todos iguales y/o irreproducibles). Este museo es gratuito (todo lo anterior era brutalmente de pago… promedio u$s 20 cada entrada) y fabuloso. La exposición transitoria era de una famosa japonesa, Yayoi Kusama, responsable de esto, por ejemplo:

La exposición permanente tiene obras de Picasso, Matisse, Gris, Kirchner, Munch, Magritte, Warhol, Duchamp, etc., por solo nombrar a los más conocidos… Van unos regalitos, mal «enmarcados»…

Picasso

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Magritte

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Y este sueco increíble, Peter Tillberg, muerto este año. La obra se llama Will you be profitable, my friend? (precisamente lo que está escrito en la pequeña pizarra a la izquierda, en sueco) y es de 1972:

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Después… después morir de cansancio… tomarnos un bus a las 5.30pm aprox. y volver al hotel a cargar pilas.

Esta noche cenaremos cerca y pronto. Mañana, madrugón para tomar el avión a Oslo… ¡chau Estocolmo! ¡qué linda! ¡qué ganas ya de volver!

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BONUS TRACK 1 – Entrevista a Mario

  1. ¿Qué cosas te gustaron más de Estocolmo? La arquitectura de la ciudad, la integración con la naturaleza y el mar. El barrio antiguo (Gamla Stam), el Ayuntamiento, la disposición de los museos
  2. ¿Algo que no te gustó? Todavía no me acostumbro a no vivir de noche, a no ver la noche nunca…
  3. ¿Qué dirías de los suecos, de sus costumbres? Demuestran tener un desarrollo social y cultural muy importante… Por supuesto, evidencian una conciencia de «lo comunitario» muy profunda. En cada uno de los detalles de la vida cotidiana (la limpieza, el orden, el tránsito, el cuidado del ambiente). También parece llamativa la necesidad que tienen de vincularse con el sol y con la luz. No esperaba ver la cantidad de bebés y de niños (¡la ciudad está llena de cochecitos arrastrados por padres muy jóvenes!, las parejas lucen muy jóvenes. Supongo que ha de ser por los increíbles beneficios sociales de los que gozan o, quizá, de un nuevo baby boom. Otra cosa que me sorprende son las serias restricciones con relación al consumo de alcohol.
  4. ¿Algo que quisieras agregar? Me hubiera gustado venir en casa rodante o estar unos días en un departamento… próxima vez 😉

 

BONUS TRACK 2 – Foto para mi mamá

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BONUS TRACK 3 – Foto para Lola

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Estocolmo II

7JUL2016

Qué hermosa ciudad y qué bendición el buen clima… día a día.

[Parece que, como en muchos otros lugares, hablar del clima es deporte nacional en Suecia… para nosotros ya es un milagro que hayan pasado dos días sin lluvias… no siempre hay el buen tiempo para venir a estas latitudes… inviernos insoportables y oscuros, veranos menos que suaves y húmedos… Hasta ahora, maravilloso]

Decidimos continuar con actividades al aire libre y seguir la recomendación de Martti: tomar la línea 80 del ferry que usan los suecos para trasladarse a barrios residenciales de las afueras de Estocolmo para, de esa manera, conocer la perspectiva desde el mar.

Dicen que es exagerado hablar de «la Venecia del norte» pero un poco lo es: menos concentración urbana, muchísimo menos tráfico, pero estamos en medio de miles (literalmente) de islas conectadas por puentes y/o por agua, con un paisaje más extendido y «limpio», mucho verde, construcción muy tradicional y homogénea, una belleza.

Salimos de Nybroplan, bien en el centro, y fue apenas salir para tener unas vistas increíbles de la Estocolmo que dejábamos:

Nos bajamos en Nacka Strand, que aparentaba un barrio populoso y con una estación de ferry muy bonita:

Seguimos en otro ferry hasta el final del recorrido de la línea, Frihamnen. A nuestra derecha, aparecían edificios modernos, muy prolijos y más densamente poblados; a nuestra izquierda, casonas importantes, con parques cuidados y amplios. Dimos toda la vuelta, volvimos ya cerca del mediodía al punto de origen, Nybroplan, reconfortados por el aire marino, las vistas y el sol…

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Ya acercándonos a la costa, las imágenes del muy acomodado barrio de Östermalm (Este) son soberbias, con una arquitectura de gran clase y armonía:

El día seguía tan pero tan hermoso que nos decidimos a caminar por este barrio,

por la calle Strandvågen, donde tienen sus casas los «ricos y famosos» del lugar, por ejemplo… ¡los ABBA!

La realidad es que lo último que uno espera ver aquí es lujo u ostentación… todo es muy medido y elegante, proporcionado. El propio «diseño» nórdico, tan famoso, es de líneas simples, «netas», de una sobriedad notoria y, al propio tiempo, creativo y moderno. Me encanta, bah…

Empezamos a «trepar» hacia el norte, en busca del Historiska Museet, vivamente recomendado y por el que -equivocadamente- no teníamos demasiado entusiasmo. Resultó sen-sa-cio-nal: la exposición «Meet the Vikings» es una muestra de lo mucho que se puede enseñar de manera inteligente y entretenida, así como del uso que se puede hacer de las NTICs en la museología (particularmente para atraer a las jóvenes generaciones). «Lo vikingo» ha sido usado de múltiples maneras por los suecos: primero, al querer controlar el Báltico, necesitaban de los antiguos dioses nórdicos para forjar un gran pasado; en 1809, cuando Suecia perdió Finlandia a manos de los rusos luego de 600 años de dominación, el culto a «lo vikingo» trajo consuelo, como un ideal que alimentaba el sentimiento nacionalista; lo propio cuando los dinamarqueses perdieron territorio con los alemanes. Más tarde, «lo vikingo» se asimiló a derechos electorales y democracia, emulando la tradición del derecho a votar del hombre libre vikingo. Finalmente, las contradicciones: los rudos nazis veneraban «lo vikingo» y la paz se justificó con el uso vikingo de las espadas sólo para sobrevivir… ¿Qué imagen de «lo vikingo» reciben las nuevas generaciones con esos juguetes estereotipados y con los filmes violentos? Si yo pude asimilar eso en tan poco rato… ¡imagínense la tabula rasa de un niño! Fantástico.

Pudimos apreciar colecciones de todo tipo: vestimentas, ornamentos, armas, las bellas runas (¡qué hermosas son!) y hasta escuchamos (con auriculares, en inglés) cuentos nórdicos tradicionales…

A la salida, en un patio interior, nos encontramos con actividades para chicos (¡y no tan chicos!):

Y, para terminar, hicimos un recorrido cronológico por la historia sueca, en el que Mario rindió sus honores a Kristina:

Ya afuera del museo, tomamos el bus # 69 hacia Ladugårdsgärdet, considerado el único «parque nacional» en el ejido de una ciudad. Llegamos al final del recorrido, hasta la torre de comunicaciones Kaknåstornet, pero desistimos de subir al ver las postales de las vistas, solo el parque y la costa céntrica de Estocolmo… demasiado lejos.

Volvimos con el mismo bus; allí nos enganchamos hablando con un matrimonio de un alemán y una canaria; llevaban más de 40 días recorriendo Escandinavia en casa rodante, más de 11.000km… a Mario se le piantó el lagrimón, porque era su proyecto en este viaje y abdicamos… Nos recomendaron Francia como caravana-«friendly».

Nos bajamos en el Kungsträdgården, otro bello parque en medio de la zona más refinada del centro.

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Seguimos hasta la Ópera, con vistas al Parlamento y al Palacio Real (que quedó para mañana). Trepamos por Drottning («nuestra» calle peatonal) y descubrimos una deli recomendada por Lonely Planet en el mercado de Hötorget. Eran las 4.30pm y decidimos que mientras yo escribía el diario, Mario volvería antes del cierre (6pm) a buscar materiales para nuestro picnic. Ya tenemos elegido el menú de pescado que comeremos esta noche… ja ja, a menos de la mitad de precio que servido en un restaurante.

La idea es hacer una cena europea y salir a caminar… no sé si llegaremos a ver Estocolmo iluminada, ¡pero lo intentaremos!

ESTOCOLMO I

4/5/6JUL2016

Uy… escribo esto dos días después de nuestra partida inicial de Rosario a Fisherton, el 4 de julio a las 14.15. El vuelo São Paulo-Paris (Latam) fue fantástico… puntual, cómodo, buenas películas (vi la desopilante y genial «Ave César», de los Coen; intenté empezar Juventud, del mismo director italiano de «La gran belleza», pero me venció el sueño… quedará para la vuelta); un poco de turbulencias al comienzo, pero todo muy bien.

El problema fue al llegar a Paris… prendí el celular y tenía una llamada perdida, que claramente identifiqué con el sistema de alarmas de Arroyo… Habiendo hoy tantas lindas cosas para contar, no voy a perder el tiempo hablando de angustias y miedos ya disipados. Gracias a las Chancles en Rosario, a Esteban (un promisorio colaborador en Arroyo) y al whatsapp, y no obstante Elsa (ay… Elsa), lo pudimos solucionar. Antes de tomar el vuelo de dos horas de la línea SAS, Paris-Estocolmo, ya se había resuelto. Afortunadamente, un problema de corte de luz y nada más.

El avión aterrizó a las 9.35pm en Estocolmo… todavía era de día (el sol se pone un rato después; hasta cerca de medianoche hay luz). El paisaje desde el avión era el de miles y miles de islas e islotes, algunos apenas piedras, de un verde muy intenso por la vegetación. Un mar azul profundo y muy tranquilo… voilà el Báltico.

La primera impresión del idioma… incomprensible. Algunas palabras son parecidas al inglés y/o al alemán. Nada más. El resto, a hablar y leer inglés.

El aeropuerto Arlanda es enorme, moderno y… ¡vacío! Casi no había aviones en las muchas mangas ni gente en su interior… nos resultó rarísimo.

Salimos rápida y sencillamente, sin ningún tipo de control. «Después se quejan de los terroristas», fue nuestro nada simpático comentario. Con total facilidad pudimos comprar los tickets del «Arlanda Express», el tren rápido (marca 200km/h en su trayecto más veloz) que conecta el aeropuerto con la ciudad (SEK 300, precio por dos tickets, unos u$s 35, wi-fi gratis incluido 😉

[1u$s = 8.47 SEK, la corona sueca]

En 20′ estábamos en la Estación Central de Estocolmo. De allí, caminando unas pocas cuadras al hotel (Queen’s Hotel3* discreto, inmejorable ubicación… a dos cuadras de la plaza principal Sergels Torg, del barrio Norrmalm (al norte), a tiro de todo aquello para ver. Todavía quedaba algo de luz, los negocios de la calle peatonal sobre la cual está el hotel (Drottninggatan) todos cerrados. Eran casi las 11pm y solo quedaban unos pocos bares tipo pub abiertos, algún que otro restaurante y los clásicos de comida rápida, McDonald’s o Subway. Ingresamos al hotel sin problema, dejamos nuestras cosas y corrimos famélicos a buscar algo abierto. Terminamos en el pub de enfrente del hotel, tentados por una comida típica sueca que no pudo ser («kitchen’s just closed») y contentándonos con unas hamburguesas caseras que sí podían salir… La verdad es que, con lo mucho que desprecio las hamburguesas en general, estaban muy buenas (o teníamos verdaderamente hambre…). Nadie va a querer saber los precios… todo es MUY caro… La cerveza no baja de u$s 8 / u$s 11; los platos de u$s 18 / u$s 25, mínimo… así que u$s 50 para arriba se hace enseguida.

Algo que también nos llamó la atención es que nos habíamos sentado inicialmente en la vereda (en realidad, la parte peatonal de la calle), pero tanto a nosotros como a los que estaban sentados ya de antes nos hicieron entrar a las 11.30pm… «No alcohol outside…» después de esa hora. Parece que el problema del alcoholismo es endémico y de larga data. No lo venden en supermercados (salvo cerveza de hasta 3º) y sí en lugares especiales regenteados por el Estado. Hasta hubo un movimiento político «antialcoholismo».

Después de todo el estrés del viaje y las horas de diferencia estábamos realmente agotados, pero era bastante más de la 1am cuando pudimos dormir.

Miércoles 6 de julio, arriba a las 7.20 con gran dificultad… Ya era de día desde las 3.45am… algo que advertí gracias a mi pertinaz… bueno, ya-se-sabe-qué.

El desayuno del hotel es muy bueno, salvo porque no hay casi fruta y la verdad es que se extraña…

A eso de las 9am ya estábamos caminando hacia la plaza principal. Destino: el «Visitor’s Center», para averiguar por tarjetas de turismo y ver bien qué nos convenía hacer en los tres días completos que estaremos en Estocolmo. Martti, el sueco que nos atendió, fue por demás de gentil, un encanto. La Stockholm Card ya no existe más desde hace un par de años, así que lo más conveniente en nuestro caso era sacar un pase libre para todo tipo de transporte (excluyendo aeropuerto) por 72 horas. Nos sugirió un par de recorridos y allí empezamos.

El día era soñado… más de 20ºC y sol pleno… una maravilla. Esto y el contraste con lo que puede llegar a ser el propio verano (lluvioso, ventoso, fresco) y ni qué hablar de la realidad de los inviernos, explican infinidad de cosas… Los suecos viven al sol: bares, plazas, parques, remedos de playas sobre piedras, lo que sea… las mujeres se visten con musculosas y vestidos sin hombros como si estuvieran en La Habana… dan risa… encima con esas pieles níveas…

Aprovechando precisamente el hermoso día empezamos el recorrido por un must-see, más allá de cuánto verdaderamente valga la pena: el parque al aire libre Skansen, al que llegamos con el tranvía 7 que tomamos ahí no más, a la vuelta del centro de visitas.

Le llaman el «primer museo al aire libre del mundo», ubicado en una de las 14 islas que conforman Estocolmo, un verdadero jardín (Djurgården). El parque está dividido en áreas que reproducen lugares y épocas de Suecia en clave costumbrista o naturista: ciudades, pueblos, granjas, vida salvaje en las montañas heladas, asentamientos de «pueblos originarios» -los sami-, y así seguiríamos, con sus características: una casa típica en el siglo tal, una escuela en el siglo cual, una iglesia, una ferretería, el encuadernador de libros, el herrero, el panadero, los renos, los alces, las focas, y, como es de imaginar, una larguísimo etcétera. El atractivo es especial en días como el de hoy y, sobre todo, para niños… felices con tanta cosa distinta:

¡Y que no se nos pierdan los niños!

Siempre es un buen lugar para jugar a la señorita maestra…

Salimos apenas pasado el mediodía y nuestra próxima estación fue el Vasa Museet, famoso por albergar el barco de guerra que se hundió, apenas 20′ luego de zarpar, en agosto de 1628. Fue rescatado del fondo del mar 333 años después y el 98% de la exhibición/reconstrucción es de partes originarias… El naufragio fue una pesadilla para Gustavo Adolfo II, el rey sueco que se disponía a dominar el Báltico, entonces contra Polonia. El peso de dos cubiertas repletas de cañones, el peso de la madera de roble y la estrechez del diseño lo hundieron a pique a escasas millas del Palacio Real, apenas había zarpado.

Se trata del museo más popular de Escandinavia y está excelentemente dispuesto, con películas sobre el rescate, tours en varios idiomas (¡justo coincidimos con uno que empezaba en español, con una sueca que al decir «yegamos» dio acabada cuenta de dónde había aprendido el idioma… muy gracioso!), exposiciones multimedia, varios niveles desde donde apreciar el barco…  Mejor que hablen las fotos:

Cuando salimos del museo el día seguía magnífico. Nos tomamos un ferry (todo está incluido en la tarjeta de transporte SL que compramos por 72 horas) hasta Slussen, en la isla/zona más antigua, la de la fundación de Estocolmo allá por el s. XIII: Gamla Stan. Se trata de un centro urbano medieval espectacularmente bien conservado, con calles empedradas, en algún caso angostísimas (¡apenas 90cm!)

y con mucho ambiente turístico. Recorrimos lentamente esos paseos peatonales, con rincones increíbles como estos:

Frente al Palacio Real -que visitaremos mañana jueves- Mario encontró a la verdadera Reina Kristina (¡con K!), una de las monarcas más veneradas de la época de gloria sueca:

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y también paramos en esta hermosa plaza a comer un tentempié (una delicia de hojaldre y pasas de uva) y, de paso, sacarnos una foto frente a la Academia Sueca, la responsable de la entrega de los Premios Nobel:

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[Como se puede apreciar, nuestro uniforme turista está impecable, sigue repitiendo destinos 😉 ]

Cruzamos caminando el puente que separa Gamla Stan de Södermalm (el barrio del sur),

antiguamente obrero y ahora reciclado para la bohemia y el diseño, especialmente SoFo, es decir, al sur de la calle Folkungagatan…

Allí (SoFo) y entonces (6.30pm), destrozados y con horario totalmente europeo, luego de entrar en varios negocios de diseño a-lu-ci-nan-tes y pro-hi-bi-ti-vos, paramos a cenar. Recomendación total de la biblia Lonely Planet: Pelikan (tal el nombre del restaurante) y a comer arenque (una entrada abundante de arenque preparado en distintas formas, con queso y papa… AÑOS de no comer arenque… creo que la última vez fue en 1986, en la casa de la madre judía de mi novio de entonces ¡¡¡!!!)  y el plato más tradicional de Suecia: albóndigas de carne con salsa tipo gravy y puré de papas… muy sustancioso para dos sacrificados turistas:

Delicia. La cerveza es ca-rí-si-ma, como dijimos, pero in-cre-í-ble… no puede ser tan rica, tan distinta.

Previo probar el subte, nuevo recorrido por el barrio antiguo y vuelta a casa caminando…

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Felices, por fin.

Escandinavia, nueva aventura… muy cerca

 

Sí, el lunes 4 de julio partimos para un destino soñado… una parte, pequeña pero muy significativa, de Escandinavia. Va en homenaje a Juan Carlos y Norma, mis viejos, mis queridos viejos, cuyos ojos se iluminaban al recordar este viaje de principios de los ’90… tan jóvenes y tan lindos en esas fotos desvaídas…

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Allá vamos…

 

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El itinerario será más o menos éste: Estocolmo – Oslo – vuelta en auto por la región de los fiordos noruegos (sudoeste) – Oslo – Copenhagen

No será estrictamente este recorrido, pero se acerca un tanto (sin las ciudades del interior de Suecia y Dinamarca):

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El circuito noruego es en auto y «en redondo» (Oslo-Oslo). Los trayectos Estocolmo-Oslo y Oslo-Copenhagen serán en avión.

Seguramente en Copenhagen haremos algunas excursiones hacia ciudades vecinas, pero con base allí.

¡Hasta pronto!

Últimos días en Bangkok

26FEB2016

En nuestro penúltimo día en Bangkok no podían faltar dos clásicos: una recorrida por el mayor mercado de falsificaciones (MBK, estación de skytrain National Stadium) y el barrio Banglamphu en el que se encuentra la calle Khao San, «full of atmosphere».

En el MBK conseguimos baterías de segundas marcas que nos habían pedido para las cámaras, cambiamos protectores de pantalla de los celulares… El resto, nada resulta muy atractivo. Por nuestra parte seguimos con la apatía general de compras en los viajes y -salvo algún trapo muy puntual, el último chiche de gastronomía que no tenemos o  un condimento típico para cocinar- difícilmente nos tentemos.

 

A media cuadra del hotel había un outlet de Crocs; ilusa, pensé que me iba a llevar el negocio entero… ¡No me pude comprar ni una guillermina! No solo no había mucho para elegir, sino que faltaban números y no eran nada baratas (u$s 40).

Descansamos un rato en el hotel y partimos en el ferry hacia el barrio Banglamphu, parada 13 Phra Athit. La zona tiene «toda la onda», mochilera, hipponga… mucha artesanía, música en vivo, masajes, comida vegetariana… Está el turista que para aquí y el que viene a ver a los que paran aquí.

 

Alrededor de este pequeño enclave, grandes avenidas y monumentos, como el Monumento a la Democracia (1932, conmemoración del paso a una monarquía constitucional)

 

o el Monte Dorado:

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Cenamos aquí en el barrio y nos volvimos en tuk-tuk, siempre una experiencia fascinante.

 

 

27FEB2016

Anticipándonos a lo que suele ser un brote de ansiedad previo al retorno, decidimos contratar una excursión de día completo. Queríamos ir a otro de los must see en Bangkok, un «mercado flotante», y aprovechamos para combinar con una visita al mítico «Puente sobre el río Kwai», famoso por la película de la década del ’50 y su musiquita. Por supuesto, la historia detrás del «puente del ferrocarril de la muerte» era también convocante.

Nos pasaron a buscar con puntualidad inglesa a las 6.30am. Éramos los primeros y habríamos de pasar a buscar a un grupo bien diverso. El guía era amable y voluntarioso y le entendíamos algo más.

Los mercados flotantes están en las afueras de Bangkok y se alojan en la miríada de canales y ríos que desembocan en el mar. El que visitamos es uno de los más antiguos, Damnoen Saduak, a unos 80km de Bangkok y a 20′ de la desembocadura de ese río en el Golfo de Tailandia.

Primero nos subieron en un bote delgadísimo (entrábamos solo Mario y yo, sentados sobre una tabla prácticamente sobre la base); íbamos unos 10.  El lugar parecía una Venecia del sudeste asiático… casas y pequeños comercios flanqueando las márgenes.

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Llegamos a una plataforma sobre la cual hay cantidad de puestos de venta (básicamente, ropa, souvenirs, comida) que abastecen a las embarcaciones que, a su turno, también son puestos de venta. Los botes, ahora, pasaban entre esos vendedores y en eso consistía la atracción… muy pero muy linda, pintoresca, colorida y ruidosa. Vale la pena llegarse hasta acá para conocer esto tan característico de la zona.

 

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Lo que siguió  de la mañana fue totalmente prescindible (un rato en otro «establo» de elefantes… y van…, aunque siempre sea lindo verlos… no así «disfrazados» para montar humanos). En este momento y ya cerca del mediodía, nos redistribuyeron: algunos volvían a Bangkok, otros hacían no-sé-qué de cocodrilos, otros íbamos a Kanchanaburi, teóricamente a visitar el famoso puente, un museo de la II Guerra Mundial y un cementerio de víctimas de la misma guerra. Previo a todo eso, almuerzo.

El almuerzo fue ya en Kanchanaburi, casi una hora después (estábamos todavía más hacia el sudoeste de Bangkok). El grupo era mucho más interesante que los anteriores, se notaba un interés «adicional» (un cacho de cultura, bah…) en este colectivo: un profesor de sociología e historia de «un pequeño país africano del tamaño de Singapur y en el que se habla francés» (el señor era descendiente de indios, pero nativo de esa isla; de las dos o tres veces que lo mencionó, ninguno pudo discernir el nombre del país… sin palabras), un joven berlinés, una pareja de chinos (Shanghai), y seis mujeres jóvenes pertenecientes a una ONG dedicada a los niños, estaban en Bangkok por un training (una vietnamita, una paquistaní, una hondureña y las otras tres, God knows, ¡de por esta zona!).

La verdad es que las conversaciones empezaron a tener otro interés y lo pasábamos realmente bien. La cosa se puso oscura cuando llegamos al «museo» y nos enteramos que al cementerio no íbamos y que teníamos más de dos horas allí… que una parte del grupo, mientras tanto, seguía hasta no-sabemos-qué-cueva llamada «Tiger Temple» y que despues nos venían a buscar para retornar a Bangkok…

El museo era un monumento al kitsch (ya advertido por LP)… imposible describir el verdadero bodrio que era ese lugar. «Esculturas» de Hitler, Mussolini, De Gaulle, Churchill… no precisamente salidas del Madame Tussauds (que tampoco nos gustan, pero bué…), representaciones de prisioneros de guerra construyendo la vía del ferrocarril, todo grotesco.

 

Lo único que nos quedaba era tratar de relajarnos, recorrer el puente (hicimos allí varias fotos)

 

 

y sentarnos a leer historia: historia de los japoneses construyendo ese puente para abastecimiento entre Birmania y la Tailandia ocupada en la II Guerra, casi 100.000 muertos en semejante aventura, bombardeo aliado al puente, reconstrucción, nuevo bombardeo, nueva reconstrucción a cargo de los ingleses y un largo etcétera.

[Lamento no poder repetir toda la historia, es bien interesante]

También nos pusimos a repasar lo que teníamos de la historia de Tailandia a partir del reino instalado en Bangkok, o sea, la actual dinastía de los Rama, 1782. Leído ahora, nos daba mejores pistas de por qué no fueron colonia (el rey siempre se las arreglaba para comerciar y beneficiar ampliamente a las potencias europeas, pero sin caer -al menos formalmente- en la sujeción colonial), el paulatino pero inexorable proceso de occidentalización, la transformación del budismo a un peculiar modo tailandés que lo privaba de elementos muy irracionales, la declaración de guerra a los aliados que nunca se entregó, el radical anticomunismo y la alianza con EE.UU. en la guerra fría, las bases de EE.UU. en la guerra contra Vietnam, el terrorismo aislado del sur (a veces expresión de nacionalismo, a veces de islamismo extremista y a veces mezclado), el drama del narcotráfico y la corrupción, el boom y posterior caída de la economía en el marco de los «tigres asiáticos»  y, fundamental, el fortísimo militarismo del s. XX, en el que hubo casi una veintena de golpes de estado… pero el rey siempre está.

Hablando después con el «profesor», nos apuntaba su opinión: ve un pueblo contento, limpio, alimentado, «feliz y consumiendo»; una sociedad homogénea en virtud de una unidad religiosa (budismo) y política (rey) que, además, se retroalimentan (el rey es representación de la divinidad en la tierra). Esos factores aceleran procesos de desarrollo… «o lo hace Dios o lo hace el garrote» (China).

En fin, quizá salvamos la última parte del tour con nuestra iniciativa y esta feliz compañía. Regresamos a Bangkok para nuestra cena «de clausura», en un coqueto restó cerquita del hotel.

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Tal vez podríamos concluir esto del viaje: si la idea es hacer un viaje de descanso (playa) mezclado con un poco de recorrido y atractivos culturales, bien vale Tailandia. En lo personal, estamos arrepentidos de no haber agregado Myanmar/Birmania. Dificilmente volvamos para estos lados y bien podríamos haber destinado unos días a ese pais.

Si el principal objetivo del viaje es conocer y sumar highlights, nuestro consejo sería juntar Tailandia con otro circuito (Myanmar, Camboya, Vietnam, Laos, Singapur… algo).

En nuestro caso, bien vino el descanso… tan necesario 🙂

 

 

 

 

 

Misceláneas

Hace rato que debía escribir sobre distintos aspectos que nos llamaban la atención de Tailandia, en general, y de Bangkok, en especial… Van, muy anárquicamente:

 

  • Informalidad de la economía

Parece altísima…, nada que asombre a un argentino. Buena parte de la economía del país está en negro: cantidad de transacciones en efectivo, tarjetas de crédito solo por encima de 500THB (unos 14u$s), falta de recibo en prácticamente todos los sectores vinculados con el turismo (tours, restaurantes, transporte). Para tener una idea, en el Novotel de Bangkok no nos dieron recibo del taxi «oficial» que nos llevó al aeropuerto.

 

  • Impresión general de Bangkok

Muy rápidamente la vinculamos con Kuala Lumpur (con contrastes brutales entre modernidad y subdesarrollo) y, al propio tiempo, la diferenciamos de Singapur (que, en su momento, caracterizamos como «Canadá en Asia»).

Las semejanzas con Kuala Lumpur se acentúan por el transporte sobrevolado en la ciudad, los mercados callejeros, los puestos en las veredas, un poco bastante de mugre urbana…

Hay marginales, claro, pero no más que en Argentina. La impresión no es la de India, aunque manifestaciones múltiples de hinduismo y budismo la aproximen todo el tiempo.

Hay datos muy típicos de «países emergentes»… informalidad, rápida búsqueda del confort y la tecnología (solo mencionamos algunos síntomas: celulares, acondicionadores de aire y pantallas de TV satelital). Todo eso, muchas veces conviviendo con la precariedad de la vivienda o la mugre urbana.

Junto con el área metropolitana, estamos hablando de una ciudad de alrededor de 15 millones de habitantes.

 

  • Arquitectura, en general

Sobre todo en las islas, nos impactó el cambio desde la precariedad de la casa de madera teca a la construcción prácticamente masiva en hormigón. Desde luego, todos los pilotes de las casas (algo muy habitual) de hormigón; a lo sumo arriba la casa de madera.

Las más modernas, sustituyen la madera por algún material que la imita: aluminio marrón oscuro, por ejemplo. El estilo se mantiene y es muy pero muy agradable.

En las islas (descartamos que en Bangkok también, solo que no lo hemos visto todavía) abundan los barrios cerrados. Construyen casas amplias, de dos plantas (más pilotes, en algún caso) pero prácticamente sin terreno alrededor… «Achoclonadas», diría un chileno.

 

  • Jardines verticales

Están de alta moda… inclusive en lugares públicos, por ejemplo en las columnas de hormigón que sostienen el skytrain.

 

  • Prostitución

Personalmente, «a cada rato» veo a una persona de avanzada edad (70+), occidental, del brazo o sentada en un bar o resto con una tailandesa joven (-30, a veces muuuuucho menos). Me hace acordar a la Cuba que vimos con mis amigas en 1996… italianos, alemanes, pagando por «carne fresca». Suena feo, pero es el comentario que me provoca. Al principio Mario me decía que él no lo veia «tanto»… pero la realidad es que bastaba con que nos diéramos vuelta para encontrar un caso. Malo y feo.

Al episodio en el tour a Ayutthaya, se sumó el comentario de un chileno que también era parte del grupo. Él se quedaba después del almuerzo en la estación de trenes, camino a Chiang Mai (viajaba toda la noche, parece que es toda una experiencia andar  en tren por Tailandia… Me hizo acordar a la pareja joven de argentinos que encontramos en Jaiselmer, India, Lucas y Agustina). Este chileno de no mucho más de 30 años, la edad de los nuestros, estaba «desagradado» de Bangkok… En un negocio lo acosaron mal intentando venderle un traje y luego habló muy negativamente de la «prostitución y la droga» en Bangkok, que vio y escuchó cosas «que no puede repetir». Como nosotros no estamos en el «circuito», evidentemente no tenemos idea de lo grave o sorprendente que pueda ser el tema. Sí nos resultaba raro que a un joven le impacte tan negativamente.

 

  • Todos descalzos…

Tanto como para que Mario reafirme su vocación de no contaminación del piso del nuevo departamento (¡?¿!), aquí todo el mundo a descalzarse y no sólo en los templos, donde directamente es obligatorio. Cantidad de negocios y tiendas obligan a descalzarse y hasta en el restaurante del Htl Zeavola en Phi Phi el protocolo era dejar los zapatos afuera 😉

 

 

  • Conducción / movilidad

Como adelantamos, conducen por la izquierda, «a la inglesa». El tráfico es endemoniado y hay millones de motos. La primera impresión es que «todos usan casco…»  Error; muchos no lo llevan, muchos van de a tres o cuatro más los bultos (??!!), nada que envidiarle a nuestra mejor tradición transgresora.

Al tiempo que son permisivos en esto, otros aspectos del orden urbano parecen más controlados. Por ejemplo, múltiples agentes en los andenes de trenes y metro para «ordenar» las filas de ingreso a las unidades. Liberan el centro de las puertas y organizan las colas en los costados.

El parque automotor en las zonas que frecuentamos de Bangkok es predominantemente nuevo. Llama la atención la cantidad de camionetas, pick-ups y 4×4 en general. Más en las afueras de la gran ciudad o en el interior empiezan los «destroyers» (Ricardo Chapo dixit).

La mayoría de los autos son japoneses y coreanos. Estando acá no sorprende que el Corolla sea el auto más vendido del mundo… amplio predominio de ese modelo. Escasamente se ve un BMW o un Mercedes… por ahí un VW.

 

  • Idioma / alfabeto

El idioma es absolutamente incomprensible, como en toda la región. Sonidos nasales, distintas entonaciones… mueve a risa en algun caso (obviamente, para nuestro oído).

El alfabeto, terrible:

 

 

El problema es que, en general, tampoco se les comprende fácilmente el inglés… Nos encontramos hablando inglés a lo indio en más de una oportunidad, ja ja, ¡como mi mamá le hablaba a Gloria (mi hermana americana) en San Lorenzo en 1979!

El hecho de haber venido por nuestra cuenta (sin tour ni guía) o de haber encontrado guías con muy pobre inglés nos privó de un aspecto siempre muy lindo de los viajes: indagar acerca de su cultura, hábitos, gustos, ideas, religión, educación, salud… en fin, una lástima, pero la comunicación resulta casi imposible…

Tampoco pudimos corroborar que, efectivamente como leemos y tal como luce en el «mobiliario urbano», el respeto y el cariño a los reyes sea tan alto.

 

  • Campaña de no banalización del budismo

Nos pareció interesante… en todos los templos, carteles de este tipo:

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  • «Etiqueta» social

Sigo sin acostumbrarme a los malditos carraspeos, catarreadas y estornudos brutales alrededor… tampoco me acostumbro al ruido al comer los fideos o tomar la sopa… vivo a las arcadas, sencillamente. In-to-le-ran-te, me espeta Mario 😉

 

  • Uniformes de la escuela

Suponemos que al resto de los occidentales le pasará lo mismo; estamos sorprendidísimos por el «estilo» de los uniformes escolares. Son ultra conservadores, parecen salidos de una película de los años 50 o antes… Mario se preguntaba cómo reaccionaría un adolescente occidental si le obligaran a vestirse así… Los hemos visto en los patios de las escuelas jugando al fútbol, vestidos con este mismo uniforme. Muy diferente.

Vuelta a Bangkok y escapada a Ayutthaya

 

24/25FEB2016

Con mucha pena, le dijimos adiós al mar de Tailandia… Disfrutamos horrores estos días en la playa, con una temperatura ideal, un mar divertido y placentero, una arena divina… Inolvidable.

Es difícil describir el aeropuerto de Ko Samui; al partir lo veíamos en más detalle, con la zona de embarque… Jamás habíamos visto algo igual, parece un jardín botánico, todo abierto, con una decoración perfectamente adecuada al entorno, un verdadero aeropuerto tropical:

Ya en el tramo final de nuestro viaje a este país, Bangkok nos recibió con un clima pesado, 34º aunque nublado. Esta vez la salida del aeropuerto y la combinación de tren y skytrain para llegar al mismo hotel anterior (Novotel Bangkok Fenix Silom) no tenía sorpresas. Sí hay que advertir que el skytrain cada tanto hace cambios de recorridos o de andenes y que, por tanto, hay que estar alerta a los casi ininteligibles audios. A veces, valen más los letreros luminosos o algunos carteles que los empleados levantan para la ocasión.

Para cuando nos acomodamos en el hotel eran más de las 5pm y estábamos un poco cansados como para encarar, a esa hora, algún itinerario. Decidimos ir a la zona de la estación «Siam» del skytrain (una zona animadísima de comercios y centros comerciales gigantescos), vinculada «por arriba» por pasadizos que continúan la línea sobreelevada del tren (justamente, skywalk).

Nos metimos en uno de esos centros, buscamos unos encargos de baterías de cámaras que no encontramos en los negocios genéricos (nos mandaban a las casas de las marcas o a otros lugares donde tampoco había… quizá quede para Dubai). Terminamos cenando en un típico restaurante de shopping, en el que confiamos por la cantidad de gente esperando turno para sentarse, muy rico.

Cuando caminábamos desde nuestra estación hasta el hotel, encontramos otro en el que ofrecían tours. Antes -y habiendo resuelto que por las nuestras iba a ser muy complicado e igual de precio-  habíamos averiguado en el Novotel y quedamos en estudiarlo un poco. A esa hora, parecía claro que si no nos decidíamos íbamos a estar dando vueltas todo el día siguiente.  Nos la jugamos y contratamos la excursión a Ayutthaya, antigua capital del reino de Siam.

Pasadas las 7am, y con alguna demora, nos buscaron en una combi. Seguimos juntando gente, no teníamos guía y el conductor hablaba cero inglés… Cuando no quedó un asiento vacío, empezamos a mirarnos entre todos… Terminamos en la puerta de las oficinas de la compañía y fue entonces que nos redistribuyeron según fuéramos a «Ayutthaya» o al «Floating Market», las dos excursiones más populares.

La guía era jovencita, un personaje y le entendíamos un 20% de lo que decía… Qué tortura el idioma en este viaje… Evidentemente, les cuesta horrores el inglés y en estas excursiones masificadas ponen gente sin mayor preparación. Eso sí, muy voluntariosos y «buena onda».

La cuestión es que la guía tampoco vino en nuestra combi (era una para tres combis), con lo que nos encontraríamos directamente en el destino.

La antigua capital de Ayutthaya queda a 80km de Bangkok y, ciertamente, hay que coincidir con LP que «es una parada cultural obligatoria» pero «antiturística y poco pulida»… Se nota que no hay inversiones significativas (más allá de la declaración UNESCO de patrimonio de la humanidad) y que falta gracia, empeño y atractivo a un lugar que debería ser un verdadero diamante.

Ayutthaya fue la capital del reino de Siam entre 1350 y 1767. En ese período, se sucedieron reyes de distintas dinastías y se libraron diversas guerras, por lo que alternativamente hubo predominios o influencias birmanas, chinas e indias, además de las potencias europeas que también comerciaban.

Los distintos reyes fueron construyendo templos y palacios. Para la época de la derrota  en manos de los birmanos (1767) y la recuperación tailandesa por parte de Bangkok (1782) la ciudad fue arrasada por incendios y saqueos.

Hoy conviven el «parque arqueológico» con la ciudad moderna, a veces entrelazados. La convergencia de tres ríos (uno de ellos, llegará luego a Bangkok, el Chao Praya) forma una «isla». La mayoría de las atracciones históricas están «en la isla» (hay vestigios de unos 200 templos) y otras pocas, «fuera de la isla» (así refieren los lugareños a la situación).

Lo que se  visita son las ruinas y lo poco reconstruido. El resto, a puro imaginación.

En nuestro caso particular, habiendo conocido Camboya (sobre todo, por el notorio parecido con Angkor Wat) e India, difícilmente podría habernos sorprendido… Vale conocer, hay algunos lugares bonitos, pero poca emoción en nuestro caso.

Sí fue interesante advertir distintas influencias en los estilos de los templos (la diferencia entre chedi, stupa, prang y pagoda, todas construcciones elevadas que guardaban restos), la impresionante vinculación con la muerte, el culto a los muertos y el predominio arraigado del budismo.

Quizá no tenga mayor sentido describir los templos que recorrimos, mucho menos tratar de recordar estos nombres inverosímiles; más bien hacer alguna glosa bajo las fotos:

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Este grupo pertenece al primer templo visitado y se corresponde típicamente con una «chedi» (en forma de pirámide). El buda «gordo» es el de la alegría, la satisfacción.

 

El buda recostado, 42m de largo y 8m de largo.

 

El buda más famoso de todo el conjunto: el bosque se encargó de enmarcar la ruina de la cabeza de buda, la naturaleza entrelazándose con lo sagrado, un símbolo muy auspicioso en el budismo tailandés. Verdadermente bonito.

 

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Y más…

 

La excursión incluía un almuerzo para el olvido, al lado de un templo y de un «establo de elefantes»…

 

Después del almuerzo, la visita «fuera de la isla» correspondía al Bang Pa-In o palacio de verano de los reyes. Aquí sí se veía mantenimiento, cuidado y mucho, mucho dinero. Al igual que tantos otros, los reyes tailandeses sucumbieron al lujo de palacio y a copiar diversos estilos: occidental y chino, muy particularmente:

 

Después de tantas ruinas (particularmente de tantas inadecuadamente mostradas y explotadas), esta visita daba un respiro y resultaba un momento agradable. El calor, sin embargo, se sentía bastante. Ni qué hablar con la tela que me hicieron poner para tapar mi vestimenta inadecuada (calzas, «too tight»).

Volvimos a Bangkok a eso de las 5.30pm. El grupo había sido muy agradable: franceses, italianos, alemanes, chinos… En nuestra combi estaban los franceses e italianos y un inglés (creemos, entre 65 y 70 años) que subió con un joven «asiático» de veintitantos… Pasó poco rato para confirmar que había algo entre ellos… En fin.

La excursión había sido agotadora. Decidimos hacer algo por el barrio… Ir a conocer el bar/restaurante Sirocco, en el piso 64 de la State Tower. Estamos a una cuadra y media y Sebastián Taleb nos había recomendado vivamente subir.  Analizamos la posibilidad de ir a cenar, pero los comentarios en Tripadvisor (mayoritariamente «quejosos») nos disuadieron. Iríamos a tomar una copa al bar.

Llegamos al atardecer y, efectivamente, es un lugar para ir. Las vistas son alucinantes, sobre todo porque está pegado al río y las perspectivas son increíbles… Un mozo se ofreció a sacarnos fotos y se ganó sobradamente la propina; la noche quedó registrada para nosotros:

 

Y algunas más:

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Imperdible.