Lamu (III)

15 ENE 2019

Lamu

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Amanecimos una vez más con el llamado a la oración y dormitamos un par de horas más, dándole vueltas a los múltiples ruidos de la calle. Lamu es pura ebullición, vitalidad, calles animadas y más.

Bajamos a desayunar y nos sumamos a la pareja recién llegada que nos disparó: “¿Argentinos?”  Sí, claro, y ella misma argentina, él australiano, diríamos que más o menos de nuestra edad. Se habían conocido en Chile, habían vivido varios años allí hasta que se decidieron, vendieron todo y… ¡a recorrer el mundo en una moto BMW! Y sí que lo recorrieron… perdimos la cuenta de los países en los que estuvieron pero suman decenas y de los más inimaginables (incluido Irán, por ejemplo, o Paquistán varias veces, o Mongolia). No tienen hijos y hace ya varios años que tienen la rutina de viajar unos 4 ó 5 meses, volver a Australia y/o a Argentina por unos 2 meses a visitar a las familias y luego sentir la picazón de volver a salir. En algunos lugares dejan la moto, por ejemplo ahora (la dejaron en Malindi y volaron hasta acá) o en Alaska, por el frío. Poco antes estuvieron en Etiopía (uno de nuestros destinos elegibles en África) y lo que contaron fue espeluznante… pobreza extrema, escasez de agua potable, niños con las panzas hinchadas por las bacterias, luchas fratricidas entre tribus portadoras de armas alucinantes, ebullición política por un nuevo gobierno “limpiando” la corrupción del anterior e intentando recuperar lo robado, cárceles superpobladas… En comparación, Kenia es el paraíso, aunque aquí también pasen cosas de las que no nos enteramos (por ejemplo, en noviembre secuestraron a una chica italiana de una ONG cerca de Malindi y no se sabe nada de ella; aparentemente han atrapado a una mujer de una tribu a la que estarían «apretando» ¡ay! para sonsacarle qué fue de la italiana… serían somalíes). Quedamos anonadamos, porque habíamos pensado seriamente en Etiopía. ¡Menos mal! No creo que nos lo hubiéramos podido bancar.

[Releo esto después de saber del atentado en Nairobi y no lo puedo creer… lo había escrito antes]

Ellos salieron para Shela y nosotros arreglamos con Badgi para un tour en barco esta tarde a las 4.30pm.

Mientras tanto, nos dispusimos a leer y a escribir tranquilos. Antes del mediodía ya estábamos otra vez disfrutando de la animada vida callejera de Lamu. La verdad es que uno podría quedarse simplemente a observar…

Todavía teníamos pendiente el Lamu Museum, muy instructivo de la vida de la región y de su gente. Con la precariedad que es dable imaginar en un museo de un lugar como éste, tenía buena información histórica.

Así, nos enteramos que Lamu lleva 700 años de continua población y es el único asentamiento suajili original. Un mapa casero da cuenta del comercio con Arabia, Persia, India y China desde ese mismo tiempo, al calor de los monzones que dirigían las empresas navieras. Ellos les exportaban marfil, postes de manglares y maderas esculpidas.

Otra parte importante del museo está destinada a distinguir entre las famosas puertas talladas: rosetas, flores de lis, escamas de pescados, cadenas, floreros, mitos y motivos de un pueblo muy supersticioso, como el suajili, que contaba historias a través de sus puertas.

La reproducción de una cocina típica en una de las salas exhibía la influencia india y árabe, rica en especias y condimentos (jengibre, ajo, coriandro, tamarindo, leche de coco, clavo de olor). Una comida típica suajili es el arroz cocido en leche de coco con una buena porción de carne o pescado. Grandes celebraciones estaban asociadas con la comida (nacimientos, casamientos, funerales) y lo mismo con el cierre de transacciones, se celebraban con comidas.

También había un espacio para mostrar distintos tipos de kangha, esa tela que utilizan como polleras, chales, velos, turbantes o, incluso, para llevar al bebé o cargar algo pesado o esconder objetos valiosos. Todo un arte la impresión de esas telas con patrones de cuadrados, círculos, tiras, castañas de cajú, mango, flores y hojas o, incluso, mensajes escritos.

Finalmente, nos interesó la historia de las cofias que usan los hombres, originarias de Iraq, introducidas por el comercio a África del Este y, aquí en Lamu, hechas de tela de algodón y bordados, cuanto más sofisticados, más caras y más importante la persona que la lleva(ba).

La terraza del museo también era interesante, porque permitía lindas vistas de la mezquita

o el balcón mismo

o la vida que pasaba ahí abajo…

Y hablando de niños, más de ellos y de sus uniformes y de las escuelas…

¿No es todo emoción?

Y más de estos protagonistas importantes de las islas:

con santuario y todo 😉

Un placer recorrer nuevamente el pueblo, no nos cansamos de caminar y de meternos en bolichitos de todo tipo… aquí, arte en flip flops (reciclan ojotas y restos de zapatillas, impresionante)

Volvimos al hotel con tiempo para descansar un ratito y luego salir para la excursión en dhow… A las 4.30pm puntual nos pasó a buscar nuestro capitán y caminamos hasta el puerto donde estaba la embarcación y su hijo (ambos tenían nombres musulmanes que no pudimos identificar ni, mucho menos retener). Nos metimos con las patas al agua, ¡y arriba de la dhow!

Navegar sin motor es un placer inmenso, ¡silencioso! Una maravilla. Dimos una gran vuelta por entre la isla de Lamu y la de Manga, con imágenes preciosas del mar, de otros barcos, de la costa…

¡Por fin vimos baobabs! (un poco lejos)

y los famosos manglares

Y lo prometido, el atardecer…

Llegamos de vuelta al hotel después de más de dos horas de navegación. Mario se duchó primero y cuando yo estaba terminando lo propio lo escucho hablar con la pareja vecina… ¡Atentado en Nairobi! ¡en un hotel de lujo a 15 cuadras de donde habíamos estado parando! La verdad, quedamos desasosegados, pero listos para intentar racionalizarlo: ya pasó, ya no volvemos a Nairobi, en París y en Nueva York estas cosas pasan igual, en Rosario peor… en fin.

Fuimos a cenar (pescados y mariscos, otra vez, ¡con arroz con coco!, deliciosos)

(Prueba de vida y de salud de Mario)

y aquí estoy, tratando de despabilarme del tema escribiendo.

Feliz, por lo demás, porque acabo de hablar con mi mamá, recién vuelta del crucero con sus nietos y con una sobredosis de excitación descomunal… no habló más que de ella y de lo bien que lo pasó. Ma-ra-vi-llo-so.

4 comentarios sobre “Lamu (III)”

  1. Andre!!!
    Qué susto por el atentado, sólo decir gracias a Dios no estaban allí o qué suerte!!!
    Qué viaje maravilloso.
    Pero ya los extrañamos mucho.
    Beso grande para los dos.

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