En tránsito hacia Cantabria

7OCT2017 – Luarca / Villaviciosa / Mirador del Fitu / Comillas

Esta mañana desayunamos otra vez en ese entorno mágico de Finca Portizuelo, nos saludamos sentidamente con Daniel y partimos en dirección a Cantabria, no sabíamos muy bien hasta dónde. Era una de las dos noches de todo el viaje en que no teníamos hotel: la anterior fue aquella en la que finalmente reservamos alojamiento en Coimbra, un día antes. Aquí ni eso… ya veríamos.

Nuestra primera parada era casi un homenaje a gente que nos ha acompañado una vida: los dueños de La Marina, Angelito querido, naturales de Villaviciosa (Asturias). Es un pueblo verdaderamente encantador

con una iglesia de ensueños, la Santa María del Olivo

y, lo más importante, la industria de la sidra

En Villaviciosa está radicada la gran empresa familiar El Gaitero, con una muy próspera producción y una actividad centrada en la innovación: la «sidra-champagne» (y no meramente la «sidra natural» que, escanciada, adquiere las «agujitas») fue el resultado de la gasificación a los fines de su conservación para poder exportar y satisfacer el mercado de exiliados asturianos en el Nuevo Mundo. Eso, unido a una precursora y agresiva política publicitaria la llevarían a liderar el mercado.

La industrialización produjo una importante merma en el número de trabajadores (de 300 de antaño a los apenas 50 de hoy).

Hasta allí llegamos en busca de la visita guiada y degustación en la bodega. Habíamos dejado el auto estacionado en el centro de Villaviciosa y decidimos que queríamos aprovechar ese sol espectacular para caminar un poco… Mala idea, terminamos caminando por la ruta, sin veredas y por casi 2km. Finalmente lo logramos.  Estábamos alrededor de las 11.50am y la visita guiada era a las 12.30. A eso de las 12.10 empezó a llegar gente que anunciaba su reserva ante el guardia de seguridad. Nos miramos entre nosotros y con Cristina nos levantamos para decirle que nosotros no teníamos reserva. El guardia nos responde que efectivamente tiene una reserva para 4 argentinos, y nosotras dos que no, que no la hicimos… El guardia nos insiste: «les digo que tengo una reserva para 4 argentinos»… ¡Hasta que entendimos! ¡Bum! ¡Parecíamos sacadas de un chiste de…! Era muy claro que nos estaba haciendo un guiño para hacernos pasar sin reserva 😉

El tour empieza por referencias históricas de hace 127 años (antigüedad de la bodega) y la visita a una parte que funciona como museo. Impresionante la visión de los tres socios originarios y de la familia que finalmente siguió con el negocio. La exportación fue determinante, y de ello dan cuenta bastantes datos:

el emplazamiento al lado de la ría

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Muy lindo todo el sector de bodegas y toneles, que dan cuenta de los lugares de mayor consumo y los de exportación

Riquísima la sidra con Denominación de Origen (D.O.), que se corresponde con poco más de 70 de las 550 variedades de manzana asturiana. En general, se eligen manzanas amargas y ácidas; las dulces se convertirían en vinagre rápidamente.

Volvimos a buscar el auto al centro y desde allí partimos en dirección este, relativamente cerca de Villaviciosa, a disfrutar del Mirador del Fitu, una trepada en cornisa hasta una cima que regala un panorama in-cre-í-ble de los Picos de Europa, por un lado, y la Costa Verde asturiana, por el otro…

Ya entrando en la región de Cantabria, paramos a sacar una foto de San Vicente de la Barquera, su ría y el «tipismo de sus casas» (Michelin dixit)

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Por ruta interna arribamos a Comillas, de la que nos entusiasmó su historia. Para empezar, debemos decir que aprendimos del uso extendido del término «indiano» (4a acepción del diccionario RAE) en Luarca, con el Hotel La Argentina, para referirse al español que se radicaba en América y luego volvía a España enriquecido… Aquí en Comillas hubo otro, un trabajador del pueblo que volvió a España desde Cuba como rico empresario tabacalero, amigo del Rey Alfonso XII, convertido en «Marqués de Comillas» y dispuesto a construir palacio, capilla y monumentales residencias.

Pegado al palacio, su abogado Máximo Díaz de Quijano, un soltero rico que comisionó nada menos que al jovencísimo Antoni Gaudí para que entre 1883/1885 le construyera El Capricho. Llegamos a tiempo para una visita guiada sin desperdicio, riquísima en datos y detalles del genio catalán…

Copio algo: «La mezcla de materiales como la cerámica vidriada, el ladrillo cara vista o el hierro forjado crea una gran variedad de texturas, algo muy característico de la arquitectura de Gaudí. El exotismo y la influencia oriental, representativos de esta etapa de juventud, conviven con otros elementos que nos son más familiares. La naturaleza, presente en todo el edificio, es la pieza final que acaba dando sentido a todo el proyecto…»

Máximo murió de una enfermedad a los 47 años y pudo disfrutar apenas de una semana (¡!) de su casa… sus numerosos sobrinos pudieron vivir en ella, hasta que fue vendida, abandonada por 15 años, concesionada como restaurante (¡¡??¿¿!!) por 20 años… Hoy, un emprendimiento privado (o al menos eso dicen, sin subvención estatal) intenta recuperar el patrimonio artístico e histórico de la casa… Una verdadera muestra del genio inigualable de Gaudí

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Ya famélicos, empezamos a buscar el restaurante recomendado por Lonely Planet: el restaurante Gurea, donde comimos de-li-cio-so (setas, bacalao, pulpo, boquerones… un tapeo intenso…).

En el trayecto, un casco bonito bonito…

[Internet funciona muuuuuuuy mal… Ya es medianoche y me desplomo… apenas sea posible cargaré las fotos… al menos terminé el relato. Mañana… la joya cantábrica, Santillana del Mar que, ya se sabe: ni es santa ni es llana ni está sobre el mar… Además, será el día de nuestro encuentro con Pedro (amigo «de toda la vida» de Ricardo) y su mujer… ya vendrán más detalles]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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