Copenhagen III

23JUL2016

Otro día inolvidable en el «puerto de mercaderes»… qué ciudad fabulosa, llena de vida y de ganas de vivir… ¡bien! Tiene los índices más altos de felicidad. Lo que se ve en un día soleado de verano lo confirma. Trabajan 32 horas semanales, las horas extras son un símbolo de ineficiencia y están mal vistas, privilegian la vida en familia y el disfrute… unos hedonistas plenos.

A las 9am ya estábamos caminando… el plan del día era recorrer el Barrio Latino, la peatonal para pispear los negocios de diseño y, más tarde, prepararnos para nuestro «Tour alternativo».

Pasamos por la Rundetaarn (Torre Redonda), aunque no subimos porque ya habíamos trepado la torre del castillo Christiansborg:

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pegada a la Iglesia Trinidad:

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y, desde allí, a la plaza Kurtorvet, mucho más linda de lo que se aprecia en la foto:

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Me encantan estos kioskos en la mayoría de las plazas… ¡son tan distinguidos!

Según la Guía Azul, la Catedral de Copenhagen era imperdible; sobre todo, por las esculturas clásicas de Thorvaldsen (mediados x. XIX), muy valoradas:

La peatonal más larga del mundo y una de sus plazas –Amagertorv– estaban muy animadas en sábado a la mañana

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Entramos en un par de esos negocios de diseño danés… ¡Sobresalientes! En algún punto, agradecíamos que todo esté TAN caro… ni nos planteamos la chance de comprar algo… De hecho, no nos hemos comprado ni un imán para la heladera… Tampoco es que andamos sufriendo, es otra realidad cambiaria y/o económica y a otra cosa. Bastante que nos hemos anestesiado al dolor de gastar lo que gastamos en atracciones, transporte, alojamiento y comida… Ningún sufrimiento.

Volvimos al hotel a descansar un rato antes del tour. Lo habíamos contratado en ocasión de hacer el Free Sandemans’ Tour, éste era el «Tour alternativo»: «Más allá de los hipsters y puestos de helados, hay una historia asombrosa para contar acerca de la escena ‘underground’ de Copenhagen y de las personas que la hicieron y aún hacen genial. Esta es una historia de un mundo totalmente diferente, cuestionando el status quo social, político y cultural». Así reza la promoción y vaya que resultó atractivo. Quedamos asombrados y felices de haber contratado este recorrido guiado.

El punto de encuentro era la esquina del Hotel Plaza, pegado a la Estación Central de Copenhagen. Allí nos recibió Roberto, sevillano, músico y director de orquesta, haciendo un posgrado aquí desde hace 2 años; los 10 años anteriores estudió en Holanda.

Qué pena no poder (¿saber?) dibujar en este blog… haría el esquema de los barrios de Copenhagen que nos presentó Roberto, de manera muy gráfica y sencilla. Dibujaríamos un círculo central e inferior, dividido al medio por un canal: el semicírculo superior, la City; el inferior, Christianshavn; arriba de ese círculo, un abanico que, de oeste a este, tiene los siguientes barrios: Vesterbro (oeste), Frederiksberg, Nørrebro (norte), Østerbro  (este).

El recorrido empezó, justamente, en la Estación Central, construida en 1911 por un arquitecto de la tradición danesa que, precisamente, indica que quien se ocupa de la construcción de un edificio se hace cargo de todo: proyecto, construcción, diseño interior… la verdad es que la armonía y la belleza del edificio, en su estilo «nacional romántico» (en la misma línea del ayuntamiento), están expuestas:

Saliendo de la estación, se ingresa en Vesterbro (barrio del oeste), cuyo surgimiento fue producto de desafiar la prohibición de construir fuera de las murallas de la antigua ciudad. Así lo hicieron, en general, los artistas: trabajaban en la ciudad y se afincaban en moradas humildes por fuera de las murallas, para no pagar impuestos y servicios. Lo propio hicieron los mercaderes que venían de Roskilde. De tal manera, fue surgiendo una población «extramuros» que, a fines del s. XIX, se aprovechó para expandir el proceso de industrialización.

En realidad, ¡salió mal! Las casas construidas eran mucho más sofisticadas e imposibles de afrontar por trabajadores rasos… ellos nunca fueron a vivir allí, por imposibilidad de adquirirlas o mantenerlas. Basta con verlas…

En cambio, esos trabajadores se instalaron precariamente en Nørrebro, Østerbro  o, todavía más al sur, en Amager.

Las casas vacías de Vesterbro fueron una tentación para los «okupas» del momento: fue así que el barrio se pobló de alcohólicos, drogadictos y prostitutas… o sea, la «zona roja».

Los turistas retroalimentaban el tema de la prostitución y de las adicciones (muchos sueltan sus frenos inhibitorios cuando no están «en casa»), especialmente en los ’70 (1970s).

A fines de los ’80, el ayuntamiento decidió un rediseño urbano: promovió la reubicación de familias jóvenes en el barrio, prometiendo facilidades financieras y, sobre todo, seguridad.

Una primera etapa privilegió la represión de la prostitución y las adicciones. Al no dar resultado (la prisión no era efectiva y duraba poco; las multas no podían cobrarse), se pasó a una etapa de inclusión que abarcaba apoyo higiénico (provisión de drogas y utensilios para drogarse sin riesgo), clínico (tratamientos), psicológico (terapias para las adicciones) y laboral (reinserción); en oras palabras, un programa completo que, a la postre, dio resultado.

Hoy quedan solo 2 cuadras del barrio rojo (las más cercanas a la estación central). El resto de la calle Istedgade se lleno de hoteles y hostales de muy buenos servicios y a muy buen precio, promocionándolos con buena reputación, de modo que un turista «promedio» se aloja e invade esa zona.

Tanto la iglesia de Santa María como Mændenes hjem (hogar de la humanidad) ofrecen refugio para indigentes y adictos.

[Canallas queridos… lamentamos habernos topado con esto en el medio del barrio, muy ostensible:

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Nuestros compañeritos del tour -españoles y mexicanos- no lo podían creer… obvia referencia a Messi]

De repente, Vesterbro se convirtió en el barrio más caro (todos quieren vivir ahí) pero, al propio tiempo, el más recatado. Reina allí una estética hipster, esto es, una subcultura urbana que no necesita aparentar, que rehusa de la ostentación y el brillo pero, al propio tiempo, hace un culto de la calidad, la buena vida, el disfrute… clases medias acomodadas, medias-altas, que gozan de bienestar, comodidades y ciertos placeres, pero sin alardes.

Esas tribus han llenado el barrio de negocios como, por ejemplo, éste: Mikkeller, la fusión de dos amigos (Mikke y Eller) que se pusieron, a lo Breaking Bad, a probar con cervezas producidas artesanalmente. Tuvieron un éxito sensacional con un negocio pequeño pero que ofrece 40 clase de cervezas…

El éxito de estos muchachos fue tal que, no solo abrieron otro local en Copenhagen, sino que se han expandido por el mundo (España, Alemania, Tailandia, Colombia, etc. etc.) y han convertido a la ciudad en capital mundial de la cerveza artesanal. De hecho, hay bares que constantemente importan cervezas artesanales de otros lugares del mundo y esta oferta varía periódicamente. En general, todo bar ofrece variantes de cerveza tirada, todas ellas muy buenas. Con razón era tan rica…

El barrio comenzó a extenderse y, en ese trance, se topó con otro (en realidad, una comunidad separada; ayer mostrábamos la foto del ayuntamiento), Frederiksberg, de gran tradición aristocrática.

La convivencia entre ambos se supuso difícil, por lo que hubo políticas públicas destinadas a mitigar el impacto: por ejemplo, la construcción del Det Ny Teater («Nuevo Teatro»), en la calle límite de ambos barrios, con sendos ingresos y escenario rotatorio.

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Vesterbro es también el barrio del arte callejero, que se renueva constantemente:

y el antiguo y tradicional Club de Tiro se convirtió en un precioso parque para niños:

En este punto, ya entrábamos en el Meatpacking (donde cenamos la segunda noche) ,el antiguo mercado de la carne, el matadero.

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Al igual que ocurre en tantas ciudades, en algún momento los mercados quedaron en medio de la ciudad «extendida» y generando pésimas condiciones de salubridad. Al trasladarlo, se impuso un proyecto que convirtiera la zona en un recinto de ocio que respetara la estética del antiguo mercado. De ahí los azulejos blancos, los marcos azules, y toda esa estética de «frigorífico» que todavía luce.

Aquí hicimos una parada porque nos ofrecían un vaso de cerveza artesanal en uno de los locales… todos le dimos la bienvenida y seguimos, vía tren + metro (como se ve, el metro sin conductor… eso ya lo habíamos experimentado en Singapur… creo)

hacia Christianshavn. Esa «medialuna» al sur de la antigua «city» de Copenhagen es, en realidad, una isla artificial construida por Christian IV en el s. XVII, al perder Scania en manos de los suecos (i.e., al perder el dominio del Mar Báltico).

Con esa construcción, el monarca perseguía tres objetivos: i) disuadir a los barcos enemigos de navegar frente a Copenhagen (ahora quedaba solo un canal entre ésta y la nueva isla, por lo que esos barcos se exponían a una defensiva de ambas márgenes); ii) emular a Flandes, muy admirada por el rey; la isla está construida a imagen y semejanza de ciertos sectores de Amsterdam y con sus mismas técnicas de «ganar terreno al mar»; iii) dinamizar la actividad comercial, luego de la pérdida del Báltico, a partir de la creación de una zona franca o de libre comercio que atrajera a los alemanes a instalarse en Dinamarca. El rey no cumplió sus promesas y esas inversiones no vinieron, pero los otros objetivos se cumplieron.

 

Y ahora sí, listos para entrar en Christiania… o de cómo los hippies se apoderaron de una base militar en los años ’70.

Entramos por la puerta trasera, para tener una mejor perspectiva de las zonas a visitar:

un área de «bienvenida» y de aliento a «invertir en acciones de Christiania» (i.e., a hacer donaciones)

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Y todo lo demás fue entrar en el «Green Light District», una zona en la que no se permiten fotos y en la que hay puestos de venta de drogas «blandas» (marihuana, hachís, cocaína), a cargo de personas encapuchadas o disimulando de alguna manera su cara… Circula una cantidad impresionante de gente, de todas las edades y nacionalidades, en general husmeando y/o consumiendo alcohol y drogas.

¿Cómo fue la historia? Rodeados de «fumata» (literalmente), Roberto nos contó sucintamente los hechos: en ese lugar había una base naval, con sus depósitos y las casas de los oficiales. En un momento determinado la base naval se muda hacia otra zona de la ciudad y ese espacio queda abandonado durante dos décadas. Los niños de los barrios aledaños comenzaron a usarlo como parque hasta que, en 1971, un periodista y activista social publicó un artículo denunciando los valores «occidentales» de materialismo y acumulación de riquezas e incentivando a la construcción de una sociedad sin gobierno ni autoridad y que viviera, con lo mínimo, en lugares abandonados, por ejemplo, en la base naval. El artículo se propaló como reguero de pólvora y se llenó de hippies daneses. El gran hallazgo de estos hippies fue mantener el lugar «abierto a la comunidad», que el resto de la sociedad «entrara y viera» y, así, ganar en popularidad. Además, sumaron la oferta de artesanías, la barra de bares, conciertos, el ocio de fin de semana para muchos daneses que, lejos de verlos como «gente peligrosa», los considera «peculiares», «pintorescos».

¿Por qué no entra la policía? ¿por qué no desalojan? ¿por qué no condenan el tráfico de drogas? Precisamente por ese favor popular. En algún momento todo se complicó: los dealers introdujeron la heroína, LSD, crack y otras drogas «duras». Allí la cosa se puso espesa pero fue la propia comunidad la que se autorreguló y echó a las «mafias». Hay un pacto no escrito de «say no to hard drugs«. Se gobiernan con el «sentido común» y a través de asambleas organizadas para diversas «tareas».

Con el tiempo, hicieron una movida para adquirir las tierras a la ciudad (hoy muchos son propietarios «comunitarios» gracias a esas donaciones que masiva y espontánemente realizaban los demás vecinos), pagan alquileres, la luz y el agua. Son 850 los habitantes de Christiania. La policía entra, rara vez, y con un objetivo concreto (por ejemplo, atrapar a un delincuente que intenta esconderse allí). Hay un pacto de tolerancia. Por lo demás, son la segunda atracción turística de Copenhagen… ¡después de la Sirenita! ö

La verdad es que nunca habíamos tenido a tanta gente drogándose tan cerca. El espectáculo de algunos es bien decadente, pero tampoco insoportable, ni mucho menos. Los «boleados» no son mayoría o no causan tanto rechazo. Diríamos que lo que más se veía era «chicos bien», fumándose un porro y tomando una cerveza. El olor picaba…

Fin de los servicios de Roberto (3 y 1/2 horas, contra las 2 y 1/2 previstas en los papeles), más que felices y satisfechos con estos tours de Sandemans’. ¡Los recomendamos vivamente!

Siendo más de las 6.30pm, empezamos a salir del barrio, no sin alguna pequeña travesura

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y aprovechando a los nuevos amigos mexicanos para que nos sacaran una foto:

 

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Caminamos libremente por Christianshavn, zona de barcos, lindos departamentos, gente haciendo sus picnics de sábado «a la noche»…

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Avanzamos hasta la zona inmediatamente contigua de «street food» donde habíamos estado la tarde anterior

pero la cantidad insana de gente y nuestra «multitud-fobia» nos impidió, sensatamente, quedarnos allí para cenar. Fue así que retornamos cruzando el puente, vía la irresistiblemente fotogénica Nyhavn,

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a comprar comida y hacer nuestro picnic exclusivo en los jardines del hotel… Tanto mejor 🙂

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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