¡Al fin, San Petersburgo!

11 y 12 JUL 2019

San Petersburgo

[Empiezo a escribir esto el sábado 13 de julio… ayer murió Sabrina, nuestra perrita por más de 13 años, la compañera fiel de Lenin… Ya estaba muy viejita y seguramente sufriendo mucho, por lo que mejor así… solo que duele pensar que no la veremos más…]

Dos días atrás, el jueves 11, salimos de Vilnius en vuelo de AirBaltic (que hizo escala en Riga, donde tienen el hub) hacia San Petersburgo (en adelante, SP, como la identifican en mucho aquí), la gran ciudad imperial rusa.

El avión aterrizó puntualmente a las 7.50pm. Teníamos mucha ansiedad por conocer este país y estas ciudades. El aeropuerto de SP es muy lindo y muy moderno, sospechamos que por el Mundial de Fútbol 2018. Fue muy fácil entrar al país (sin visa los argentinos, a diferencia nada menos que la UE) y encontrar el camino hasta el bus 39 que nos llevaría hasta la estación de metro Moskovskaya (por suerte, las estaciones estaban señaladas en inglés, además del ruso y su endemoniado cirílico). Lo primero que debemos decir es que, a diferencia del estereotipo tan extendido, los rusos son amabilísimos. De hecho, cuando preguntamos a la cobradora en el bus por la parada, un señor nos hizo seña de que él iba hacia allá, así que lo seguimos hasta el ingreso de la estación de metro y nos indicó donde comprar los tickets.

Ya en el subte, teníamos carteles indicadores en inglés y altoparlantes que anunciaban las paradas.

Nos bajamos en Nevsky Prospekt, el centro neurálgico del barrio histórico, con esa imagen imponente de la Iglesia Kazan. Como nos quedábamos 4 noches, quise alquilar departamento, privilegiando la ubicación que, efectivamente, era insuperable, no podíamos estar en mejor lugar. En una línea larga de edificios imponentes no podíamos encontrar bien señalizada la altura de la calle Griboyedova… Es como que se nos cortaba y no aparecía, en medio de cantidad de boliches y comederos, la entrada del edificio. De nuevo, la amabilidad rusa: un mozo de un bar salió y se metió en un gran patio interno al que llegamos pasada una reja… era un laberinto o, más bien, un gran conventillo en el medio de la manzana… ¡Me habían advertido de los departamentos rusos! ¡Y no hice caso! El ingreso era ho-rri-ble… de no ser por la hora creo que lo hubiéramos pensado dos veces (ya eran pasadas las 9pm). El contacto nos estaba esperando. El departamento es un pañuelo de pequeño y apenas correcto, pero tiene todo lo indispensable, es limpio… y ya estaba. Consejo: no alquilar departamentos en Rusia o… ver muy bien. Las propias opiniones en booking.com pueden ser engañosas o no responder a las expectativas. Al día siguiente nos enteraríamos cómo es esta historia…

Nos acomodamos, fuimos al súper que está cruzando la calle posterior del complejo de departamentos, abierto 24/7, compramos lo indispensable (por ejemplo, agua), dejamos las cosas y salimos por la calle Griboyedova a buscar un lugar abierto para comer. Eran casi las 11pm… Encontramos una pizzería y un mozo entretenidísimo con el hecho de atender a “argentinos”. La verdad, nos alegró el rato.

Gran sorpresa cuando cerraron tras nosotros (11.30pm) y caminamos apenas 30m hasta nuestra esquina. La Iglesia Kazan iluminada es bellísima, y el barrio no puede ser más animado

Para el día siguiente (viernes 12), ya teníamos reservado el free tour en español desde Argentina. Esa misma noche en que llegamos Roslan se comunicó por WhatsApp mandándonos la ubicación del Monumento a Catalina II desde donde partiríamos (a apenas 800m de donde estamos parando)

Armamos un grupo de 10, todos españoles y nosotros. Ruslan vivió su adolescencia en Alicante, a raíz de la decisión de su padrastro de negarse a seguir pagando coimas para poder trabajar en el comercio que tenía. La mamá era profesora de literatura y su padre director de escuela. De hecho, ellos siguen en España.

Es un joven culto, inquieto, animado y habla perfecto español. Por suerte nos repartió unos auriculares, lo que facilitó escucharlo y seguirlo. Eran las 9am y caminaríamos hasta bien pasada las 12.30pm.

Comenzó riéndose de los estereotipos acerca de los rusos, de Putin, en verdad lo hizo muy divertido y, al propio tiempo, muy lleno de datos históricos y de relecturas de la historia rusa… diríamos que no tanto (o casi sin mención) de la época soviética. El denominador común de los relatos parece ser un profundo sentimiento nacional. Difícil compararlo, nos impacta muchísimo.

La dinastía Romanov se inició en el s. XVII pero tuvo su hora de gloria a partir de Pedro I, el Grande (1700-1725), quien admiraba Europa y quiso tener una capital con ese estilo. Estaba particularmente enamorado de Holanda, fue así que advirtió la importancia de una flota, de la salida al mar, recuperó el Báltico y pensó en esa vieja locación sueca para la ciudad que fundaría: San Petersburgo. Era un hombre muy alto (2,04m), muy inteligente y muy austero. Ruslan destacaba todo el tiempo el hecho de que se mezclara con el pueblo y que trabajara incluso a su lado, sin perjuicio de lo cual podía ser muy duro y despiadado (parecía decirnos: “con causa”). Él fue quien puso las bases de esta ciudad, con un estilo sobrio que se reflejaba en la arquitectura.

Su hija Isabel, en cambio, fue la “gastadora” (1740-1761), iniciando un período en las construcciones públicas muy barroco (por ejemplo, el Palacio Peterhof). No obstante su fama de dilapidadora, cabe reconocerle gran inteligencia: siendo mujer se mantuvo más de 20 años en el poder.

Luego de algunos incidentes llegó Catalina II, la Grande (1762-1796), una alemana casada con Pedro III (éste se enemistó con el ejército y “adoraba” todo lo alemán, o sea, todo lo asociado con el enemigo). Catalina fue brillante… Pedro murió finalmente en circunstancias muy raras o sospechosas y ella desarrolló una estrategia de alianza con el ejército y con la nobleza que la sostendría fuertemente en el poder. Catalina, sostenida por la nobleza, es lo que justamente viene a querer decir el monumento por el que arrancamos:

Fue una época de austeridad general, pero con riqueza en los detalles, que podríamos llamar “clasicismo”.

En la primera mitad del s. XIX ya vendría una fuerte influencia francesa, de la mano de Alejandro I, que venció a Napoleón pero no a su sortilegio.

Empezamos a recorrer la ciudad con muestras de una arquitectura grandiosa, cualquiera fuera el estilo. Por ejemplo, esta famosa casa de venta de delicatesen, una verdadera maravilla:

o el Teatro Alexandrinski, de la época isabelina

Fue aquí que Ruslan nos hizo reparar en este “pastel rosa”:

para llamarnos la atención de la maravilla de edificio que era, de lo absolutamente común que era ese tipo de edificación por cuadras y cuadras y cuadras, unos al de lado de los otros… ¿y qué eran? Pues eran edificios particulares, construidos por personas adineradas con afán de invertir y hacer rendir su dinero alquilando distintas partes del edificio. En la planta baja podía haber comercios, en las dos plantas siguientes destino de vivienda para sí mismo o para alquiler a personas de la nobleza (véanse las grandes ventanas, los balcones) y, en las plantas superiores, subdivididos en pequeños alojamientos, pequeñas habitaciones (véanse las muy pequeñas ventanas), en las que vivían desde personas menos adineradas, bohemios, y aun lo más bajo de la población. Un poco la realidad descripta por Dostoievski. Eso hizo que se mezclaran distintos estratos sociales, que eso fuera muy común y que, con el tiempo, el período soviético (nacionalización) y la vuelta de la propiedad privada, ahora sean… ¡departamentos!, en los que los lugares comunes son horrendos o venidos abajo y los departamentos pueden ser muy lindos o al menos aceptables (“En SP, lo de afuera es UNESCO, gobierno; lo de adentro comunitario es horrible; lo de adentro privado, depende”). Con Mario nos empezamos a reír… “¡estamos en uno de esos!”, dijimos. ¡Y no éramos los únicos!

Si alguien construye ahora, por ejemplo, como este edificio de 2004:

debe respetar las reglas (luce verdaderamente armonioso con el resto).

A cada rato íbamos parando y Ruslan nos vinculaba lugares con hechos históricos. Por ejemplo, Catalina hizo traer muchos gatos al palacio, porque guardaba muchas obras de arte y quería evitar que las ratas las comieran. Hoy el gato es un símbolo de SP, un animal venerado.

La avenida Nevsky Prospekt es el símbolo de la libertad religiosa que propiciaron los Romanov, particularmente Catalina. Eran muy abiertos, incluso ayudaban con la construcción de las iglesias. En esa calle conviven una iglesia armenia

una católica, asombrosamente despojada (hay pocos católicos en Rusia; las misas se dan en polaco, español e inglés, además del ruso)

otra luterana (a la que no le saqué foto); de lejos, la archi famosa Iglesia del Salvador de la Sangre Derramada (sobre la que volveremos mañana)

y la Catedral de Nuestra Señora de Kazan, el edificio imponente que tenemos a apenas 30m de donde paramos, ortodoxa, muy parecida a San Pedro en Roma, dedicada a la victoria de Rusia sobre Napoleón.

Entramos a la iglesia durante un oficio religioso en el que no nos permitían sacar foto. Nos pasó igual que en Riga: quedamos impactados por el boato, los cánticos con esas bellas voces de bajo y el coro que acompaña, todas las personas paradas, los hombres “sacerdotes” yendo y viniendo por todo el templo… se ven muy religiosos, las mujeres con las cabezas tapadas, muchas personas asistiendo al culto. No hay bancos. Las misas pueden durar 2, 4, 8 ó 10 horas.

Más del 85% de los rusos son ortodoxos. La religión nunca se apagó del todo con el régimen soviético. La religión era el opio del pueblo, pero las personas que venían del anterior régimen mantuvieron el sentimiento religioso. De hecho, no estaba prohibido, pero era “riesgoso”, los fichaban. Los abuelos cuentan anécdotas de haber ido a misa al pueblo vecino para no ser reconocido y delatado.

Al igual que lo que nos contaron en los Países Bálticos, durante el régimen las iglesias tuvieron destinos insólitos: desde almacén de verduras, depósitos de todo tipo, facultades, piscinas, baños en los altares… hicieron de todo con la humillación. En una entrevista, Yuri Gagarin dio certezas de la inexistencia de Dios. Habiendo estado en el espacio, afirmó que “Dios no existe, ahí afuera solo hay oscuridad y estrellas frías, no hay nada, se los aseguro”.

Le preguntamos a Ruslan si Putin era religioso y nos contestó que “muy religioso”. De hecho, aparentemente hay todo un tema con la influencia actual (muy poderosa) de la jerarquía eclesiástica rusa en la vida civil. Es un tema que ha revivido (a Ruslan lo bautizaron a los 11 años, luego de la caída del régimen).

Seguimos avanzando por esa avenida y, ahí no más, el Palacio Strogonoff, ¡sí!, el del ¡lomo Strogonoff! Toda una historia de la dinastía más rica del s. XVIII, dueña del monopolio del hierro, y de su jerarca, un hombre que daba de comer a las personas que le pedían este archifamoso guiso.

SP tiene 5.300.000 habitantes oficialmente; en realidad, parece que 7.000.000, contando inmigrantes, indocumentados, el área de influencia.

El metro de SP es más profundo (85m) que el de Moscú, pero no tan bello en su conjunto. No es el más profundo del mundo (está en Kiev, 110m).

Seguimos caminando a través de esas avenidas espléndidas

con más casas de inquilinato (¡!)

el Hotel Astoria

el Ayuntamiento

y la alucinante Catedral de San Isaac…majestuosa:

Construida por Alejandro I (el mismo que ganó la batalla a Napoleón y que construyó Kazan), tiene con detalles increíbles

vestigios de los ataques de la II Guerra

En la I Guerra el sentimiento antialemán hizo que la ciudad pasara a llamarse Petrogrado, aunque por poco tiempo… en 1924 adoptaría el nombre de Leningrado (Lenin nació aquí en San Petersburgo). Cuando cae la URSS, un referéndum decidió la vuelta a la denominación de San Petersburgo por el 54% de los votos.

Ruslan dedicó largo rato a detalles horrorosos de la II Guerra… La abuela de su mujer sobrevivió al hambre, al frío y a otros espantos con apenas 11 años. Hay algo en Rusia que los hace atarse a esa época trágica y al orgullo de la resistencia. SP nunca cayó (sufrieron 782 días de sitio alemán, pero no se rindieron).

Continuamos caminando hasta el verdadero símbolo del Almirantazgo

y llegamos al río Neva, muy caudaloso, aunque de apenas 64km de largo. En SP está a solo 4km de desembocar en el Báltico. En la margen opuesta, en una isla, todo el complejo de academias, institutos, museos, creados por Pedro el Grande, con la prioridad en la cultura

La Plaza del Palacio es soberbia… (¡5.4ha! ¡más del doble que la Plaza Roja en Moscú!)

con su columna en homenaje a Alejandro I

y el no menos soberbio Palacio de Invierno del complejo Ermitage

(Haremos la visita a Ermitage el domingo, con Ruslan).

Terminamos el recorrido con una lección sobre cómo tomar el chupito de vodka: se brinda, se dice Paiéjali!, se expira el aire, se toma fondo blanco, se vuelve a expirar, y luego se respira por la nariz… ¡duro!, pero lo hicimos 😉

Arreglamos con Ruslan para anotarnos a la visita al Ermitage el domingo y salimos por nuestra cuenta a hacer la visita a la Catedral San Isaac… ¡junto con algunos ortodoxos!

Si el exterior es imponente, el interior no le va a la saga:

El trabajo en azulejos es, sencillamente, increíble. Parecen óleos…

Justo coincidimos con un casamiento

Nos aguantamos los más de 200 escalones, pero valía la pena…

¡Y qué vistas incomparables de la ciudad!

Ya estábamos muertos de hambre, así que cumplimos con la tradición de comernos unas típicas… ¿cómo se llamaban? ¿como las bolas de fraile, pero…? En fin, las donuts que se hacen de esta manera parece que desde 1958… ¡la cola era brutal! ¡son un éxito increíble!

Volvimos al departamento a las 4.30pm; debíamos prepararnos para el teatro… ¡con la ropa que no teníamos! ¡al menos en mi caso! ¡quedé ridícula de verano, de blanco, muerta de frío! En fin…

Teníamos entradas para La Bayadera, un clásico del ballet ruso, en el teatro más importante de SP, el Mariinsky. Debemos confesar que no somos fanáticos del ballet, ¡pero lo excelso se nota y se aprecia!

El teatro es precioso:

y hasta ahí pudimos sacar fotos. También en el entretiempo de los actos, para los aplausos:

celu

Lo cierto es que quedamos fas-ci-na-dos, especialmente con el tercer acto. Algunos datos para que ojalá recordemos de muy viejitos… la bajada del telón tipo screen, la imagen de la ensoñación, la salida de las bailarinas una por una, todas juntas ya en escena y la subida del telón… ¡qué cuadro inolvidable! (se puede ver la foto aquí).

¡Cuánto placer estético! Estábamos felices… tanto, que nos volvimos caminando, nos olvidamos de la hora, terminamos comprando algo de comida y llevándola al depto… cuando recibimos la noticia de Sabrina… De repente nos inundó la tristeza, pero así son las cosas…

Voy un día atrasada en el relato. Hoy sábado fue otro día espectacular. Espero ponerme al día.

A título anecdótico de Ruslan…

  • Todo el tiempo haciendo chistes sobre Moscú, lo fea que es, lo menos que es, lo mucho que la desprecian. Al contrario, SP es culta, grandiosa, señorial.
  • Durante la URSS había efectivamente igualdad, solo que existían varios niveles de igualdad.
  • Putin roba, y mucho, pero hace. A Ruslan le encanta (“… después de Yeltsin!”). Será un ladrón y un dictador, pero es el líder ruso que necesitan, necesitan del látigo (sic). Es habilísimo; con Chechenia hizo lo mismo que hizo Catalina, los chechenos lo aman.

7 comentarios sobre “¡Al fin, San Petersburgo!”

  1. Genial relato de una ciudad q me impactó.
    Adore sus palacios, iglesia el Ermitage me deslumbró
    Besos me alegro de verlos tan felices

    1. ¡Gracias querida María! En verdad, es una ciudad fa-bu-lo-sa… qué sofisticación, qué elegancia… Magnífica… ya me pongo a escribir sobre el Ermitage… impactadísimos! Beso enorme a los dos, qué lindo el viaje de Ustedes también!!!

  2. El descanso de una guerrera, me consta el cariño q le tenían q mi tocaya perruna. Hermosas fotos y como siempre impecable descripción. Sigan disfrutando. Besos a ambos

  3. Cuanta historia y cuanto trabajo en esas obras arquitectónicas … que pena que estén venidas abajo las «partes comunes» de los edificios… pero pasan los años. Sin duda, lo que mas me transportó a lo lejos y a lo profundo… el ballet… el esfuerzo, la perfección, la belleza, la conexión mas perfecta del cuerpo físico con el espiritual. Gracias por tu narrativa Andrea que nos transporta.

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