Por la gloria de varias épocas…

18 JUL 2019

Moscú

¡Que me cumpla feliz, que me cumpla feliz! Otra celebración exótica… ¡Moscú! ¡qué afortunada, siempre en algún lugar envidiable! 😉

Está visto que será imposible aprovechar estas últimas horas en Moscú (escribo esto el 19 por la noche, el vuelo sale mañana por la tarde) y cerrar las experiencias inolvidables de este viaje con el detalle acostumbrado. No tengo más remedio que hacer una crónica telegráfica y remitirme a sitios web o a cortar y pegar algo que nos haya resultado interesante.

Obviamente seguimos las recomendaciones de Eliana y, en primer lugar, el 18 a la mañana nos fuimos a VDNKh (o VDNJ, por sus siglas en la transliteración que se hace a nuestro alfabeto) y que significa “Exposición de los logros de la economía nacional”. Como se lee en Wikipedia, “es uno de los mayores espacios permanentes de feria de muestras y recreativo del mundo, y uno de los más populares espacios públicos de la ciudad de Moscú”.

Desde luego que tuvo un desarrollo y popularidad impresionantes en la época stalinista, fue decayendo bastante para que, finalmente, el empeño de estos alcaldes de Moscú lo esté integrando lentamente al disfrute por parte de moscovitas y turistas.

Me impactó una crónica que encontré acá y que transcribo por las dudas que alguna vez la levanten:

Cada vez que visito Moscú intento pasar por tres o cuatro lugares señalados que condensan el latir de la ciudad y muestran cómo va cambiando el día a día de los moscovitas. Uno de ellos es la VDNkh, una especie de ‘heterotopia’ que concentra y resume lo que acontece en los lugares cotidianos.

Desde 1992 este territorio (más grande que el principado de Mónaco) se denomina Centro Panruso de Exposiciones (Всероссийский выставочный центр), aunque todo el mundo lo sigue llamando por sus siglas soviéticas VDNKh, que además son las que perviven en la parada de metro aledaña.

Aun recuerdo cómo lo primero que me preguntó mi amiga Nadjejda al conocernos en Moscú fue si ya había visitado la VDNKh. Juguetona ella (hace demasiados años que no la veo), me sugirió que me presentara allí en ese mismo momento y le contara a la vuelta mis impresiones… así que tomé el metro en yugo-zapadnaya (estación suroeste) y, así, sin referencias y con la guardia baja, me topé con la VDNKh como quien descubre la película “Freaks” de Tod Browning sin estar prevenido.

La VDNKh se construyó entre 1934 y 1939 por orden de Stalin, quien pretendía mostrar al mundo los logros del pueblo soviético. El espacio, formado por 70 pabellones y con 2.3 kilómetros cuadrados, pronto se convirtió en un lugar de peregrinación que recibía tanto a altos cargos provinciales del partido como a mozas de pueblo o machotes caucásicos, como podemos ver en esta graciosa película de 1939, “La criadora de cerdos y el pastor” (Свинарка и пастух)

Este centro de exposiciones era motivo de orgullo y símbolo de unión para el pueblo soviético, así, en los 50 fue reconstruida y ampliada para dar cabida a exhibiciones temporales, conferencias científicas y por supuesto, a la joya de la corona: el museo del cosmos y el pabellón espacial, con prototipos de los satélites Sputnik, los cohetes Soyuz y Vostok, reconstrucciones de los Apollo norteamericanos, y un Tupolev 154.

Tras el colapso de la Unión Soviética la VDNKh fue uno de los primeros lugares en Moscú donde se creó un mercado “capitalista”, pudiendo encontrar allí desde kebabs turcos, a pantalones vaqueros, pasando por diferentes tipos de armas, productos electrónicos chinos y comida en conserva. De hecho, la VDNKh era el mejor lugar donde comprar cds piratas antes de que apareciera la “Gorbushka”.

Paradójicamente, la escultura de Lenin se mantuvo, ahí, en el centro, y con su gesto característico de una mano alargada y la otra tirando de su chaqueta. Sin embargo, a mí me da la impresión de que en lugar de llamar a la revolución ahora parece decir que él también lleva dinero suelto en el bolsillo.

Churchill dijo de Stalin que “llegó a Rusia en una barcaza de madera y la dejó en posesión de armas atómicas”. Sin embargo, un paseo por el actual pabellón central de la VDNKh parece confirmar que el líder británico no terminó de leer la historia: la utopia se acabó convirtiendo en bizarros souvenirs, botellas de vodka con nombre y diseño kitsch que parecen ofrecerse como la única salida, cobras y animales exóticos que dan un toque onírico al lugar, y decenas de sacos de semillas que confirman el poder de la naturaleza frente a las ideologías totalitarias.

La VDNKh tiene algo de a-histórico en su historicidad, algo así como el Moscú de Yuri Luzhkov en la descripción de la investigadora rusa Svetlana Boym: “histórico en la forma y antihistórico en el contenido”; una “nostalgia ficticia” presentada a través de formas épicas que, paradójicamente, “ignoran cualquier trazo de la historia reciente”. Cierto paralelismo tiene también la película “Parque Soviético” (Парк советского периода, 2006), con esa idea de crear en Odessa un Disneyland soviético donde hermosas mujeres te sirven “po sovietskamu”.

Lo cierto, es que cuando visité por primera vez la VDNKh me pareció un lugar donde todo era posible pero nada resultaba factible, lo que viene a ser una buena descripción de los 90 en Rusia. Por aquellos años surgió en el slang ruso una curiosa palabra para describir esta condición: “bespredel”, una expresión que venía a decir algo así como “extrema potencialidad de algo ilimitado que pronto se agota”.

La mayor diferencia de Rusia con el resto de repúblicas soviéticas o los países de Europa del Este es precisamente esa falta de idea de futuro, o proyecto que vaya más allá de la mera estabilización social, política y económica. Así, la gente parece vivir en un tiempo “lost in translation” desde hace 20 años, con una actualidad basada en la negación de la Perestroika y la glorificación general de todo lo anterior a ella.

Durante los 90, esa “infinita potencialidad que continuamente se agota” fue gestionada a través de malabarismos políticos e ideológicos, y en los últimos años se ha conseguido con la formalización de lo público y el establecimiento de rituales políticos soberanos.

Aun así, la observación y el paseo por la VDNKh es inagotable; de hecho gran parte de su potencialidad está en las reacciones encontradas que provoca entre sus visitantes, sea por nostalgia, extravagancia o desidia.

Apenas salimos del subte (la estación lleva el mismo nombre, VDNKh), nos encontramos con este magnífico Monumento a los Conquistadores del Espacio… bello

Ingresamos al parque… hablando de monumentos, ¡monumental!

Continuamos por esa avenida central

hasta la estatua de Lenin

La primera fuente famosa es La amistad entre los pueblos, donde las estatuas femeninas representan las distintas repúblicas

pasamos frente a varios pabellones

hasta llegar a la otra fuente, la de la Flor de Piedra

En este hermoso pabellón había una exposición interesantísima (de lo que pudimos comprender, pues solo una pequeña parte estaba traducida al inglés) sobre el idioma ruso y el alfabeto cirílico… tomé varias notas, pero imposible volcar todo eso ahora.

Hay espacios que se alquilan para celebrar bodas, así que hay novias por todas partes (y extravagancias kitsch)

Salimos otra vez y le dimos la vuelta al monumento… ¡a punto de lluvia de cortina!

¡Volvieron mis nubes dramáticas!

Así fue, con lo que volvimos a nuestra estación, almorzamos en el centro comercial y decidimos descansar un rato (en mi caso, escribiendo el diario anterior) antes de disfrutar del regalo de cumpleaños de mi mamá, ¡dos entradas para ver ópera en el Bolshoi! Aunque tenía más sentido ver ballet, tuvimos en cuenta que en el escenario del teatro antiguo y principal daban ópera (el ballet estaba en un anexo moderno y más pequeño que construyeron para la etapa de fuerte remodelación); además de que la ópera que daba es bellísima, La dama de pique, de Tchaikovsky (yo la había visto con Ale Menicocci en 1995, en el Colón… no me acuerdo cómo fue que conseguimos platea en primera o segunda fila… maravilloso).

El teatro es soberbio, aunque bastante más pequeño que nuestro Colón. Van algunas fotos…

La puesta estuvo sen-sa-cio-nal. El aria del barítono que me fascina estuvo exquisita (se puede ver aquí por mi favoritoE). La escenografía era de una sobriedad y elegancia inenarrables… hubo efectos alucinantes, como una placa metálica en el fondo, inclinada, que provocaba el efecto de un espejo imperfecto de todo lo que ocurría en el escenario adelante… ¡Sin palabras! Goce completo.

A la salida ya teníamos elegido un restaurante a apenas dos cuadras (del Teatro y del hotel). Brindamos por mi cumple y comimos unos varinekes de salmón deliciosos, junto con otras cositas ricas.

Como no llovía, decidimos ir hasta la Plaza Roja para verla iluminada… solo que la cierran a las 12 y eran las 12.10am… volveremos.

El Bolshoi iluminado
La cuadra de nuestro hotel
La calle que cruza la de nuestro hotel

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