«Wild on» Patong…

18/19FEB2016

Ayer al mediodía dejamos la inigualable Phi Phi… Embarcamos en el Andaman Wavemaster que partía 1.30pm y ya, desde el vamos, todo fue desorganización a partir de la sobreventa de pasajes. Nosotros no tuvimos problemas «directos» (teníamos dónde sentarnos) pero sí padecimos las molestias de tener gente tirada en los pasillos, parada, las mochilas por todas partes… Múltiples quejas y gritos, pero el barco salió igual y continuó subiendo gente en Ton Sai.

Yo seguía a tambor batiente con mi libro de Bolaño y Mario se enganchó con «Avatar», subtitulada en inglés, así que más o menos las tres horas se pasaron rápido.

En el embarcadero nos esperaba la combi que nos llevaría al Tri Trang Beach Resort, en «una zona tranquila de Patong», la playa más movida de Phuket.

Tardamos más de una hora en llegar a destino. El tráfico para cruzar el centro de Phuket, trepar unas montañas y volverlas a bajar en la costa oeste de la isla, fue infernal.

El chofer fue dejando pasajeros en los hoteles de la zona más céntrica de Patong… Eran cerca de las 6pm y las dos calles principales (una en cada sentido) paralelas al mar, así como las cuadras que las cortaban, reventaban de gente, boliches, restaurantes, negocios de todo tipo y ruido, mucho ruido… parlantes a todo dar competían por imponerse, principalmente en los bares.

Se terminó esa calle y entramos en una curva ascendente y empinada que, para nuestra sorpresa, se extendió por más de 3km… Estábamos lejos, muy lejos del ruido, sí, pero también de donde transcurría todo… Propiamiente que en el medio de la nada, como en una «cala» o pequeña playa.

image.jpeg

Para peor, el hotel no está mal pero, ciertamente, tampoco compensa la distancia y la necesidad inevitable de transporte… No es un hotel en el que den ganas de quedarse. Se trata más bien de un resort de playa, con muy lindas vistas desde los balcones al mar, con una playa preciosa pero «corta» (no da para gran caminata) y en la que, además, no hay reposeras; sólo se permite la toalla de playa; reposeras, en la pileta.  Aun esforzándonos en evitar las comparaciones con Phi Phi y Zeavola, el contraste era sencillamente brutal.

Si el oído de las lenguas no nos falla, el hotel está predominantemente ocupado por rusos… grandotes, blancos enrojecidos y rubiones. Hay bastantes chicos también y para ellos ha de estar bueno el régimen de comidas y de «actividades» de los grupos de animación (que, en lo personal, me fastidian soberanamente; hoy, por ejemplo, tenemos karaoke; ayer, música en vivo… «Where are you from?», «Argentina», «Argentinaaaaaaaa» y, tras cartón, «Don’t cry for me Argentina…» Aaaaaaaaaayyyyyy).

Como decíamos, eran más de las 6pm y ya «no daba» para ir hasta Patong. Decidimos acomodarnos, Mario se gratificó con una sesión de masajes en cuello, hombros y espalda y cenamos en el restaurante que está sobre la playa… Eso es un placer de todos estos lugares… Comemos sobre la playa prácticamente todos los días. Muuuuuuuy hermoso y muuuuuuuuy accesible.

Hoy nos levantamos a las 6am aprox., bajamos a desayunar, también sobre la playa. Tiramos nuestras toallas en la arena, bajo una tupida sombra de esos árboles tipo sombrilla, de esos que abundan en Brasil, con hojas anchas, hermosos.

La lectura sobre la arena blanca y fresca, mirando el mar soleado cada tanto y con una leve brisa… qué decir…

El agua del mar es más linda que en Phi Phi, bien bien transparente, cristalina.

Al rato nos turnamos para caminar (teníamos cámara, celulares y mi libro electrónico) y fue así que llegué a ver a estas hermosuras:

ojalá que sin mayor daño para ellos… La actividad que venden se llama «Swimming with the elephants» y los chicos deliran… Es increíble ver a esos enormes animales comer, cómo enroscan la trompa y engullen la comida, todo un espectáculo.

Al mediodía bajé con unos mates y, poco antes de las 2pm, nos preparamos para tomar  el shuttle que sale del hotel (uno a las 9.30am y otro a las 3.30pm) para Jungceylon, el centro comercial que está en el punto neurálgico de Patong. El bus salió lleno (de hecho, tuvieron que agregar otro); dos musulmanes-vaya-a-saber-de-qué-nacionalidad, dos argentinos-nosotros y, el resto, rusos.

Como llegamos y todavía pegaba bastante el sol, nos metimos en el shopping, inmenso… Buscamos una vez más el e-reader para Mario; «no, ma’am, here no e-readers, people very lazy, they don’t read…» 🙁  … Con lo que me temo que pronto voy a tener que abocarme a los libros «físicos» que se trajo Mario (ya está terminando/sufriendo a Samantha Schweblin y sus cuentos de «Pájaros en la boca» y nos quedamos sin naaaaaada…; voy a tener que prestarle mi Kindle un ratito… sufre, Etelvina, sufre 😉  ).

Nos metimos en un supermercardo gigante y repusimos mi provisión de castañas de cajú. También compramos curry verde y rojo, un «mix» mágico de sabor a pad thai y, ¡maravilloso!, cubitos de caldo de langostinos… Eso que nunca tengo gana ni ingredientes para hacer en casa 😉 y que muchas buenas recetas llevan. Veremos si sirve. Amigos sibaritas, ya sé que no es lo mismo, pero…

[Como ven, estamos a full con la comida tailandesa, vírgenes de toda pizza y pasta. Obviamente, rige a pleno la sentencia: «No vinimos a Tailandia a comer pollo al horno con papa, Mario»]

En una farmacia encontramos, ¡finalmente!, repelente al 50% DEET. Veníamos buscando sin suerte, para llevar para allá (el Off verde tiene 25%).

A eso de las 5pm caminamos hacia el mar, atravesando la calle más animada: Bang La.

Como diría el amigo Haurie, abruma la «contaminación visual»…

Llegamos a la playa y había una fauna nutrida y diversa: solos y solas, parejas homo y hétero, familias con bebés y chicos (¡increíble, pero sí, muchos!) y, desde ya, señores occidentales y cristianos de avanzada edad con «acompañantes terapéuticas» o «terapéuticos» tailandeses y jovencísimos. Perdón la moralina, pero disgusting. Ampliaremos en otro post.

Abundaban, además, manifestaciones de todo tipo de actividad acuática: motos de agua, paracaídas tirados por lancha (¿¡cómo se llamaba eso?!), bananas tiradas por lanchas, snorkel, etcétera.

Caminamos al lado del mar buen rato, echándole un vistazo a los restaurantes recomendados por LP. Nos decantamos por uno con mesas sobre la playa («Sabai Beach», tipo chiringuito), nos acomodamos en la primera fila y -horror- nos pusimos a picar algo y ya después nos enganchamos con el plato principal a las 6.45pm, viendo el atardecer… Cada vez más europeos, cada vez la cena más temprana 😉

Lo pasamos fantástico: comida riquísima, cerveza bien fría, ambiente muy animado y, al propio tiempo, el restaurante muy tranquilo, con parejas y familias.

Volvimos por la primera paralela al mar, atravesamos nuevamente «Bang La» (ya de noche, con toda la oferta de alcohol y sexo a full) y nos tomamos un helado.

Taxi tuk-tuk y al hotel. Apenas las 9pm, pero contentos… Aprovechamos bien el día y ya mañana volamos otra vez.

En suma, y con relación a Patong: no recomendamos ni el hotel ni la zona, más allá de que finalmente lo pasamos muy bien. Nuestra modestísima opinión, y siempre dependiendo de las preferencias de cada quién, es que primero hay que decidir si interesa conocer un lugar como Patong. En nuestro caso, y más allá de que uno no participe (léase: tomar alcohol hasta matarse, ver shows porno o pagar por prostitución), creemos que ese fenómeno «wild on» tan extendido vale una mirada, aunque más no sea de outsider. Además, hay que pasar por Phuket sí o sí para ir a Phi Phi.

¿Dónde parar, en ese caso? Suponemos que en alguno de los dos extremos de la  curva de la playa, tratar de buscar algo más bien alejado del «centro», precisamente de la calle «Bang La». Pero siendo que se trata de eso (de ver justamente ese fenómeno), lo mejor es estar en un lugar accesible. Obvio que con un día alcanza y sobra.

 

 

0 comentarios sobre “«Wild on» Patong…”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *