Copenhagen I

21JUL2016

Primer día completo en esta atrapante ciudad… ¡qué día inolvidable pasamos! Lo marcaremos en el calendario.

Luego de desayunar, partimos lentamente por «la peatonal más larga del mundo» –Størget– hasta el punto de encuentro de los tours gratuitos de Sandemans, al lado de la fuente del Dragón, frente al Ayuntamiento de Copenhagen.

Ya en nuestra caminata aprovechamos el día bri-llan-te para sacar fotos: la arquitectura magnífica del Hôtel D’Anglaterre, en la plaza Kongens Nytorv, increíble (luego nos enteraríamos que funciona allí un hotel de lujo, donde paran todas las celebridades que visitan Copenhagen, € 3500 la noche):

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la plaza Højbro, muy amplia y animada, no obstante que eran apenas las 9am y poco, con cafés, restós y grandes tiendas:

y, más adelante, el Ayuntamiento, destino en el que desembocamos directamente:

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Ya en esta plaza de la Rådhus se destacaban los paraguas y chombas rojos de los chicos de Sandemans’. Nos anotamos para el tour en español y como teníamos unos 20′, entramos al edificio del ayuntamiento para conocer el gran salón principal, análogo al de Estocolmo y al de Noruega:

En una sala contigua se exhibe el «Reloj de Jens Olsen», una obra impresionante de principios del s. XX y que «pone en perspectiva nuestra percepción del tiempo y de la tecnología en más de un sentido». Una de las ruedas completa su rotación en 25.753 años, por lo que casi no se ha movido; otra, en apenas 10 segundos… La vertiginosa obsolescencia actual pone en crisis este reloj… También nos dice algo respecto de cómo las diferentes épocas se relacionan con el diseño tecnológico: «en éste, la funcionalidad está expuesta; en el diseño contemporáneo, se tiende a esconderla»…

Hablando de relojes, se nos hizo la hora, así que salimos otra vez a la plaza a encontrarnos con el grupo y su guía, Pedro, un profesor de Historia de Salamanca, 28 años, viviendo hace 3 en Copenhagen… por y con su novia danesa.

Estos tours (de los cuales hemos hecho afortunadamente varios… Berlín, Munich, Edimburgo, Dublin) comienzan siempre con una foto del grupo que ellos suben a facebook (los que tengan, parece que es «sandemansnewcopenhagen»; allí me verán al lado del de rojo y Mario atrás). Mayoritariamente españoles (Salamanca, Murcia, Córdoba, Madrid) y algunos pocos argentinos.

Empezamos con una descripción de la plaza y del edificio del ayuntamiento, que -una vez más- luce en estilo «romántico-nacional-renancentista-italiano-parecido-a-Siena». En la torre destaca la figura dorada del Obispo Absalon, el personaje más importante de toda la historia de la ciudad y que se repetiría en sus homenajes en varios lugares.

Concretamente, se trató de un obispo/guerrero/estratega. La capital de Dinamarca, allá por el s. XII era Roskilde, y él mandó construir murallas y una fortaleza en el espacio de Copenhagen (1167; København, «puertos de compras»). Libró una batalla «religiosa» contra piratas alemanes y, básicamente, se hizo del dominio del Mar Báltico en un lugar estratégico entre ciudades importantes: la propia Roskilde, al oeste en Dinamarca, y Lund, al este en Suecia (Skania). La importancia del accionar de este personaje se extendería por 500 años de esplendor danés.

Desde esa misma plaza se ve la entrada a Tivoli, el parque de diversiones más antiguo del mundo (1843), hoy venido un poco a menos y nada representativo (i.e., totalmente prescindible) para dos dummies como Mario y yo 😉

En Størget (la peatonal por la que habíamos llegado caminando) estaban las antiguas murallas de la ciudad, pero dos incendios de dimensiones a fines del s. XVIII y principios del s. XIX no dejaron rastro. De hecho, toda la ciudad es posterior a esa fecha, no hay edificios antiguos, el fuego lo arrasó todo (con excepción de la Rundetårn, de 1642).

Como nos suele suceder respecto de países de los cuales tenemos poca idea, recién en este viaje nos desayunamos con que Copenhagen está en una isla y, su parte «real», también es una isla… Llegados a la plaza Nytorv («ny» significa nuevo; plaza nueva), Pedro nos hizo una prolija explicación de la incidencia de la geografía nórdica en su historia… verdaderamente interesante… Al oeste, Jutland es la única parte de Dinamarca unida al continente europeo; más al oeste tenemos a Gran Bretaña y al mar del Norte.

Groenlandia y las Islas Feroe, al noroeste, terminaron independizándose pero mantienen una suerte de protectorado con Dinamarca; no pertenecen a la UE.

En Fionia se destaca la ciudad de Odense, lugar de nacimiento de Hans Christian Andersen, célebre autor de cuentos inmortales: Sirenita, Patito Feo, Soldadito de Plomo y tantos otros…

En Sealand, la isla mayor y más importante, allí mismo donde estamos, se encuentran las dos capitales históricas de Dinamarca: Roskilde (la capital «vikinga») y Copenhagen.

La etapa histórica más trascendente de Dinamarca sobrevino con la reina Margarita y la Unión de Kalmar (Dinamarca + Suecia + Noruega, más vastas extensiones de las actuales Finlandia, Rusia, Alemania, Groenlandia, etc.), todo el control marítimo.

En 1675 se independiza Suecia y, para entonces, «todo fue cuesta abajo» (por la pérdida del control del Báltico), luego el avance de Napoleón, la guerra de Gran Bretaña contra Francia y ellos en el medio… derrota tras derrota, en medio e increíblemente tuvieron un siglo de oro en la cultura, el XIX, con personalidades tan descollantes como el propio Andersen y el filósofo existencialista Søren Kirkegaard, además de pintores y escultores no tan conocidos pero no por eso menos significativos.

Como buen profesor de Historia, Pedro abundó en detalles sobre la neutralidad danesa en las guerras mundiales, la invasión nazi, la «suavidad» de esa invasión en función de ser «rubios y de ojos azules» y tener alimentos… la firme determinación de Dinamarca en el salvataje de judíos y la pronta vuelta a la «normalidad» después de la finalización de la II Guerra. En 1973 ingresaron a la UE pero sin asumir el euro y manteniendo, en cambio, la corona danesa (DKK).

Según nuestro guía (ratificado por un danés que vive en Argentina, parte del tour), entre Noruega, Suecia y Dinamarca no existen rivalidades, no son pueblos tan rencorosos. No obstante, los daneses se sienten más «amigos» o «afines» a los noruegos (se entienden incluso hablando cada uno en su idioma). Hay más bien una «hermandad nórdica» y son «menos amigos de las diferencias» que otras culturas.

Seguíamos caminando por la Copenhagen medieval y bien vieja

hasta llegar a la casa natal del fundador de la cervecería Carlsberg, con sede aquí en Copenhagen, la cuarta cervecería de producción mundial:

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El tour pasaba por la estatua ecuestre del Obispo Absalón

y a cada rato teníamos testimonio de una ciudad «patas p’arriba». Están ampliando el subte, obras que terminarán supuestamente en 2019:

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Pasamos por una iglesia hoy convertida en centro de exposiciones y en un restó muy elegante:

y llegamos a la plaza más importante de la ciudad, allí donde tuvimos nuestro primer encuentro al bajar del metro desde el aeropuerto, Kongens Nytorv («nueva plaza real», de «el» rey Christian V, el gran constructor de edificios reales), también tapada de obradores y andamios, por las obras del metro. Será (como ya lo es hoy) la estación neurálgica donde confluirán cuatro líneas de subte.

En la esquina detrás del bello kiosko de la foto, el tour para unos 10′ técnicos en múltiples sentidos: es un café de cadena en el que nos hacen descuento, baño y un representante de Sandemans’ que vende otros tours, «específicos». Nosotros contratamos, abierto, un «tour alternativo» que nos llevará por… ¡suspenso! Lo tenemos abierto para alguno de estos días a las 3pm, desde la estación central.

Desde el café eran dos pasos hasta Nyhavn («y» como en la «u» francesa, más o menos, y «v» como «u», más o menos… todos coincidían en la dificultad de la pronunciación del danés… ¡ah! y significa «puerto nuevo»). Como ya sabíamos, las cuadras más emblemáticas de Copenhagen. Se construyó alrededor de 1670 y, desde entonces, pasó de la más obvia zona «roja», con marineros, bares y prostitución, a esta meca del turismo mundial, con bares, restós, barcos-bares-restós, barcos-faros, etc. etc. «Toda la onda», como dirían los chicos… bello bello.

Por una calle lateral y hacia el norte ingresamos en una zona de edificios señoriales, extremadamente elegantes, mandados a construir por Federico V en 1760 precisamente para los nobles; en el medio, un conjunto de cuatro palacios interconectados subterráneamente que, a raíz del incendio del palacio real de entonces, terminaron siendo nueva (y actual) sede de la monarquía.

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(hay que imaginar una plaza redonda, con Federico V en el medio, y cuatro palacios de este estilo alrededor).

Antes, nos habíamos cruzado con el final del cambio de guardia (muy parecidos a los ingleses, salvo el rojo):

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Mirando desde el caballo de Federico, se encuentra la «Iglesia de Mármol» (oficialmente es Frederikskirken), luterana, con cúpula que semeja claramente a Roma y una larga historia de muerte del arquitecto y falta de dinero para comprar el mármol; la construcción terminó casi dos siglos después, gracias a los fondos de un empresario, en piedra caliza:

En las antípodas se ve la «Nueva Ópera», inaugurada en 2005 y fondeada por € 500 millones del propietario de Maersk (¿todos vimos los contenedores, no?), la empresa más grande de Dinamarca, el empresario más rico de Dinamarca… libres de impuestos. No se puede entrar a visitar, a diferencia de la de Noruega. Sólo para asistir a conciertos; la temporada de ópera comienza en otoño…

(la foto permite ver la iglesia de un lado y la ópera del otro).

Hasta aquí llegó el tour, aplaudimos y dejamos nuestras propinas a Pedro, y seguimos por nuestra cuenta más hacia el norte, a ver la famosa «Sirenita»… una estatua quizá insignificante, donada por el dueño de Carlsberg, pero todo un ícono de la ciudad:

La zona se completa con un paseo marítimo precioso, con grandes yates y, hacia el norte, un parque bello de bello, con la única iglesia anglicana y esta fuente descomunal:

Desde este parque volvimos al barrio elegante, no muy lejos de nuestro propio hotel (no nos cansaremos de valorar lo super bien ubicado que está).

Ya era hora de incursionar en uno de nuestros sueños en este viaje. Hasta ahora, los «sube y baja» de las ciudades o pueblos nos habían desalentado… Copenhagen es plana total… así que… ¡IDEAL para la bicicleta!

Las alquilamos en el propio hotel, a 115DKK por 24h (por lo que comparamos, parece una excelente tarifa), cada una obviamente. FE-LI-CES. Uno de los dineros mejor gastados. Arrancamos a las 5pm y las dejamos a las 9.30pm, cena incluida…

Van algunos puntos de un trayecto ad libitum: puente nuevo hacia Christianshavn

justo el momento del puente levadizo:

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playas urbanas en la moderna Christianshavn

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el complejo Christianborg en la pequeñísima isla de Slotsholmen (la denominada «City»)

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y desde esa misma torre, trepados en ascensor (¡gratuito!), vistas con señalamientos muy oportunos para reconocer edificios:

En la misma isla, la biblioteca real y su ampliación, el «diamante negro»… una piedra de modernidad «tirada» entre los palacios reales:

y desde allí mismo, unas vistas increíbles a Christianhavn:

TODO está preparado para bicicletas: senderos, semáforos ¡y «guías» para subir una escalera!

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Pasamos por el ayuntamiento otra vez y aprovechamos para sacar fotos con luz de frente:

 

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Terminamos en Vesterbro, el barrio del oeste, cenando en la zona denominada «Meatpacking» (como en NY). Sería más o menos Halmtorvet entre Kvægtorvsgade y Høkerboderne. Pedro nos había recomendado Chicky Grill (Halmtorvet 21). Llegamos ahí entre mapa y la app «Heremaps» (offline, ¡excelente!) y… ¡cerrado de vaciones entre el 18 y el 25! ¡Qué mala suerte! Por los carteles, pintaba verdaderamente conveniente.

Nos quedamos por ahí (ya eran las 8.15pm, hora de comer)… con nuestras bandejas, carne asada (pollo y cerdo), ensaladas (repollo, papas) y cervezas, apenas un poquito menos ricas que las de Alemania e Irlanda 😉

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¡Todos los lagartos daneses y turistas al sooooooool! A las 9pm… de no creer. Vuelta al hotel. Qué felicidad la bici…

De Oslo a Copenhagen

20JUL2016

¡Feliz día del amigo! Cuántos lindos mensajes, cuánta linda gente reunida de distintas formas…

Esta mañana empezamos a sentir la cuenta regresiva… última mañana en Oslo, brillante de sol. Desayunamos y, aunque no me sentía del todo bien (floja… con dolores musculares… vieja, bah), allá fuimos: nos quedaba la visita guiada por el Ayuntamiento de Oslo, un must-see gratuito (o sea, must-see2).

A las 10am comenzaba la primera; llegamos puntuales. El estudiante universitario que nos tocó de guía era sencillamente un encanto. Idéntica experiencia a la vivida en Estocolmo… habrá que probar la visita de Copenhagen.

Noruega obtuvo su completa independencia (de Suecia; antes de Dinamarca) recién en 1905. En 1950 se terminó el edificio del ayuntamiento, construido completamente por noruegos, con materiales noruegos y con constantes referencias a elementos nacionales. «Había que demostrar que podíamos hacer algo sin ayuda de los suecos y de los daneses», dijo nuestro guía. A cada rato hacía referencias muy graciosas y amenas, la verdad es que el recorrido resultó muy llevadero y entretenido.

El edificio es muy parecido al de Estocolmo (en realidad, el sueco es más lindo) y parece que el danés es del mismo estilo:

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Allí trabajan 450 empleados administrativos; es un edificio «en funciones» que, además, alberga a todos los funcionarios electivos de la ciudad (alcalde -una mujer ahora mismo-, 59 representantes, etc.).

El salón central se utiliza para los más variados eventos: casamientos, entregas de diplomas, acreditación de ciudadanía, cena que la ciudad brinda a los homeless antes de cada Navidad, eventos especiales…

y, claro, para la entrega del Premio Nobel de la Paz, todos los 10 de diciembre desde el año 1990. Aquí, el registro fotográfico del galardón a Obama:

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En esas ocasiones entran 1000 personas sentadas; en el medio y adelante, la familia real noruega.

Los murales (un óleo, varios frescos) están llenos de símbolos históricos y culturales: «trabajo, administración y celebración», el santo de la ciudad, mitologías de todo tipo, cuentos mágicos, el encuentro entre el campo y la ciudad, las guerras mundiales, la realeza, el exilio a Reino Unido y posterior retorno de los reyes por la II Guerra, el oeste y la riqueza ictícola versus el este y la riqueza agrícola (¡el edificio es de 1950 y el petróleo se descubrió en la década del ’60!), en fin… todo el edificio está cargado de significado y fue extremadamente interesante escuchar a un joven entusiasta y divertido.

Van otras fotos (aunque no muy buenas, sobre todo esta primera): más de Edvard Munch, esta vez de su etapa tardía y feliz, «El árbol de la vida», en un salón destinado a casamientos:

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vistas impresionantes al fiordo desde los salones principales:

y el equivalente a nuestro «concejo deliberante»

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La visita duró una hora (hasta las 11am); a mediodía debíamos dejar la habitación del hotel y emprender rumbo al aeropuerto. Antes, un paso por el «aula magna» de la Universidad de Oslo, cubierta de murales que Edvard Munch pintó especialmente para la institución:

Adiós Oslo… adiós Noruega… días inolvidables… muy impactados por esta geografía y, sobre todo, por esta sociedad.

Tomamos el Flybussen desde la terminal de ómnibus, a apenas 150m del hotel. Carísimo… 180NOK cada uno para el traslado al aeropuerto; es cierto que son 50km, pero…

Llegamos lo más bien y, al igual que lo ocurrido en Estocolmo (y de lo que me olvidé de escribir), volvimos a experimentar el imparable reemplazo del hombre por la máquina. No sólo hay que obtener la boarding pass por uno mismo (algo que hace rato ya se viene generalizando) sino, también, la etiqueta del equipaje, colocarla uno (como lo haría el oficial en el mostrador), pasarla por un escaner y subirla a la cinta transportadora… Help! 

Más todavía: arriba, en el embarque, cada uno pasa el código del ticket por un lector y se abren unas puertitas como las de ingreso a un subte. Ya no más el empleado que corta el cupón del pasaje o que apoya el ticket en el lector… Ay… cómo sigue cambiando todo.

Aterrizamos en Copenhagen lo más bien, una hora de vuelo. Día brillante de sol… desde el avión se veían los molinos de energía eólica, plantados en el mar:

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El tema del alojamiento en Copenhagen es complicado y carísimo. No pudimos conseguir departamento pero sí un hotel de una nueva cadena focalizada en la practicidad, la buena ubicación, el diseño… «Wakeup Copenhagen Borgerade» (Borgerade 9). Como dice la publicidad: Low prices, trendy design, central location. Todo es minimal y básico, pero estéticamente muy lindo:

[Para arquitectos, el proyecto es de Kim Utzon]

Desde el aeropuerto nos tomamos el metro y en 15′ estábamos en la estación Kongens Nytorv, a 3 cuadras y media del hotel. Ubicación in-me-jo-ra-ble. Estamos a dos cuadras de Nyhavn, un canal construido hace siglos para facilitar el acceso de los comerciantes al mercado y que hoy forma un conjunto de tres largas cuadras a lo largo, con casas pintorescas y típicas y barcos atracados; en todos los casos, ocupados por restaurantes, bares, pubs y discos, reventados de gente con un día tan bello:

Seguramente vendrán más fotos… estamos tan cerca, el lugar es tan irresistible… Continuamos hasta Inderhavnen (¡denme tiempo para averiguar si, como creo, esto es mar, río o qué diablos!) y nos topamos con el nuevo edificio del Teatro Real; en la otra margen, la Ópera.

Pasando el teatro y en dirección norte, una zona muy señorial con nuevas entradas del puerto y edificios antiguos pero puestos a nuevo. Ahí mismo, seguían disfrutando del sol…

nosotros también 😉

Aunque el sol y la luz lo desmientan, eran más de las 8pm… famélicos y cansadísimos de todo el trajinar del día, así que nos sentamos en Nyhavn a comer algo y a pensar en los días por venir 😉

Copenhagen, recién empieza…

Oslo III

19JUL2016

Buen día… algo nublado y «descomponiendo más tarde», según el pronóstico, así que el plan era actividades al aire libre, primero; visitas y museo, después.

Empezamos por un par de pendientes: la catedral, Oslo Domkirke, luterana, relativamente reciente y completada el siglo pasado. Algunos vitrales son del artista Gustav Vigeland.

Continuamos la caminata hasta la fortaleza y castillo de Akershus, otro punto espectacular para tener vistas panorámicas de la ciudad y del fiordo, así como para disfrutar de murallas y verde…

Fue allí y entonces que nos sentamos a leer algunos «pendientes» de la guía que nos prestó Mónica Recarte (las de la serie «Guía Azul», españolas, con buena cantidad de datos). Hay que entender que Noruega era uno de los países más pobres de Europa y, definitivamente, el más pobre de la región nórdica. Con el descubrimiento del petróleo en el Mar del Norte pasaron a ser la más rica, pero eso no la convirtió en «opulenta», ni muchísimo menos. Quedamos fascinados con el relato «Sociedad» de la guía y Mario me pidió que lo copie, para nuestro registro y para quien tenga interés:

«Merece la pena detenerse a examinar los hábitos y la mentalidad noruega. Desde luego, la gente está aquí en el siglo XXIII, pero no sólo por su nivel de vida, sino por la concepción tan avanzada que tiene respecto al cuidado de su propia sociedad, el infinito respeto al semejante y a la naturaleza, el desprecio, en cambio, por la ostentación y el despilfarro. En Oslo no hay pijos. Así como suena. A pesar del altísimo nivel económico, os costará ver jóvenes engominados ni mujeres enjoyadas aparatosamente, ni relojes demasiado grandes o brillantes. Tampoco abundan los supercoches, al menos a la vista; es muy común que gente que posee deportivos impresionantes los utilizan sobre todo para viajes largos en grupos de amigos, pero apenas para fardar por la ciudad.

«Si tenéis tiempo para ello, observaréis en el puerto deportivo de Oslo cómo gente que navega casi desde que nació, a sus sesenta años tiene un barco de vela o una modesta motora, ¡tan diferentes de nuestros presidentes de fútbol, que han visto el mar anteayer y ya se han comprado un pedazo de yate con el dinero de la especulación urbana! Y es que en Noruega también está mal visto despilfarrar combustible en unas pocas horas de navegación, además de su efecto contaminante.

«Casi todos los noruegos sacan en las conversaciones el tema de la protección de su medio. Allí, por supuesto, no se permite que un constructor arrase con sus monstruos de hormigón un paraje natural. Y no sólo por estética, sino porque tampoco se acepta que alguien emprenda una obra faraónica para su único provecho.

«En realidad, Noruega es uno de los países más socialistas que existen. Veréis que las casas de los más ricos no difieren mucho de las de las clases medias o bajas.

«Si tenéis la suerte de ser invitados a una cabaña en el fiordo de Oslo o en una isla en vacaciones, os sorprenderá comprobar que todas tienen su baño químico, porque no se puede verter nada al mar. Como consecuencia de ello, claro, abunda la pesca en unas aguas tan puras.

«Al contrario que en los países latinos, al escandinavo le importa bien poco lo que piensen los demás de su ropa -por supuesto, sin despreciar la higiene ni cierto buen gusto-, su coche, moto, barco, su pelo y, en fin, todas las apariencias. En cambio, también al contrario que en España o Italia, le eaterra que los demás censuren su conducta respecto al prójimo. Es decir, nadie con un cochazo -que hay pocos- o una moto aparca en Oslo en una acera o en segunda fila o en una esquina, porque se muere de vergüenza. Por supuesto, casi nadie tira papeles al suelo ni deja basura en una playa. No hay fábricas ni papeleras que echen sus residuos a ríos o al mar. Desanima pensar en cuándo llegaremos aquí a eso.

«Otro asunto importante es el alcohol. Fue prohibido durante la I Guerra Mundial y un referéndum en 1919 decidió la continuación de tal estatus. En 1932 se revocó la prohibición al comprobarse que ello no evitaba el alcoholismo en la población. Desde entonces sólo lo vende el Estado en régimen de monopolio en tiendas especializadas. Es carísimo y está prohibido beberlo en la calle. Andar por ahí borracho puede ser causa de detención, aunque veréis que hay bastante alcohólicos. En casi todo bar o discoteca hay algún beodo dando la tabarra.

«Lo que sí son otro modelo para seguir son las leyes noruegas sobre conducción y alcohol. Conducir con más de una cerveza encima puede ser merecedor de una multa astronómica, y con unas copitas supone 21 días de cárcel y dos años de retirada de carné. En Noruega no se concibe que un sábado un borracho te parta la espalda en un accidente, porque lógicamente se considera un crimen gravísimo, permitido solo en sociedades cavernícolas. Que en los fines de semana de España un 80% de las urgencias se deba a accidentes por culpa del alcohol les suena a los noruegos como a nosotros cuando vemos cómo se degüellan las diversas facciones en guerra en Liberia.

«Así, si asistís a alguna fiesta o cena, veréis que unos cuantos no beben; les ha tocado conducir luego al resto a casa. Y el que bebe, pues se gasta treinta euros de taxi. Y los controles de alcoholemia en las carreteras son muy frecuentes.

«Aparte de esto, ya hemos dicho que el noruego se viste correctamente, pero de manera casual, veréis varios ejecutivos yendo a la oficina con su mochila a la espalda.

«Es normalmente bien educado y relajado y el 90% de los empleados lo primero que hace es sonreir cuando un cliente se acerca. La sonrisa será todo lo falsa que se quiera, pero no deja de ser agradable.

«Tanto en la calle como en oficinas, bibliotecas públicas, organismos de turismo, correos, etcétera, os será fácil encontrar ayuda y orientación. En realidad, es bastante difícil apreciar algún tipo de crispación en las calles, al modo de lo que sucede en nuestras grandes ciudades.

«Veréis que el principal entretenimiento de la gente por esos lares es el aire libre. En verano navegan, pescan, andan o hacen excursiones. En invierno, en cuanto salen de trabajar se cogen el metro en Oslo, y generalmente en poco tiempo están en una pista de esquí o en un lago donde patinar, en muchos casos iluminados con focos si la noche cae pronto.

«La sociedad noruega está muy orientada hacia la familia. Progresistas en las leyes y en el fondo, los noruegos son conservadores y tradicionales en las formas. La Navidad, por ejemplo, es una fiesta muy importante, en la que las familias se reúnen en torno al árbol y a sus gnomos.

«Hasta hace poquísimos años apenas había pubs o discotecas en las ciudades, aunque ahora proliferan, sobre todo en Oslo. Tampoco se acude casi a restaurantes. Comer fuera decentemente en Oslo es muy caro, por lo que se celebran muchas cenas en casas de amigos.

«Cuando os inviten a una casa o acudáis a una comida o una cena, no empecéis a beber hasta que el anfitrión brinde -sosteniendo la mirada en la de los otros comensales- y exclame ¡skøll! Este brindis se repetirá sucesivamente a lo largo de la velada. Al parecer esta costumbre se remonta a la época vikinga, cuando los jefes sellaban así un acuerdo de paz o de alianza guerrera y brindaban sin apartar la mirada del frente, no fuera a producirse en esos momentos una traición.

«En Noruega veréis trolls por todas partes. Este personaje del bosque, que puede ser benéfico o pernicioso, está presente en la mayoría de las leyendas y cuentos de niños»

[Largo… pero tal cual; mutatis mutandi, España-Argentina, creo que cualquiera que venga por estos lares se sentiría identificado con las diferencias. Desde ya que no son una sociedad perfecta, el alcoholismo y los alguna-vez-leídos índices de suicidios (hace mucho que no lo escucho a esto) algo han de querer significar. También habría que ver como cuánto cuidan su país y «salen» con inversiones a hacer desastres ecológicos en el tercer o ulterior mundo… No lo sé, realmente… Da la apariencia de que éstos no, pero no lo sé…]

Continuamos la visita. No entramos al castillo (no estábamos particularmente interesados en un castillo medieval transformado en uno renacentista y había que dosificar los tickets de entrada ;). La visita por todos los lugares del fuerte al lado del mar (s. XIV, rey Haakon V; completado siglos más tarde) es gratis e incluye exposiciones temporarias, como la de esta escultora:

 

En cambio, pagamos con gran gusto la visita guiada a la Ópera de Oslo (100NOK cada uno; 1pm en inglés) para completar la maravilla que ya era su exterior y que no resistimos fotografiar otra vez… más allá del día bastante feo:

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Era un grupo bastante numeroso, guiado por una cantante de ópera jubilada que, lamentablemente, hablaba un tanto rápido. De cualquier modo, pudimos entender más que suficiente y lo que veíamos era tan poderoso que, en algún caso, sobraban las palabras…

Aparentemente, al concurso de proyectos para su construcción se presentaron 248 candidatos; el ganador fue el estudio de arquitectos Snøhetta, con sede en Oslo (también han ejecutado proyectos en Ground Zero-NY, San Francisco, Alejandría, etc.). Se inauguró en 2008 y como ya decíamos antes, evoca un glaciar.

Toda la idea del complejo es la «acceso libre»; de hecho, está abierta todos los días hasta las 9pm, gratis en las zonas «comunes» (explanada exterior, vestíbulos, toilettes, bar, restaurant, etc.). Desde su apertura han pasado por allí 12 millones de visitantes, todo un récord para un país tan pequeño.

Las entradas a los espectáculos de ópera y ballet oscilan entre € 80/70 para las plateas más adelantadas y € 50 para el resto. Hay 50% de descuento para niños y jubilados y funciones destinadas exclusivamente a público joven en las que se cobra sólo € 10. De este modo, han acercado el complejo a sectores antes refractarios a este tipo de espectáculo, para no mencionar que también se están abriendo a los espectáculos de jazz, rock y pop. Distribuyen por mitades las producciones de ópera y de balle.

Los materiales de construcción son piedra (mármol de Carrara), madera (roble americano) y vidrio. Toda la concepción está orientada a que haya un fluido pasaje entre la vida pública exterior y la vida artística del interior, entre el mar y la tierra.

En cuanto al mármol de Carrara, en el exterior se usaron 36.000 esculpidas a mano, numeradas y colocadas en forma de rompecabezas.

También en el interior hay paneles que semejan glaciares y en todo lugar (tanto en el vestíbulo cuanto en las salas) se ha cuidado primordialmente la acústica, como no podía ser de otra manera. No teníamos permitido fotografiar tanto, pero ahí va lo que se pudo: la sala para 1400 personas sentadas, el escenario principal (hay 3 en total, más los espacios que no se ven/muestran del detrás de la escena)

el interior del edificio, con sus oficinas administrativas (esto es lo que desde la terraza veíamos como un gran cubo; no tiene techo)

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la sala de ensayo del ballet

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y la de la orquesta

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Imposible describir con palabras la emoción que se siente arriba del escenario que, en realidad, es un espacio gigantesco, con puertas corredizas que aumentan o reducen el tamaño del espacio, todo insonorizado. Al cabo, el espacio da para tres salas (1400, 400 y 180 personas) que, hipotéticamente, podrían albergar espectáculos en simultáneo. De hecho, se hacen de a dos en simultáneo. Ni qué hablar de los talleres de costura, increíbles. Nada de todo eso se nos permitió fotografiar pero ¡felices!

En esta maratón de casi último día en Oslo (tenemos solo la mañana de mañana; 4.15pm vuelo a Copenhagen), tocaba la joya: la Nasjonalgallerietcon la mayor colección pública de pinturas, grabados, dibujos, esculturas de Noruega.

Allá nos dirigimos atravesando la calle principal de Oslo: Karl Johans Gate

pasando por el Parlamento

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la Universidad de Oslo y su Facultad de Derecho

La Galería Nacional tiene una colección permanente denominada «La danza de la vida», que presenta las obras más destacadas de la pintura y escultura noruega e internacional, en cronología desde la antigüedad clásica hasta 1950. Por supuesto, el mayor interés está en más grande pintor de Noruega de todos los tiempos: Edvard Munch, gran exponente del expresionismo, y su obra icónica: «El grito» (1893) robada y recuperada en 1994. Difícil traducir emociones, así que mejor…

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Y estas otras, también llenas de emoción:

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Estuvimos más de tres horas dentro del museo (hay una segunda parte, fantástica, de exposición temporaria, denominada Japanomania destinada a rastrear la influencia japonesa en el arte del norte de Europa a partir de la segunda mitad del s. XVIII). Buena parte de ese tiempo la pasamos sentados en la sala de las obras de Munch, leyendo interesantísimas interpretaciones de críticos de arte en internet. Placer total.

A la salida del museo me bajó todo el cansancio… el cuerpo dolorido, la cabeza «llena», era hora de volver un rato al hotel, previo a la cena que intentaríamos postergar para poco antes de las 8pm… en el mismo lugar de anoche ¡! Nos encantó y somos animales de mucha costumbre 😉

 

 

Viñetas…

Abonando a lo que transcribíamos de las características de la sociedad noruega, algunas cuestiones:

  • En la ciudad casi no circulan autos particulares, sólo transporte público y vehículos afectados a algún tipo de trabajo. La ciudad está dividida en tres anillos y a medida que se va ingresando en ellos, acercándose más al centro, se pasa por los arcos de peaje… más al centro, más caros… hablamos de unos u$s 5 aprox. sobre el final. No es broma; ni qué hablar del parking… carísimo y muy limitado.
  • El auto eléctrico es ya un lugar común: a cada rato se ven estacionamientos con la fuente de electricidad para cargar:
  • Y para los fans de los autos, va esta hermosura eléctrica:

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  • Los baños públicos son generalmente gratuitos (a diferencia de Suecia, en que había que poner la moneda, en general poco más del equivalente a u$s 1). Pero además, están todos impecables, con papel, jabón, agua tibia para lavarse las manos… de no creer. Va un ejemplo: playa pública, impecable; rollos de papel apilados sobre las paredes… ¡y nadie los robaaaaaaaaaa!

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  • Celebran a cada rato el arte; aquí, una expresión bien moderna:

 

 

Oslo II

18JUL2016

¡Que me cumpla feliz! ¡Que me cumpla feliz! Y sí, apenas 51… pero qué linda manera de pasarlo, de viaje, con mi amado compañero, en una ciudad tan distinta y serena como Oslo. Como me escribió una amiga, «cumpleañera fugitiva» 😉

Como se anunciaba buen tiempo y algunos museos estaban cerrados por «lunes», decidimos sacar una tarjeta de transporte (bus/subte/tranvía/ferry) de 24 horas (90NOK, casi u$s 11) y hacer todo lo que estuviera lejos en este día.

Lo primero, hacia el oeste de la ciudad, en subte

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hacia el Vigelansparken, un parque de esculturas a cielo abierto, del escultor Gustav Vigeland (1869/1943), quien fue sostenido por la ciudad de Oslo para que diseñara y construyera este parque a cambio de la donación de toda su obra.

El parque en sí mismo es un lugar precioso para caminar y gozar como lugar de esparcimiento.

Además de un museo dedicado a Vigeland, hay más de 200 esculturas apreciables en el parque, gratuito. Las hay de bronce:

las hay de piedra:

Y la más famosa de todas, en bronce, El niño enfadado:

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Nuestro día seguía en el extremo sudoeste de la ciudad, una península llamada Bygdøy, en la que se concentra un número importante de museos y, en su extremo sur, una playa (incluida una sección de playa nudista).

El plan era tomar el tranvía 12 hasta Aker Brygge (donde habíamos estado cenando la noche anterior), desde donde salían ferries hacia ese extremo de la península, pero cambiamos de planes al llegar y enterarnos que ese ferry no estaba incluido en nuestra tarjeta de transporte. De ahí que tomamos el bus # 30 que, de paso, llegaba hasta la playa:

Estábamos allí cuando se largó una llovizna bastante leve; muchos de quienes disfrutaban de la playa -incluidos los nudistas que veíamos de lejos- ni se movieron… ¡es gente verdaderamente especial con la sensación térmica!

Volvimos a la parada del # 30 a tomar el bus hasta el Vikingskipshuset, uno de los museos más populares de Oslo. De hecho, estaban todos los buses de turismo; el lugar, atestado de gente. Se trata de tres barcos vikingos del 900d.C. aprox. que, luego de haber navegado por el fiordo de Oslo, fueron enterrados como embarcaciones funerarias. Eran, efectivamente, tumbas, con los cadáveres de sendos personajes importantes de la época, así como alimentos, bebidas, perros, otros animales domésticos, artefactos y objetos de arte, considerados valiosos para acompañar al muerto en ese «viaje» a otra vida. MUY interesante de ver cada uno de los restos, en excelente estado de conservación:

Después de esta visita, estábamos agotados… eran más de las 2pm y decidimos hacer una escala en el hotel antes de seguir hacia los barrios del nordeste. Como justo venían a limpiar la habitación, aprovechamos para ir a conocer el piso 34, donde hay un bar, y más arriba, pileta, sauna, gimnasio.

Luego de reponernos un poco con unos tés y galletitas y, por mi parte, whatsappear agradeciendo saludos de cumple, salimos otra vez. Un tramo en tranvía, hasta la Olaf Ryøs Plass, para no «gastar tanta pierna» hasta allá. En la zona hay nuevos desarrollos urbanísticos innovadores en áreas antes desfavorecidas, como VulkanMathallen Oslo (un mercado en un depósito industrial reconstruido) y, siempre al lado de un riacho pequeño que baja hasta el fiordo (Akerselva) y que le da lindo ambiente al barrio, un centro de diseño y arquitectura.

Aquí es donde se concentra lo que a cada rato resumo como «multiculturalismo», con inmigrantes de todo el mundo, pero particularmente bangladeses (uy… ¿se dice así? ¡no tengo ganas de buscar en el diccionario! ¡no a esta hora!), paquistaníes, vietnamitas, chinos, somalíes

¡y latinoamericanos! Justamente nos encontramos con hermanos chilenos, de inequívoco nombre ídem: «el Patricio y la Macarena», recién casados, y «ayudando con el colectivo latinoamericano»

El resto de la tarde lo pasamos caminando las calles más movidas de Grünerlokka, hasta que -vencidos por el cansancio y algo de hambre- le apuntamos al restaurante elegido por mí: excelente reputación de comida, no tan caro, pescados y mariscos (siempre mis favoritos, sobre todo en estos países en que tienen una calidad sobresaliente). Se llama Fiskeriet Youngstorget (ubicado en Youngstorget 2) y, como la ocasión era especial, nos jugamos con una botella de sauvignon blanc francés delicioso…

Feliz, un año más 😉

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Oslo I

17JUL2016

Nos despertamos verdaderamente temprano en medio de la niebla… lluvia, niebla y vapor de agua de la catarata que, de mi parte, nunca vi. Mario salió anoche, cuando había despejado un poco, y aquí su registro:

El desayuno (recién a partir de las 8am) fue excelente, a diferencia de todo el resto del hotel… y el personal de esta mañana, también muy servicial.

Poco antes de las 9am ya estábamos en la ruta en dirección urgente a Oslo… queríamos cambiar de aire y de clima.

El viaje comenzó por montañas muy altas, con manchones de nieve, y despejándose. Luego vinieron los pinos de un verde intenso… todo el tiempo lagos, fiordos, agua… mucha agua siempre, y también lluvia, intermitente.

Con una velocidad máxima de 80km, varios tramos a 70km y menos (controles de cámaras por todas partes), en unas cuatro horas estuvimos en Oslo. Las carreteras son asombrosas: excelente estado de conservación, túneles y más túneles, inversión constante. Habíamos «actualizado» nuestro GPS y, sin embargo, cada tanto había una obra nueva que no reconocía, «recalculando» todo el tiempo.

A medida que nos acercábamos a Oslo, la carretera se ensanchaba, tenía cada vez más tramos con doble carril y aparecían los arcos desde los que se nos cargaba el peaje.

La llegada al hotel fue complicadísima. La zona por la que entramos está «patas para arriba» por obras, con lo que veíamos muy cerca el hotel (un Radisson Blue gigante, de 34 pisos) pero no acertábamos a dar con la manera de llegar. Finalmente lo logramos, hicimos el check-in y no dudamos en ir a devolver urgentemente el auto.

La oficina de Herz estaba en la estación central de tren (¡a solo unos 300m del hotel!), pero teníamos solo ese dato y no había manera de ingresarlo al GPS. Por lo demás, la oficina estaba en el hall central de la estación pero… ¿y el auto? La señalización era horrible y un trámite tonto se nos convirtió en pesadilla. Lo mejor era que yo bajara caminando y averiguara. La verdad, una atención horrible. Tuvimos que dar un giro gigante para entregarlo en un parking, a la vuelta de la estación. Una vez más, la señalización era pésima y, finalmente, apenas había un chico con una especie de posnet en la mano y tomando datos. No nos entregaron un solo papel de «recibí conforme»; los peajes, supuestamente, nos llegarán por e-mail y se debitarán de la tarjeta que habíamos presentado al momento del alquiler… Pura cuestión de fe.

Volvimos al hotel previo paso por el centro de turismo (en realidad, ya teníamos el material recogido en el aeropuerto a la llegada a Oslo y habíamos estado leyendo en el auto).

Oslo, 650.000 habitantes, la capital europea de mayor crecimiento demográfico.

Julio es un mes especial: la ciudad está vacía de sus vecinos por la fellesferie (vacaciones). Un noruego promedio goza de 4/5 semanas de vacaciones al año y toma buena parte de ellas en el mes de julio. De cualquier modo, hay muchos turistas y hoy, en particular, se percibía clima «de domingo».

El día se había compuesto y era una tarde preciosa. Acomodamos un par de cosas en el hotel, nos tomamos un té en la habitación y salimos a cumplir con la sugerencia de una de las guías actualizadas: recorrer la Havnepromenaden («Paseo del puerto»), inaugurada en 2015, 10km de longitud (finalmente hicimos 2/3 del recorrido, el otro quedará para otro día).

Para hacerse una idea, hay que pensar a Oslo en el sudeste de Noruega, orientada hacia el sur (desde ese sur penetra el Oslofjorden) y este paseo extendiéndose de Este (Sørenga) a Oeste (Flognerklen).

Bajamos desde el hotel hasta el extremo Este, pasando primero por el novísimo barrio Bjørvika, formado por edificios altos (una rareza por estas latitudes) de gran audacia. En el último tiempo Oslo ha vivido una transformación urbanística radical, un nuevo perfil de ciudad en constante crecimiento.

Desde ese puente que cruzamos se ve nuestro hotel (abajo se ven las vías del ferrocarril y eso explica la cercanía y excelente ubicación que tenemos):

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La zona es también la de la ópera («el» emblema de la ciudad moderna), que a su turno forma parte de un complejo urbanístico mucho mayor (barrios, museos, bibliotecas, todo al lado del mar) previsto para finalizarse en 2020.

Son infinitas las plumas, así como el despliegue de obradores:

Caminamos hacia el extremo Este, hasta la nueva zona de Sørenga, atravesando un puente flotante

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para encontrarnos con esos edificios de mediana altura y moderna arquitectura, con sus plazas, canales, bares:

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y en el extremo, «el mejor lugar de baño de Oslo»:

Hay que ver la sencillez de líneas y materiales y, al propio tiempo, la comodidad y versatilidad de estos espacios:

Desde ahí, volvimos sobre nuestros pasos en dirección Oeste y llegamos a Den Norske Opera & Ballet, el proyecto que lanzó a Oslo a la constelación de ciudades culturales de talla mundial. El conjunto evoca un glaciar flotando en la costa de Oslo

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y desde las «alfombras» exteriores se trepa hasta el techo…

Ya en el techo, las vistas son fascinantes:

Y el interior no le va a la zaga:

Una pena que la temporada de ópera sea a partir de septiembre/octubre… ¡estamos anonadados con este lugar!

Y así seguiríamos, ahora desde más adelante de la promenade:

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Más vistas al tiempo que avanzábamos en el recorrido y el edificio del ayuntamiento, donde se entrega el Premio Nobel de la Paz cada 10 de diciembre:

El «clima» era bien dominguero:

Y, ahí mismo, otro distrito modernoso en el Aker Brygge (embarcadero de un pequeño río que se forma a esa altura), con el Museo Astrup Fearnley de arte contemporáneo, en sí mismo toda una obra increíble:

Más gente loca bañándose… casi las 7pm y apenas 18º (si no menos):

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esculturas raras…

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fuentes raras…

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Y a más de las 7pm, nos venció el cansancio y el hambre. Moría por unos spaghetti, tagliatelle, penne o cualquier cosa de mi madre patria, así que terminamos ahí mismo, en ese paseo, en un restaurante llamado «Olivia». Salute!  Skål!  Cheers!  Prost! … ¡Salud!

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Último día en los fiordos…

16JUL2016

Amanecimos luego de nuestra segunda noche en Bergen y estaba llovizando… el cielo bien cubierto, cumpliendo el pronóstico. Emprendíamos nuestro último día en la zona de los fiordos y, en verdad, debemos sentirnos afortunados… Es una zona con maravillas naturales pero muy lluviosa. A veces pasan semanas y semanas bajo agua.

Partimos hacia el sudeste a eso de las 9am y, en un principio, parecía que limpiaba. Una ruta empinada y cerrada de pinos, con las infaltables iglesias:

Las inmediaciones de Bergen son muy industriales, suponemos que en función del puerto muy activo que tienen y los servicios que deben de prestar.

Cruzamos con un primer ferry Hatvik-Fusa un nuevo y bello fiordo: Bjørnafjorden… ¡son tantos! ¡tan magníficos!

Seguimos por la ruta # 552 bordeando el fiordo, cada tanto se veían las fish farms (criaderos de pescado), del estilo de los que habíamos visto en los fiordos chilenos:

Continuamos por paisajes de un verde intenso, como en casi todo este viaje, escuchando buena música y discurriendo sobre nuestros temas favoritos: si un curso de agua es o no fiordo; si es o no lago… a veces no queda muy claro cuán a nivel del mar estamos… y entonces empezamos a especular si los fiordos tienen marea alta o baja y ese tipo -¡quizá!- de burradas…

También nos pusimos a pensar cuánto nos había cambiado un viaje con la tecnología… estábamos en un auto de lo más bajo de cualquier serie y escuchábamos música sin conexión a internet de mis «listas» de Spotify, en una pantalla aparecían todos los datos de la canción y la foto del álbum al que pertenece. Anoche, en la habitación del hotel, teníamos un smart TV y Mario se puso a ver un capítulo de una de sus series en su cuenta de Netflix… ¡sorprendente!

Divagando sobre estas y otras cuestiones, llegamos al segundo cruce de ferry, Gjermundshamn-Årsnes, más largo que el anterior.

El tiempo empezó a empeorar, con lloviznas intermitentes. Tocamos Odda, desde donde sale el trekking maravilloso que no haremos; el frío se hacía sentir (al igual que en Bergen ayer y anteayer)

Empezamos unos buenos mates y seguimos. Fue una pena que el tiempo desmejorara tanto… a medida que el fiordo se angosta, los paisajes se hacen más bellos… aquí nos los perdimos…

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Hay un punto de confluencia de rutas… ¡bajo tierra! Y si no, basta ver esta rotonda en un túnel:

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Nunca visto… al igual que nos túneles en espiral, como subiendo la montaña, ¡pero adentro! Cosa de loco…

Ya llegando a Eidfjord comenzamos a sospechar que el hotel que habíamos reservado por booking.com no estaba precisamente en ese pueblo, como en cambio se anunciaba. Estaba a 18km de distancia, en el medio esos túneles en espiral, «con vista a la mayor catarata de la zona», 182m, etc. etc.

Llegamos en medio de una niebla feroz:

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Hace 3 horas que estamos y la catarata no aparece; el Fossli es un viejo hotel de montaña, muy venido a menos… en otras palabras, un error, que suma al día feo. Pero aquí estamos, poniéndole el pecho, escribiendo, mirando Netflix, leyendo y preparando la partida de mañana a Oslo.

¡Que no decaigaaaaaaaaaaa!

 

 

 

 

 

 

Bergen II

15JUL2016

¡FELIZ CUMPLE, LOLITA! Esperamos que el whatsapp que mandamos a tus 4am no te haya despertado… ¡o sí 😉 ! Va nuestro regalo de cumpleaños, directo de la Festplassen:

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Este mes viene de mucho cumple, así que a seguir festejando…

Otro muy buen desayuno… por mi parte, irreconocible: salmón rosado todas las mañanas y, en esta zona, una ensalada de camarones, apio y alguna cosa más que no identifico que es una delicia… ¡en el desayuno! En fin… cosas que uno hace de vacaciones, relajado y en «extraña jurisdicción».

Con este tema de la luz y mis trasnochadas escribiendo, dormimos bien poco y nos tomamos nuestro tiempo por las mañanas… Salimos en el bus de las 9.52am al centro, con nuestra tarjeta 24h que habíamos comprado la noche anterior. El día estaba bastante nublado y, en algunos puntos, amenazante; al final, abriría y terminaría siendo un día precioso…

Ciertamente Bergen no iba a hacerme sentir una rain monster… LP textual: «… es una ciudad preciosa y con mucho encanto… Lo malo es que llueve 275 días al año como mínimo». ¡Pues no nos tocó! ¡Hasta vimos algo de sol!

Bergen es la segunda ciudad de Noruega, la más bonita y con más «ambiente», otrora capital del reino (s. XII y XIII).

Como ya adelantábamos ayer, la zona céntrica es muy señorial, con grandes edificios que albergan museos de todo tipo (de arte, decoración, navegación, históricos, folkóricos, etcétera).

Asombra en este tipo de ciudad una peatonal tan ancha, con bellos monumentos:

y, a cada rato, el recuerdo de un «hijo» talentosísimo de la ciudad: Edvard Grieg (Peer Gynt y tantas otras bellas piezas… recuerdo un viejo CD con canciones lentas y tristes cantadas por Anne Sophie von Otter):

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La zona del puerto de Vågen sigue sin solución de continuidad y empieza a mostrar gran movimiento, con el mercado de pescado, frutas y recuerdos:

 

Apostamos a que más tarde escamparía un poco, así que nos perdimos por la zona que rodea la estación del funicular y postergamos esa subida. Son calles adoquinadas que serpentean y trepan, un barrio que a medida que sube abandona los comercios o la iglesia y aparecen casas antiguas en perfecto mantenimiento

y con los más lindos detalles para apreciar:

Largo y detenido recorrido por estas callecitas… una belleza. De ahí, es bajar y ya estar en medio del barrio de Bryggen («embarcadero»), donde volvemos a empalmar con el relato histórico. Parece que Bergen/Bryggen no sólo fue la capital durante un tiempo sino la ciudad más importante del país. En el s. XIII se escribe una historia de fuertes vínculos con una alianza comercial de ciudades alemanas («Hansa» y, de ahí, «Liga Hanseática») de la que Bryggen -un resguardado puerto marítimo- formó parte como principalísima sede extranjera. La prosperidad de esta unión y la importancia de Bryggen perduró hasta fines del s. XIX. Para entonces, todo el barrio era conocido como el «barrio alemán», así como sus costumbres, tradiciones e iglesia.

Poco comprenderían esos pobladores el odio nazi… en el propio Bryggen se visita la sede clandestina del grupo Theta, refugio de la resistencia, acribillados por los nazis cuando los descubrieron.

Entonces, la palabra «alemán» quedó proscripta y todo fue rebautizado tal y como se conoce hoy.

Se trata, entonces, de un barrio medieval, conservado en perfectas condiciones; tanto, que fue declarado Patrimonio Histórico Universal por la UNESCO en 1979, bajo el «Criterio III, ser y aportar un testimonio único o por lo menos excepcional de una civilización o tradición cultural desaparecida». Concretamente, se valoró que (i) es la única parte conservada de una factoría hanseática de ultramar; (ii) fue núcleo de desarrollo urbano de una región marginal de Europa; (iii) conserva vestigios del antiguo de tipo de edificios urbanos de madera, característicos del Norte de Europa.

Pruebas…

Entre las casas, unos estrechos pasillos que respiran aires de otra época y hoy albergan mayoritariamente ateliers de artistas, diseñadores de joyas, tiendas de chucherías turísticas

y patios interiores divertidos, con un bacalao

DSC01210y una cabeza embalsamada que recuerda una leyenda: la casa sería de un prestamista, cuando el deudor no pagaba se colgaba esta cabeza en señal de que «el señor feudal se estaba haciendo cargo de la mujer del deudor» 😉

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El olor a canela era irresistible, así que a eso de la 1pm hicimos un pequeño tentempié

Ya era hora de trepar a la montaña de Fløyen… en funicular de Fløibanen:

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Las vistas, sencillamente imperdibles, muy apreciables además gracias a que el día mejoró muchísimo

La bajada, por bellos senderos en medio del bosque que desembocan en la ciudad, en el barrio que habíamos recorrido primero a la mañana… total: 40 minutos bajando… buen ejercicio para rodillas y glúteos 😉  (en este preciso momento duele levantarse de la silla…)

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¡Qué vistas estas casas…!

La bajada nos dejó exhaustos, así que emprendimos el retorno al hotel… Hoy nos toca picnic pero, antes, sección «una imagen, más que mil palabras»:

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🙂

 

Ya en Bergen

14JUL2016

Amanecimos con esta vista increíble desde el balcón de nuestra «cabaña/habitación»:

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Nos cruzamos al edificio principal del hotel y tuvimos un desayuno verdaderamente señorial, en un entorno de otra época y muy muy surtido…

Arrancamos el tramo que suspendimos ayer a la tarde por la amenaza de tormenta, en dirección a Ulvik, por la ruta (¿sendero?) 572. El camino era bellísimo, sinuoso y en subida, sinuoso y en bajada… para tener vistas como éstas desde arriba:

y éstas, ya en el pueblo y sobre el fiordo:

Y aquí, la infaltable iglesia de Ulvik, muuuuuuy bonita:

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y, en su interior, algo muy típico que cuelga de todas las naves centrales y suponemos que se corresponde con un pueblo de navegantes:

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Fue aquí en la oficina de turismo de Ulvik que, con la amabilidad acostumbrada, nos asesoraron sobre un par de datos que necesitábamos para la toma de decisión. Definitivamente no iremos a Odda a sacarnos la hiperfamosa foto de vértigo, sobre una piedra que parece una lengua avanzando sobre el fiordo… se trata de un trekking de 11km y en altura (más otro tanto de vuelta, pero en bajada 😉 ), que se calcula en unas 12 horas… otra cosa más que queda para la próxima 😉 😉 😉

Conclusión: haríamos el más apasible y tradicional recorrido por el segundo fiordo más grande de Noruega: Hardangerfjord, que llega en uno de sus extremos orientales hasta Ulvik. Nosotros nos dirigiríamos hacia el oeste, en dirección a nuestro destino, Bergen.

Verdaderamente, se trata de un fiordo enorme. Sobre todo, luce muy «ancho», maravilla constatar el mar «metido» en la tierra… La parada de que da cuenta esta foto fue memorable:

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Allí también estacionó justo una motorhome con la que nos cruzamos varias veces y que tenía atrás la leyenda: «McRental», «www.mcrent.eu». Ni lerdo ni perezoso, Mario se puso a conversar y nos terminaron mostrando toda la caravana, sus comodidades, cómo funciona a gas, dónde se carga el agua, cómo se evacua el baño, los lugares para equipaje… ¡cara de juguetería de el-que-les-je-di! Eran dos matrimonios israelíes, de Jerusalén, que han recorrido toda Europa en casa rodante alquilada, «y sin pagar camping»;), siempre parando en la calle, en la ruta, en parques, en estacionamiento… Era poco más del mediodía y las mujeres habían empezado a cocinar… ¡había cebollas y pimientos sobre la tabla de picar! Pararon en ese lugar para almorzar y seguir. Ratificaron que, efectivamente, Noruega (y Escandinavia, en general) es particularmente amigable para los viajes en caravana. Cargan agua gratis en las marinas, descargan gratis también ahí o en estaciones de servicio; pueden parar en cualquier parte, nadie les dice nada… También nombraron como países amigables Alemania, Francia, Escocia, Irlanda, Austria, etcétera. Será cuestión de animarse… un dato alentador es que vemos parejas de 65-70+ en este tipo de turismo… ¡estamos a tiempo! Ja ja…

Un poco más adelante, nos desviamos desde el puente Fikse-Øystese, trepando para ver esta olla de agua en la que naturalmente viven unos «gullt fiskes» (peces de oro) parece que desde el 1900 y tantos:

La bajada a Øystese desde el punto de arriba en que estábamos fue también bellísima; todos son pueblos pintorescos, prolijos, austeros y al propio tiempo encantadores…

En Norheimsund la atracción es una cascada por debajo de la cual se puede caminar sin mojarse… y allá fuimos todos los fieles cultores de la religión turística:

Desde ahí, el camino de hora y media hasta Bergen, mates de por medio, nos mostró por primera vez algo «no tan lindo»… centros de esquí sin nieve y con el césped «quemado», la imagen de cabañas e instalaciones sin ocupar, cerradas y que, quizá por eso, no luzca tan «de ensueño» como el resto que veníamos viendo. De cualquier modo, duró poco, porque las afueras de Bergen son muy verdes y con barrios residenciales preciosos.

La historia de nuestro alojamiento en Bergen empezó hace varios días y la «cerramos» hace dos. No podíamos creer que no encontráramos «nada»… Saltábamos del 5* de U$s 250 para arriba, a habitaciones de u$s 100 sin baño privado, o departamentos alejados de u$s 140, en todos los casos sin parking. Hace dos días tomamos la decisión de parar en un hotel muy lindo y acomodado en el precio pero… en las afueras: el Thon Hotel Bergen Airport, de una cadena del estilo de los Holiday Inn o algo así. Confort sin lujo…

La Gallega del GPS no terminaba de anunciar «llegando al destino por la derecha»… ¿dónde diablos quedaba el aeropuerto?

Finalmente, aquí estamos y así es nuestra habitación:

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Y el traslado al centro de Bergen queda resuelto con un bus que tomamos en la puerta del hotel (# 51) y que nos devuelve a la puerta del hotel, hacia y desde el mismísimo sentrum, como se escribe aquí. De paso, largamos un rato el auto 😉

Eran las 5.25pm y ya estábamos de recorrida por Bergen. El primer impacto es fuerte: ¡qué ciudad más hermosa! Muy diferente de todo lo que veníamos viendo en Noruega… obviamente, todavía no estuvimos en Oslo; Bergen misma fue capital del reino hace un tiempo. Tiene edificios imponentes, magníficos, algunas calles anchas y parques preciosos. Además del famoso Brygge, del que ya daremos cuenta.

Lo primero fue hacer algunas averiguaciones en la oficina de turismo; después, caminata ligera y sin pretensiones (mañana volveríamos a hacer la recorrida ordenada y con las atracciones «abiertas»).

[Esta gente es muuuuuuuuy socialista: el horario de apertura de algunos negocios es de 10 a 16; otros, de 9 a 18; unos pocos (supermercados, en general), de 8 a 20 ó 22. Por eso, todos los pueblos y ciudades parecen «muertos» ya a eso de las 5pm… Eso sí, constatamos que los súper están abiertos los domingos 😉  Lejos estamos de la «vida» o «vitalidad» de otras ciudades o regiones europeas en verano…]

Como tampoco había ya tanta luz para las fotos, van unas pocas de adelanto: la parte estrictamente céntrica:

el mercado de pescados:

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mucho «ambiente» en cafés, restós, bares, negocios (¡cerrados! ¡con turismo rebosante!)

Y el famoso Brygge:

Para terminar la noche, 7.45pm, cena «contundente». Elegimos «cocina noruega de provincias… platos que solían cocinar la madre o la abuela…», tal la descripción de LP acerca del restobar Pingvinen… Lleno total; tuvimos que comer en la barra… Hacía mucho frío, quizá el más frío de todos los que pasamos hasta ahora, y esto vino muy bien (un plato era a base de cordero; el otro de pescado; siempre mucha papa… deliciosos).

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Como curiosidad del día, nos encontramos con varios argento-parlantes. Caminando cerca de la torre Rosenkrantz (mañana volvemos sobre esto), una familia entera con suegra y todo; viven en Pilar y él «trabaja en Rosario» (es dueño de las franquicias de «El Noble» de España y Mendoza, de «Curves»(¡Cristi, tu gym!) y de algo más que no retuve. En el restaurante, tres amigas sentadas en una mesa; salimos juntos y las escuchamos con esa tonada indisimulable… ¡compatriotas!

Chau, más de medianoche ya… tengo sueño 😉

 

Camino hacia Bergen

13JUL2016

Otro día estupendo de sol, con nubes dramáticas dándonos vueltas por todas partes y (casi) nada de lluvia.

La mañana empezó más que tranquila, con desayuno (no tan bueno como hacía presumir el bufet de la cena, pero muy por encima de otros). Mario cumplió su promesa y, short de baño mediante, se animó:

Al menos, no murió en el intento; dice que «no es taaan fría…». No me verán a mí en esa…

Antes de partir, hicimos algunas consultas con la responsable de la conserjería del hotel. Nos dio un par de buenos consejos (sobre todo, porque nuestra idea originaria tenía un error: donde creíamos que había un ferry, en realidad había barco express de pasajeros). Tomamos la decisión, acorde con el espíritu de la zona, de «menos es más». Acotamos nuestras expectativas y abandonamos la ruta turística Gaularfjellet… en otra oportunidad 🙂

En dirección oeste, nos subimos al ferry Hella-Dragsvkik con destino al pueblito de Balestrand… Gran decisión. Es una divinura, con su hermosa iglesia de 1897, St Olaf, anglicana, pero copiando las stave churches. No sólo era muy bella…

… sino que además fue una experiencia espiritual muy linda, al encontrarnos con una oración muy para la ocasión:

El pueblo invitaba a quedarse recorriendo algunas calles y, sobre todo, su costa, con un gran hotel de más de un siglo

galerías de arte, cafés, una joya:

… ¡y gente bañándose!

Abandonábamos Balestrand y a Mario se le vino a la cabeza la palabra «serena» para la vida que lleva esta gente, probablemente en la sociedad más rica (global y distribuidamente) del planeta… y yo que le pongo una canción a todo, recordé que en el celu tenía «Cuando ya me empiece a quedar solo» (CGarcía), cantada por la Negra Sosa: «… una vejez sin temores, y una vida reposaaaaaaada…», así que musicalizamos una vez más el momento y aquí estamos, apuntándola para esa vejez que esperamos sin temores, serena…

De vuelta en Dragsvik, ahora el ferry era hacia Vangsnes:

y, ahí no más, Vik, otro pueblito para el recuerdo, esta vez por dos iglesias: una de madera (stave church, ¡de 1130!)

y otra de piedra, no menos bella (¡1170!)

En Vik compramos insumos para el picnic, que intentó ser en este lugar:

pero que terminó en el auto, porque esos pequeños animales amenazaban con comernos las manos 😉

Previamente en la subida, unas vistas increíbles del fiordo:

y, allá arriba, arriba arriba… otra vez esas nieves hermosas:

Luego de la nieve, portentosas cascadas de agua

y, al cabo, la llegada a Voss, lugar de base para múltiples atracciones turísticas, particularmente vinculadas con deportes y vida al aire libre. En función de eso, mucha familia… muchos jóvenes… lleno casi total…

Una tormenta amenazante hacia la dirección de nuestros planes nos hizo desistir y cambiar el destino: llegaríamos un día antes a Bergen, nos presentaríamos en el hotel para el que tenemos reserva mañana y ver qué pasa; eran unos 1ookm, hora y media estimada en el GPS.

Antes, un último intento. En Voss hay un súper hotel llamado Fleischer’s por el que ni se nos hubiera ocurrido preguntar por habitación, pero en el folleto que nos dieron en la oficina de turismo aparecían unas habitaciones de «motel» (parecen unas cabinas), que pertenecen a ese hotel. No perdíamos nada con preguntar…

Y aquí estamos, parando en Voss, en el «motel» de Fleischer’s sobre el lago, que luce así:

y del que tenemos acceso a la piscina

y mañana el desayuno incluido. Antes del reconfortante chapuzón, habíamos comprado nuestras vituallas para la cena

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y recorrido algo de la ciudad:

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Y… ¡buenas noches! Otro regalito…

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Bajando a Sognefjord otra vez…

12JUL2016

Esta mañana nos preparamos nuestro propio desayuno en el departamento. Habíamos comprado un pan muy fuera de lo común, lleno de semillas, frutas, especias y, al propio tiempo, liviano y elástico. Una delicia.

Pasamos la experiencia de entender cómo era el pago de la fracción de hora que debíamos de parking con la tarjeta de crédito y dejamos las llaves en la recepción. Allí, un encargado muy atento nos dio consejos sobre el mejor recorrido para «bajar» hasta la zona de Sognefjord, pero esta vez, al norte y al oeste. Nuestro destino final, Leikanger, único lugar donde conseguimos habitación de hotel… lindo y caro («Leikanger Fjord Hotel», muy bueno). El resto de la zona, todo tomado. Lo único que quedaba eran hostales y cabinas de camping con baño compartido… y a esto último dijimos que todavía no… a menos que sea de última necesidad.

Salimos desde Ålesund alrededor de las 9am, dirección Solavägen. Allí tomamos, fácilmente como siempre, el ferry hasta Festøya:

El cielo estaba bien nublado, con lloviznas intermitentes y bien cambiantes. Seguimos hasta Ørsta y desembocamos en un pueblito de ensueño, Sæbo, cuyo importante hotel tenía los típicos techos con césped… me encanta que sean tan descuidadamente cuidados, con yuyos distintos:

[Aquí la foto para Chapo, para que lo haga en Pueblo]

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En ese pueblito encantador tomamos un segundo ferry

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y empezamos una seguidilla de paisajes de «espejo», como estos:

también, con barquitos como éste, con helicoptero y todo:

Y lo que he dado en llamar «la serie de las nubes dramáticas»… ;), algunas de las cuales se advierten en fotos anteriores:

Mientras tanto, se sucedían las iglesias… y así como «todo baño se …», en este viaje «toda iglesia se fotografía», ¡tan bellas! También va mi preferida de hoy: la color ladrillo oscuro.

Retomando el trayecto, el segundo ferry nos dejó en Leknes, desde donde bajamos hasta Øye para ser testigos de un valle increíble, Norangsdalen, con el Hjørundfjorden a la derecha al comienzo. No resulta fácil describir paisajes tan distintos, tan cautivantes, tan verdes… con el marco de esas nubes amenazantes o de la nieve a manchones o de las cascadas revueltas de deshielo.

En Hornindal paramos a hacer un pequeño picnic

y ya dejando atrás Stryn entramos en la zona alta de montaña y glaciares, un parque nacional llamado Jostedalsbreen. En dirección sur por la ruta 5, salimos de un túnel y, ahí no más, el Bøyabreen Glacier, cerca de Fjærland, único momento en que podemos decir que tuvimos mala suerte con el tiempo: bajamos y empezamos a caminar los apenas 300m desde la ruta y se largó a llover con todo… Esto es lo poco que pudimos registrar de un glaciar, por lo demás, pequeño (¡aguante el Perito!):

El resto del camino hasta Leikanger fue nuevamente muy bello, con clima variado y animado por unos muy oportunos mates (ya era cerca de las 5pm…).

El pueblito donde está nuestro hotel es muy pintoresco, sobre  Sognefjorden, con casas idénticas a las que venimos viendo: madera pintada, techos a dos aguas, dos o tres plantas, en general «grandes», lo que en Argentina caracterizaríamos como «clase media acomodada», pero esa es la regla, y la ostentación, directamente, no existe. No hay la mansión que «se corte» del resto… no hay lujos, no hay brillo ni desborde… Tampoco hay el rancho. Como coincidían hoy dos amigas en sus comentarios, «austeridad». Esa es la palabra que los caracteriza. Al propio tiempo, un estilo minimalista de gran gusto, sumado a todas las comodidades y el confort propio de este tiempo. En «lo macro», todos los dineros públicos en obras (las obras viales, impresionantes; seguimos con túneles de más de 6km… cantidad de ellos).

Volviendo a Leikanger, nuestro hotel es precioso, con una vista de sueño desde la habitación (la foto «soleada» es casi a las 9pm, ¡después de cenar!):

Decidimos cenar en el hotel; tienen cena bufet para los grupos y los precios eran más o menos asequibles (reincidimos gratamente con el bacalao fresco de noruega, ahhhhhhh).

Antes de cenar, salimos de recorrida por Leikanger

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Y para terminar, un bouquet de rosas de las miles y miles que florecen en este pueblo bello, ¡buenas noches!